2013-02-08 •
¿Qué pensaban?
¿Que podían seguir sumando mentiras, simulaciones, infamias amparados por un poder del que, a la mala, se hicieron?
¿Que, apantallados por la tv, lo aceptaríamos mansamente todo?
¿Que terminaríamos por acomodarnos, por rendirnos, por creerles?
¿Que abrumados por la derrota electoral y su
“regreso sin gloria” nos acostumbraríamos a que ellos y sus malas mañas
fueran, de nuevo, parte sustantiva del paisaje nacional?
¿Que resignados aceptaríamos la ilegalidad como norma, la corrupción y la impunidad como única forma de vida?
No. Esto apenas empieza.
Ya va siendo hora de que las mexicanas y los
mexicanos que en las pasadas elecciones presidenciales lucharon, desde
distintos frentes y con distintas banderas, por impedir el retorno al
pasado autoritario se sacudan la depresión.
Ya estuvo bueno de lamerse las heridas; de darlo
todo por perdido. De bajar la cabeza y andarse lamentando. Esto,
insisto, apenas empieza.
Ya va siendo hora de sumar fuerzas y ponerles un alto a esos que, por décadas, han ensangrentado y saqueado al país.
Ya va siendo hora de alzar la voz con dignidad y
firmeza en defensa de lo que es nuestro; de movilizarnos por la
democracia por la que hemos luchado, de exigir la justicia que
merecemos, de preservar y ampliar la libertad que nos hemos ganado tan
duramente.
Ya va siendo hora de dejar atrás lo que nos ha
separado; lo que, al mantenernos en compartimentos estancos, les
pavimentó, otra vez, el camino de regreso.
Se quedaron con la Presidencia, es cierto; pero hoy lo que está en juego es el país.
Y, además, jamás se trató tan solo de la Presidencia, del destino de un hombre, sino del de millones de mujeres y hombres.
¿Vamos a permitir que hagan con México lo que les dé la gana?
¿Vamos a tolerar que destruyan el futuro de
nuestros hijos y nietos tanto como destruyeron nuestro pasado y el de
nuestros padres?
¿Les daremos oportunidad de fracasar de nuevo y de arrastrarnos a todos en su caída?
Volvieron a Los Pinos es cierto, pero tienen que saber, tenemos que hacerles saber, que ya no será lo mismo.
Que no será el suyo un paseo dominical.
Que no podrán rematar lo poco que a la nación le queda.
Que no podrán perpetuarse impunemente en el poder.
Su rostro, por más que sus publicistas nos lo restrieguen a todas horas, no tiene nada de nuevo. Sigue siendo el mismo.
Basta ver como actúan. Abrir los periódicos del
pasado y ver a muchos de esos que dicen ser parte del nuevo PRI
vinculados a escándalos de corrupción o a crímenes aún peores.
El rostro del país, en cambio, sí ha cambiado. Nosotros ya no somos los mismos.
A las libertades conquistadas no se renuncia.
Tampoco a la experiencia adquirida tras largos años de lucha democrática.
Respiramos, brevemente si se quiere, pero respiramos aires de libertad.
De algo sirvió, al menos una vez, nuestro voto.
Probamos por unos meses la democracia; vimos al
PRI a punto de desbaratarse. Vislumbramos la completa desaparición del
régimen autoritario. Lo creímos posible.
Luego Vicente Fox, el hombre que traicionó a
México y canceló la transición a la democracia, volviéndose su cómplice,
en lugar de llegar al fondo con el asunto del Pemexgate, le salvó la vida.
De la mano del PRI y para hacerle el trabajo sucio, para imponernos la guerra, se robó Felipe Calderón la Presidencia.
No le dejamos, sin embargo, consumar su tarea.
Interpusimos el veto ciudadano; frenamos sus reformas, paramos su
intentona de privatizar Pemex.
No nos alcanzó la fuerza para impedir la
imposición de Peña Nieto ni detener su guerra. Menos para someterlo a
juicio. Pero no cejamos.
A la memoria no renunciamos.
Menos todavía podemos renunciar a esas calles por las que, hace apenas unos meses, corrieron ríos de gente esperanzada.
No se renuncia a los sueños. A la aspiración legitima de un México en paz con justicia y dignidad.
Hacerlo es morir y aunque por estos lares la vida
no valga nada, no veo a este país marchando voluntariamente hacia un
suicidio colectivo.
Ya les hemos permitido demasiado, es cierto.
Han demolido, hasta sus cimientos, todas las
instituciones del Estado. Ninguna, pese a lo que digan sus estudios de
opinión, se salva.
Celebran una Constitución de la que se burlan continuamente.
Hablan de una paz, que a punta de fusiles, destruyeron y que, como ellos no ponen los muertos, a fin de cuentas no les importa.
Un poco más de dos meses han pasado desde que se
realizó la transacción entre una Presidencia robada y una Presidencia
comprada.
La supuesta luna de miel de los primeros días ha resultado un
fracaso.
Hoy, en medio de una tragedia nacional como la
explosión ocurrida en la Torre de Pemex, se permiten irse de vacaciones o
hacer chistes.
Entre el se “matan entre ellos” de Calderón y “la
maleta peligrosa para hombres” de Murillo Karam hay en común el mismo
desprecio por la vida, la frivolidad y la convicción de que lo pueden
todo.
Ya estuvo bueno. ¿No cree usted amigo lector?
Es la hora de la organización. De la protesta
pacífica pero firme. De poner coto a sus abusos, de continuar el camino
hacia la transformación profunda de este país herido y tantas veces
traicionado.
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