México,
D.F. 8 de septiembre de 2013
Intervención de Rosa Albina Garavito
Elías en
la celebración del 39 aniversario
de la fundación del PMT
Compañeras
y compañeros.
Muy
honrada me siento con la invitación a acompañarlos en este 39 aniversario de la
fundación del Partido Mexicano de los Trabajadores, un partido extinto en
términos legales pero vivo en el corazón y en la conciencia de miles de
mexicanos. Se los agradezco profundamente pues me hacen sentir parte de las
luchas que ustedes han desplegado a lo largo y a lo ancho del país durante
estos largos, largos años.
Quiero
empezar mi intervención felicitándolas y felicitándolos, tienen ustedes mucho
qué celebrar: toda una vida dedicada a la lucha por las mejores causas del
pueblo de México: la defensa de sus recursos estratégicos, la defensa de su
clase trabajadora, la del campo y la de la ciudad, del medio ambiente y muy
importante: la defensa de las libertades políticas, la defensa de la
democracia. No es fácil encontrar en el camino de estas luchas a un grupo
compacto de hombres y mujeres con esta trayectoria histórica de lucha.
Celebrar
es siempre hacer un recuento de lo vivido, un alto en el camino para recoger
los frutos, para volver a arar la tierra, para seguir sembrando; porque de eso
se trata, de seguir sembrando, de seguir honrando a la vida.
¿Cuáles
son los frutos que recogen ustedes y nos han regalado a lo largo de los últimos
40 años?
Para
empezar la fuerza de una identidad política. La identidad como sentido de pertenencia
a un colectivo, como la capacidad de proyectarse y reconocerse en el otro. Pues
bien, de la suma de sus historias políticas personales ustedes han logrado
proyectar un perfil de militante que mucho escasea en nuestro país: gente
honesta que de manera terca y desde sus trincheras, insiste, con los medios a
su alcance, en hacer prevalecer el bien común por encima del egoísta interés
individual. Militantes que desde sus propias experiencias, se forjaron al calor
y con el ejemplo de sus fundadores. De las duras luchas de los trabajadores con
Demetrio Vallejo como cabeza emblemática; al calor y con el ejemplo de las
duras luchas estudiantiles de 1968 por las libertades políticas con el
liderazgo de Heberto Castillo, también por la defensa de la soberanía nacional;
al calor y con el ejemplo del amor por las creencias, las ideas, la razón y el
conocimiento que nos hacen libres de Luis Villoro, quien hoy nos honra con su
presencia. Me sumo al homenaje que en este acto se le hace al filósofo que más
allá de la lucha por construir una nación independiente,
desentrañó la lucha de clases en nuestra guerra de independencia; al pensador que
supo entender el carácter liberador de la lucha por la autonomía indígena,
seguramente porque su obra y su persona son la síntesis de la filosofía de la
praxis, del creer y del conocer, del entender y explicar, para transformar la
realidad, lo cual le ha permitido ser de manera excepcional un filósofo que muy
lejos de cualquier torre de marfil ha explicado y acompañado las luchas del
pueblo. Pocos filósofos como Luis Villoro han dado vida a la tesis de Marx: "Los
filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de
lo que se trata es de transformarlo". Orgullosas y orgullosas deben
sentirse de tener a su lado a tan emblemáticos luchadores desde las trincheras
más significativas, para hacer de México una casa de libertades y de justicia.
Cuando
digo que ustedes han construido y proyectado un perfil de militante honesto,
digo y reconozco un hecho muy importante para la política en el que me quiero
detener. Para la política como síntesis de voluntades y acciones con vocación
de poder, del poder al servicio del bien común. Si esa política no se sostiene
en la ética, en los valores, será una política fracasada en sus intentos
liberadores. La honestidad es el mejor muro, la mejor valla, la mejor defensa
en contra de las pretensiones de hacer de la política una mercancía. Por
desgracia en nuestros tiempos esos muros, esas vallas han sido derruidos, y los
partidos de izquierda, como aparatos burocráticos y lejos de la mayoría de sus
militantes, han quedado presos del falso mundo de las mercancías. Se rindieron
al fetiche de pensar que si el poder se basa en el dinero, es necesario
disponer de dinero, de recursos financieros para luchar contra ese poder.
Ustedes
saben que llegué a la construcción del PRD sin una previa militancia partidaria,
sin la experiencia de las luchas sociales y políticas –más allá del radicalismo
de la lucha armada- de las que ustedes, a la hora de fundar el PRD, estaban ya
doctorados. En aquellas jornadas de fundación del PRD, fue para mí muy
reveladora la indignación y protesta de Heberto Castillo, cuando frente a la
necesidad de desplegar alguna campaña que se leía como necesidad de recursos
económicos, Heberto recordó y reclamó volver a las prácticas de la vieja
izquierda, cuyos luchadores trabajaban con sus propios y pobres recursos; como
en el caso de mi querido y recordado amigo Alfredo del Valle y mi querido y
presente amigo Javier Santiago, quienes en un auto destartalado y con un
magnavoz, transitaban por las polvorientas calles de pueblos igualmente
polvorientos, para llamar a la formación de un nuevo partido, el PMT. Recuerdo
este hecho citado por Heberto en alguno de sus artículos publicados en la
revista Proceso, y nadie mejor que ustedes sabe que la construcción del PMT
estuvo hecha gracias a miles de estos esfuerzos limpios y honestos. Gracias por
esas lecciones.
Además de
esa identidad política estamos celebrando que ustedes son los arquitectos, los constructores
de uno de los partidos más importantes de la izquierda mexicana, de tradición
no marxista. Ese que nació “de la entraña del pueblo”, como en su más reciente
artículo Jose Luis Hernández –otro militante de hierro- citara a Heberto en su
discurso de fundación. Pero para salir de la entraña del pueblo se necesita ir
al pueblo, así lo hicieron ustedes cuando en 1972 y 1973 recorrieron el país
con su Comité Nacional de Auscultación y Coordinación, para finalmente decidir
en su Congreso de hace 39 años la aprobación de sus documentos básicos.
Mientras todo eso hacían ustedes, otras y otros andábamos
tratando de cambiar el mundo de la noche a la mañana y mirábamos de soslayo y
hasta con desconfianza a ustedes en esos sus afanes. Se necesita ciertamente
venir de la entraña del pueblo para de manera pacífica enfrentar al represor autoritarismo
de un régimen de partido de Estado como el de aquellos años; se necesita venir
de ahí, de la entraña del pueblo, para fortalecerse y luchar después de la
masacres de estudiantes y después de las represiones que ustedes y sus
dirigentes habían sufrido. Pero de eso está hecha la entraña del pueblo, de
resistencia y de inteligencia para seguir tomando la iniciativa de la defensa de
las garantías individuales y de los derechos sociales.
Porque también
eso aprendimos de ustedes, levantar como bandera el pleno respeto a la
legalidad, al Estado de Derecho. No porque otros partidos de izquierda no lo
hubiesen reclamado, pero su tradición nacionalista no marxista les permitió
reivindicar en toda su magnitud la revolución de 1910 y sus conquistas
plasmadas en la Constitución de 1917, para hacer de ellas sus banderas. No en
balde el logo que ustedes se dieron como identidad gráfica es un signo de la mexicanidad
en movimiento. Porque efectivamente, si con la ley en la mano se oprime al
pueblo, la gran contradicción de la burguesía es que esas mismas leyes reclaman
su espíritu universal, por eso, cuando el pueblo las toma en sus manos se
vuelven más subversivas que cualquier otra arma. Pero eso se aprende con el
tiempo, en mi rectificación para pasar a la lucha pacífica, muchas experiencias
y vivencias me hicieron reflexionar, la de ustedes fue una muy importante.
Otra
aportación que ustedes hicieron fue la capacidad de sumar acciones para hacer
crecer la presencia político partidaria de la izquierda: Haber acordado la
creación del PMS es una de estas lecciones unitarias, y después, la decisión de
Heberto de declinar su candidatura a favor de Cuauhtémoc Cárdenas fue una
inteligente y humilde decisión que permitió hacer crecer la campaña de 1988,
para que se convirtiera en lo que fue: un parteaguas histórico. Lástima que en 2006,
cuando fue el momento para que Cuauhtémoc mostrara la misma inteligencia y
humildad en relación a la candidatura de López Obrador, esto no haya sucedido,
y se haya debilitado la posibilidad de un triunfo de la izquierda para acceder
al poder presidencial. Otras posibilidades se construirán.
Y dentro
de las aportaciones de lo que ustedes representan para la izquierda mexicana,
una fundamental ha sido la comprensión de la lucha por la autonomía indígena
inciada en 1994 con el surgimiento del EZLN que Heberto Castillo y Luis Villoro
tan bien acompañaron, cada uno desde su trinchera.
Así pues,
lo que está detrás de esta celebración, de este aniversario, son las
aportaciones que ustedes han hecho a la izquierda mexicana: identidad en torno
a los valores de la honestidad como ética política; en torno del amor a las
ideas como instrumento de conocimiento para ser libres; el mismo que les
permitió no sólo conocer, sino reconocer en la lucha por la autonomía indígena
el semillero de un nuevo proyecto de nación. Identidad política también en
torno a su experiencia de arquitectos de partidos que se construyen desde
abajo; también en torno del reconocimiento de las viejas conquistas del pueblo
que hizo la primera revolución social del siglo XX para reivindicarlas y
actualizarlas de manera democrática como banderas de lucha pacífica y
legal; por último pero seguramente no sólo de todo esto, una identidad hecha
también de su vocación unitaria.
Y con
toda esta valiosísima experiencia, ¿Qué para adelante? ¿Qué para adelante en un
México que se nos desbarata entre las manos: con una tasa de crecimiento
promedio anual que lo coloca en el sótano de los países de América Latina
después de haber sido el milagro económico de la región; con un deterioro del
salario mínimo real que acumula ya el 72.4% en relación a 1976. Aquí no se
necesitó de dictaduras militares para imponer este sacrificio a la clase
trabajadora, aquí no fueron necesarios gobiernos de facto, bastó que el
gobierno, del PRI y después del PAN, es decir con todo y alternancia, y ahora
otra vez del PRI, continuaran apoyándose en el pilar del corporativismo y en la
ausencia de libertad y democracia sindicales, esto es en la ausencia de auténtica
representatividad de las organizaciones de los trabajadores; también que
continuaran apoyándose en el clientelismo político que pervierte la
organización social de diferentes sectores y su condición de ciudadanos dignos,
donde los derechos son convertidos en moneda de cambio electoral.
Es una
tristeza, una gran tristeza que los partidos de izquierda sigan fortaleciendo
esas perversas instituciones y de esa manera sigan frustrando la transición
democrática para reducirla a simple alternancia de partidos en el poder; esos
cambios, insuficientes aún, que tantos sacrificios han costado al pueblo. Y
también es una tristeza, una gran tristeza ver sumido al país en la violencia
producto de la delincuencia organizada, producto de la colusión de las
autoridades con esa delincuencia, y producto también de la necesidad de los
miles de excluídos del sistema económico que encuentran cobijo, no solo en la
migración hacia EUA, sino también en el espacios de esta gran y rentable
industria que es el narcotráfico y sus productos aledaños.
Por eso,
cuarenta años después de haber fundado uno de los partidos de izquierda más importantes
de México, y después de toda la experiencia acumulada, ustedes se preguntarán
¿Y qué para adelante?
Su
invitada a esta importante celebración, se ha tomado la libertad de traerles
una humilde propuesta: en homenaje a sus luchas y a las de tantos militantes de
izquierda en este país que ofrendaron sus vidas y su libertad por un México
justo y democrático, y por el rescate de este país que cada día nos es más
ajeno; les propongo que pensemos, que discutamos, que reflexionemos sobre la
formación de un nuevo partido. Pero no se sorprendan, no hablo de un partido
tradicional, no de un partido más que se sume a la crisis nacional e
internacional de representatividad de los viejos partidos.
Tuvimos
la fortuna de llegar al siglo XXI, de las experiencias de lucha del siglo XX
mucho hemos aprendido, no repitamos los mismos errores. No se trata de un
partido más que se suma al obsoleto sistema de partidos, ese que viene de las
entrañas del viejo régimen, sino de uno que se alimente de los grandes cambios
sociales, de la mayor calidad y conciencia ciudadana, de la mayor y más ágil
capacidad informativa y de análisis, de la expansión de las redes sociales, de
las libertades de expresión y electorales conquistadas –porque no olvidemos,
nuestras luchas no han sido en vano-; de la globalización como
internacionalización de las luchas de los trabajadores, aun cuando les
disfrazan de mil maneras su condición asalariados; también de la jurisdicción internacional
de la justicia en la defensa de los derechos humanos; de las autonomías de los pueblos
indios, que aunque no reconocidas continúan transformando el quehacer social y
político.
Tienen ustedes muchos haberes y muchos saberes. No los echen a la borda.
Piensen en un partido que no sea tocado por el dinero; de un partido que se
escape a las redes mercantiles para tejer las redes de las voluntades y las
acciones por la transformación nacional. De un partido que no espere la bendición
del IFE para existir, y que tampoco dependa de los recursos públicos para su
financiamiento, de un partido en que la política sea haga por el gusto de hacer
política, y por la necesidad de resolver problemas concretos, por un partido
que le regrese a la política su carácter de ser la esencia de la cual se
alimenta el alma, como dijo, o inventé que dijo, Aristóteles. De un partido que
sea Nuestro Partido.
Nuestro Partido tendría que ser la suma de voluntades de hombres y mujeres
libres, que reproduzcan y alimenten su acción cotidiana mediante el desarrollo
de su identidad política a través de la acción colectiva para resolver los
diferentes problemas concretos que como sociedad enfrentamos. De un partido de
carácter internacional, de un partido abierto a la militancia en otros
partidos, abierto también al registro de candidaturas de sus militantes por
otros partidos. Un partido sin burocracias, sin hipócritas comisiones de
justicia, en donde la única sanción para el militante que no cumple con las
tareas acordadas es la sanción moral del ostracismo, del aislamiento, de la
marginación, de la no pertenencia.
Un partido vivo, cuyo programa se renueve y alimente cotidianamente a
través de la discusión de los problemas concretos en las diversas latitudes
geográficas y sociales del país, y que convoque a definiciones nacionales de
cara a las coyunturas políticas que así lo ameriten. En suma, un partido que
todos los días se construye desde abajo, porque en este país todos y cada uno
de los días la gente está luchando; sólo falta que esa lucha la reconozca y se
le reconozca como parte de una organización con identidad política propia.
Un partido sin registro legal que lucha por el cambio a través de
acciones legales y pacíficas, es un partido con vocación de poder, del poder
que no se enajena en aparatos partidarios o en puestos electorales, sino el que
se construye y simultáneamente se ejerce desde abajo en acciones colectivas.
Este poder es capaz de transformar instituciones y plasmar sus conquistas en ellas;
pero a buen resguardo se coloca –aún trabajando a su interior-, de no ser
devorado por las mismas, por una sencilla razón, su poder lo construye desde
abajo.
Quizás valga la pena discutir esta idea, ¿no les parece? Para ustedes que
tienen ya su red en internet será más fácil. Ustedes sabrán si le dan cobijo a
esta idea en su rico, fértil y experimentado territorio. Muchas gracias por su
experiencia, por sus aportaciones históricas a la izquierda mexicana. Gracias,
y de nuevo ¡Muchas Felicidades!
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