jueves, enero 31, 2013

Historia de vida en tiempos de muerte

  

Periodistas de a pie, encabezad@s por Daniela Rea y Marcela Turati, realizan este trabajo donde dan voz y matiz humano a víctimas y familiares de la guerra declarada por Calderón; no son los partes oficiales,  ni el conteo frío por parte de gobierno o medios. Son las palabras y los actos de los involucrados, hombres y mujeres como nosotros, como cualquiera, que se vieron sumergidos en la vorágine de dolor y muerte, pero que han resistido y subsistido aún sin saber cómo, con la esperanza de encontrar a sus desaparecidos, de dar justicia a sus muertos.

Sobre el tema de la privatización de Pemex, o del petróleo

 AMLO dice que Peña Nieto privatizará no Pemex sino el petróleo. Para leer la nota en http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2013/01/31/151912753-pri-no-privatizara-pemex-sino-el-petroleo-amlo

Sobre el tema, la Dra. Fernanda Campa, experta en geología, habla desde el 2008


Un cuento de Brecht


Si los tiburones fueran personas

El siguiente cuento me suena conocido … ¿A tí también?

Tiburones

Si los tiburones fueran personas [CUENTO]

Si los tiburones fueran personas harían construir en el mar unas cajas enormes para los pececillos, con toda clase de alimentos en su interior, tanto vegetales como animales. Se encargarían de que las cajas tuvieran siempre agua fresca y adoptarían toda clase de medidas sanitarias. Si por ejemplo, un pececillo se lastimara una aleta, le pondrían inmediatamente un vendaje de modo que el pececillo no se les muriese a los tiburones antes de tiempo. Para que los pececillos no se entristecieran, se celebrarían algunas veces grandes fiestas acuáticas, pues los peces alegres son mucho más sabrosos que los tristes.
Por supuesto, en las grandes cajas habría también escuelas. Por ellas los pececillos aprenderían a nadar hacia las fauces de los tiburones que andan perezosamente tumbados por alguna parte. La asignatura principal sería, naturalmente, la educación moral del pececillo. 

Se les enseñaría que para un pececillo lo más grande y lo más bello es entregarse con alegría, y que todos deberían creer en los tiburones, sobre todo cuanto éstos les dijeran que iban a proveer un bello futuro. A los pececillos se les haría creer que este futuro sólo estaría garantizado cuando aprendiesen a ser obedientes. Los pececillos deberían guardarse muy bien de toda inclinación vil, materialista, egoísta y marxista; y cuando alguno de ellos manifestase tales desviaciones, los otros deberían inmediatamente denunciar el hecho a los tiburones. 

Si los tiburones fueran personas, también habría entre ellos un arte, claro está. Habría hermosos cuadros a todo color de las dentaduras de los tiburones y sus fauces serían representadas como lugares de recreo donde se podría jugar y dar volteretas. Los teatros del fondo del mar llevarían a escena obras que mostrasen a heroicos pececillos nadando entusiásticamente en las fauces de los tiburones y la música sería tan bella que a su son los pececillos se precipitarían fauces adentro, con la banda de música delante, llenos de ensueños y arrullados por los pensamientos más agradables. Tampoco faltaría la religión.
Ella enseñaría que la verdadera vida comienza verdaderamente en el vientre de los tiburones. 

Y si los tiburones fueran personas los pececillos dejarían de ser, como hasta hora, iguales. Algunos obtendrían cargos y serían colocados encima de los otros. Se permitiría incluso que los mayores se comieran a los más pequeños. Eso sería delicioso para los tiburones, puesto que entonces tendrían a menudo bocados más grandes y apetitosos que engullir. Y los pececillos más importantes, los que tuvieran cargos, se cuidarían de ordenar a los demás. Y así habría maestros, oficiales, ingenieros de construcción de cajas, etc. En pocas palabras, si los tiburones fueran personas, en el mar no habría más que cultura. 

Cuento de “Historias de almanaque” de Bertolt Brecht