sábado, noviembre 05, 2011

viernes, noviembre 04, 2011

Narco secuestros sin límites. Sanjuana Martínez

Blanca Estela Flores, madre de Agnoldo Pavel Medina; secuestrado.

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SANJUANA MARTÍNEZ


Los privaron de su libertad, pidieron rescate y a ninguno regresaron: son los narcosecuestrados- desaparecidos, modalidad de violencia que genera multimillonarias ganancias al crimen organizado y a las autoridades coludidas; con 45 delitos diarios y más de 16 mil 500 casos al año, la cifra coloca a México en primer lugar mundial en secuestros.

Llegaron a las cuatro y media de la tarde con camión de mudanza, desprendieron la reja de la cochera y lo sacaron. “Se llevaron todo: camionetas, pantallas de plasma, computadoras, electrodomésticos, hasta los juguetes de los niños”, dice Blanca Estela Flores, madre de Agnoldo Pavel Medina, de 33 años, secuestrado-desaparecido el 2 de agosto del año pasado; por él pagó un millonario rescate y nunca lo regresaron.

Tiene 69 años, viste de negro con una camiseta que dice: “¿Dónde están?” La acompañan otras madres de familia, esposas, hermanas, abuelas, que en manifestación exigen resultados a las autoridades: “Dos días antes de entregar el rescate me lo pusieron en su Nextel. Escuché su voz. Me dijo: Hagan todo lo que les dicen, mamá, porque si no me van a matar. Y, efectivamente, se les dio todo lo que pidieron a los ocho días, pero nunca me lo devolvieron”.

Blanca Estela acompaña a un grupo de mujeres por la calle, grita con todos sus fuerzas, cierra los puños y clama desde lo más profundo de su ser con un lamento de voz desgarrado, inundado de lágrimas: “Pido un milagro sobrenatural, les pido a los que se lo llevaron, le pido al procurador, al Presidente, a Dios, que me lo regresen vivo; sus niños lo esperan, sus hermanos, su mujer… y yo, hijito de mi corazón” .

No puede continuar, se desvanece, otras compañeras la ayudan, se sienta. Toma agua. Respira profundo y empieza a hablar sin parar. Cuenta que ese día llegaron cinco hombres, uno encapuchado, los otros con la cara descubierta. Era lunes de mercado, las calles estaban llenas. Y había patrullas de tránsito de Guadalupe, Nuevo León, cuidando a los secuestradores. Lo sacaron en pantalón corto, amenazando a su mujer, Claudia Verónica: “Si lo denuncias, te vamos a matar con los niños”. Y saquearon la casa.

“Yo me sentía en un sueño. Así estuve dos meses”, dice Blanca Estela, hasta que a los dos meses se decidieron a interponer una denuncia en el campo militar de la séptima zona de Monterrey: “Nos sentimos vigilados, durante meses hemos tenido una patrulla en la esquina de la casa. Son los mismos, todos están de acuerdo”.

Añade: “Yo tengo fe, soy cristiana y por eso le pido al Señor un milagro sobrenatural para que me lo regrese, le digo: Padre, ¿por qué no me has contestado? No me dices nada, ¿por qué, Señor, no me contestas?” Y comenta que siente que su hijo está vivo porque lo sueña con frecuencia: “Es mi hijo menor; tengo ocho, pero él ha sido el más amado de todos sus hermanos. Buen padre, buen hijo”.

Agnoldo tenía un negocio de autoclimas, era hogareño; del trabajo a la casa y con muchos amigos, alegre. Blanca Estela hace recuento y recuerda cómo le ha cambiado la vida a toda la familia. Tiene 19 nietos, su esposo está enfermo de depresión, ya no sale. Y les dice que hubiera sido mejor que lo secuestraran en lugar de su hijo: “Yo rezo todo el día para que vuelva. Cuando como, pido por los secuestrados para que Dios les dé de comer, para que los alimente allí donde los tengan”.

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Próspera industria

Durante el presente año, sólo uno de cada 10 secuestros ha sido denunciados, según el “Informe sobre secuestro en México” del Consejo para la Ley y los Derechos Humanos, que sitúa a los estados del norte como los primeros en la estadística de este delito: “En ningún caso se ha recuperado a la víctima, no se ha localizado su cuerpo, por lo que permanecen como desaparecidos, pese a que en muchos casos han pasado ya tres años de su captura. El 60 por ciento de los casos ocurren en Tamaulipas, Chihuahua, Sonora, Sinaloa, Nuevo León”.


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Los mitos de la guerra de Calderón



Los mitos de la guerra de Calderón

(y Tercera parte)

4 noviembre 2011


Epigmenio Ibarra

La reiteración de una mentira, valiéndose de todo el poder del Estado, termina por transformarla en verdad, decía Joseph Goebbels, el poderoso ministro de propaganda del Tercer Reich.

Un ministro que pese a su enorme influencia no tenía los medios —la tv sobre todo— para orquestar el bombardeo propagandístico al que, diariamente, nos vemos sometidos los mexicanos.

A ese principio; el de convertir las mentiras en verdades, que tantas infamias, tragedias y guerras han provocado en la historia se ciñen Felipe Calderón Hinojosa y sus publicistas. Sus éxitos, para desgracia de la nación, no son menores en este terreno.

Lo digo porque hoy, lamentablemente, muchos mexicanos creen a pie juntillas la mentira, una de las más perniciosas de las que sostienen la guerra de Calderón, de que esas casi 50 mil muertes son resultado de ajustes de cuentas entre criminales.

Mucho me temo que el tristemente celebre “se matan entre ellos” ha ganado carta de naturalización, y al tiempo que se ha convertido en la coartada perfecta para asesinos de toda laya ha terminado de institucionalizar la impunidad.

Hay ciudadanos que, sin ningún recato, se pliegan a la costumbre calderoniana y sin mediar investigación policiaca ni proceso judicial alguno criminalizan a las victimas.

Hay ciudadanos que llegan incluso a celebrar, como si se tratara de una necesaria y valida operación de limpieza social, tantos asesinatos. Ciudadanos que ante las masacres, los decapitados han pasado del horror a la celebración.

Hay ciudadanos que, movidos por el miedo y el odio —dos caras de la misma moneda— han hecho suya la lógica de la eliminación del enemigo que rige la estrategia de combate militarizado al crimen organizado y comparten el celo fundamentalista y la intolerancia del propio Calderón.

Cuentan, estos ciudadanos que han caído en la emboscada propagandística gubernamental, las muertes como victorias. Son incapaces de medir como, con cada una de ellas, gana terreno el crimen organizado.

Creen que la muerte violenta de esos a los que, de tajo, tachan de enemigos fortalece a las instituciones y no se dan cuenta de cómo, en los hechos, están a punto de derrumbarse.

Tampoco se percatan de cómo, en la medida en que su intolerancia se acrecienta, van perdiendo la capacidad de asombro ante la barbarie y de cómo así se profundiza y acelera el proceso de descomposición social que pone en peligro nuestra viabilidad como nación.

Ignoran que cada asesinato, cometido por unos o por otros, hace mas largo y mas impracticable el camino para restaurar la paz. Mentira que la paz y la seguridad puedan levantarse sobre una pila de muertos.

Mentira también, muy conveniente para el régimen por cierto, que todas las víctimas sean criminales y en todo caso que sea la venganza y no la justicia la única manera de derrotar al crimen organizado.

Ningún sentido ya tienen, en este México de Calderón, las garantías constitucionales, el debido proceso. La sombra de la sospecha cae de inmediato sobre cualquier persona, no importa su historia, su condición cuando cae acribillado por las balas.

Costumbre se ha vuelto decir: “en algo andaría” en cuanto se sabe de algún asesinado. Razón suficiente para que las autoridades den carpetazo a su caso, desoigan los reclamos de justicia de los deudos y lo sumen, de un plumazo, a la lista de bajas de miembros del crimen organizado.

Lo cierto es que el “se matan entre ellos” sirve como cobertura para los escuadrones de la muerte que actúan al amparo y anuencia del poder.

Matar es fácil para cualquiera en este país incluso para oficiales y efectivos de las FA y los cuerpos policiacos. Mas fácil que presentar a los presuntos responsables de la comisión de delitos ante un aparato judicial cuya existencia, habida cuenta de las sentencias expeditas dictadas por el poder y avaladas por la población, ya no se justifica.

Matar es fácil; matar a cualquiera y por cualquier motivo en este “tiempo de canalla”, diría Lilian Hellman. Tiempo del que Felipe Calderón, como comandante en jefe a cargo del diseño y operación de la estrategia de combate al narco, es responsable.

Una estrategia que, por otro lado, ni conduce a la victoria ni tiene por objetivo consolidar la ya de por sí maltrecha democracia. No hay normalidad democrática posible entre tanta muerte. Referendo sobre distintos tipos de autoritarismo serán, si no hacemos algo, los comicios de 2012.

Esta guerra, por último, no se está ganando. No puede ganarse si no se atacan las fuentes de financiamiento del crimen organizado, si no se le disputa la base social y se le arrebatan con bienestar, educación y trabajo sus zonas de influencia.

No puede ganar esta guerra quien carece de legitimidad de origen y es incapaz, afecto como es a las rencillas electorales, de orquestar los necesarios y urgentes consensos internos y externos para enfrentar al crimen.

Consensos que no deben construirse sobre mitos y dogmas de fe. Consensos que no pueden ser resultado del engaño y menos todavía de la promoción de la intolerancia entre ciudadanos que le han perdido respeto al valor primordial; el de la vida.


http://elcancerberodeulises.blogspot.com

jueves, noviembre 03, 2011

MÁS DE 50,000 MUERTOS POR LA GUERRA ABSURDA DE CALDERÓN

DENUNCIAN: MÁS DE 50,000 MUERTOS 
POR LA GUERRA ABSURDA DE CALDERÓN

Integrantes de diversas asociaciones civiles montan un altar de muertos en la Plaza Morelos para recordar a las víctimas inocentes del narco.
Foto: Teresa González




El Norte, Monterrey,  México (3 noviembre 2011).- En protesta por las casi 50 mil muertes relacionadas con el crimen organizado, la corrupción y la negligencia, asociaciones civiles y políticas montaron ayer un altar de muertos en la Plaza Morelos.

Desde las 17:00 y hasta las 20:00 horas, los inconformes realizaron el homenaje dedicado "a los que no debieron morir" con fotografías de víctimas inocentes, recortes de periódicos, flores y carteles.


"Es un altar para los muertos que no debieron ser. Lamentablemente son muchas las muertes que estamos padeciendo en este sexenio, tanto homicidios como feminicidios, ciclistas, peatones, ecocidios", comentó Estefanía Bárcenas integrante de Resistencia Civil Pacífica y el Colectivo Juglaresas.


"Pero lo que ha traído más sangre y más muerte es la guerra absurda de Calderón. Este altar es para conmemorar a todas esas personas que no debieron haber muerto".


Al homenaje acudieron los padres y familiares de Gustavo Luján, joven presuntamente ejecutado por la Marina en su domicilio en una irrupción en la que habría sido confundido con un sicario.


También acudió la madre de José Humberto Márquez, quien después de ser detenido por la Policía de Santa Catarina el pasado 21 de marzo del 2010 y puesto a disposición de la Marina, apareció muerto y con huellas de tortura en un terreno baldío al día siguiente.


En la organización del altar participaron también CADHAC, Lupa, Comunidad Ágape y jóvenes Morena, entre otras.


"La estrategia de guerra no ha sido una vía eficaz para acabar con la violencia, sino al contrario, la ha generado. Al principio de este sexenio, el número de muertos era seis veces menor de lo que es ahora. ¿Cómo podemos decir que se está siendo eficaz?", cuestionó María Elena Padilla, de Resistencia Civil Pacífica.


"Exigimos que se cambie de estrategia a una más inteligente.


Hay centros de inteligencia, y que se siga la ruta del dinero".