lunes, marzo 03, 2008

RESPUESTAS DE LYDIA CACHO: ASILO POLÍTICO

Hace unos días me entrevistó el corresponsal de la agencia de noticias
EFE, durante nuestra charla me preguntó hasta donde, hasta cuando seguiré
dando la batalla. Entre mis respuestas le comenté sobre varias reuniones
con personajes internacionales que miran a nuestra patria, México, con
ojos de asombro y cariño a la vez. El año antepasado la revista Yo Dona de
España me otorgó un premio de Derechos Humanos y Periodismo, lo recibí de
una mujer a quien admiro profundamente: María Teresa Fernández de la Vega
Sanz, la Vicepresidenta de España. Ella conocía bien el caso (el de los
pederastas y pornografía infantil y por ende el del dúo dinámico del
coscorrón contra mi: Mario Marín-Kamel Nacif).

Luego de entregarme el premio, la vicepresidenta, en una charla emotiva me
ofreció con toda seriedad que en caso de que yo lo considerara
conveniente, bastaría con buscarla para solicitar asilo político en España
para seguir trabajando sin miedo a perder la vida. Le agradecí
infinitamente su oferta, en especial porque en aquel entonces no había
ganado la batalla legal a Kamel Nacif y pendía sobre mi cabeza la
posibilidad de pasar 4 años en prisión por haber escrito "Los demonios del
edén: el poder detrás de la pornografía infantil".

El año pasado, luego de una charla con diplomáticos representantes de
varios países de la Comunidad Económica Europea, recibí un ofrecimiento
del gobierno francés. Dado que mi madre nació en Lyón, yo automáticamente
puedo adquirir la nacionalidad gala, y con ello salir de México para
protegerme de la venganza de las mafias criminales a quienes retraté con
mi trabajo periodístico y a quienes he intentado llevar ante tribunales.
Luego de los múltiples llamados de Amnistía Internacional, de Human Rights
Watch y otros organismos internacionales, gente del Departamento de Estado
norteamericano, me hizo el mismo ofrecimiento. Hace un par de semanas una
extraordinaria mujer, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos Louise Arbour, me citó en un hotel de la Ciudad de México
para charlar sobre mi caso durante 20 minutos. En realidad estaba
perfectamente enterada de todo, simplemente me pidió que le explicara qué
había sucedido en la Suprema Corte de Justicia mexicana. Esta mujer de
mirada dulce ha sido Fiscal en Jefe para crímenes de guerra del Tribunal
Penal Internacional para Ruanda y del Tribunal Penal Internacional para la
ex Yugoslavia. Actualmente es jueza de la Suprema Corte de su país
(Canadá). ¿Cómo explicarle los 6 votos de la Corte a favor de Mario Marín
a una experta en leyes? Sería soberbio de mi parte intentarlo. Ella conoce
las llamadas telefónicas entre el "Gober precioso" y Kamel Nacif, también
las de Nacif y el pederasta Succar Kuri, por lo tanto su pregunta era
retórica, en realidad lo que me pidió fue que compartiera mi hipótesis de
lo que está detrás de los 6 votos que avalan la impunidad a redes de
pederastas y los 4 votos que nos dan esperanza. Cuando le dije que este es
un caso de las y los mexicanos, no de Lydia Cacho, y por eso no me
rendiría, me ofreció ayuda para entablar las denuncias en tribunales
internacionales, al despedirnos con un abrazo me ofreció en caso de
sentirme insegura- la asistencia para exiliarme.

¿IRSE O QUEDARSE EN MÉXICO?

He recibido cientos de correos, algunos me piden que me vaya del país y
otros me dicen que me quede, que no me raje, que no estoy sola. Los leo
todos, y quisiera tener el tiempo para responder a cada persona que se
tomó el tiempo de escribirme, de compartir sus preocupaciones, o sus
propias experiencias con la justicia mexicana.

Me escriben las familias de padres o hijos que fueron secuestrados,
algunos asesinados, otros sobrevivientes de la ambición criminal. Mujeres
y hombres que buscan angustiados a sus niños o niñas arrebatados por
"robachicos" en algún parque o esquina de México. Me escriben amas de casa
indignadas, empresarios que confiesan no tener mi valentía pero ser
solidarios, me escriben niñas de catorce años que no entienden, ni quieren
entender, la crueldad humana. Me escriben familiares, abogados, amistades
de cientos de víctimas de pederastas en todo el país. De un niño violado
en un colegio de los Legionarios de Cristo, de una niña violada por su
abuelo, de tres pequeños abusados por un político. Me escriben amigas y
amigos de la infancia a quienes les perdí la pista; desconocidos de
Barcelona, de Madrid, de Berlín, de Italia, de Portugal, de Dublín.
Compatriotas de Tijuana, de Torreón, de Nuevo León. Llueven correos de
Monjas que salvan niñas en La Merced, de chavos banda que piensan que soy
"una vieja a toda madre". Leo correos de mi sobrino Santiago que a sus 12
años descubrió que en su país hay una Suprema Corte y que se indigna
porque los Jueces y Juezas no puedan ver lo que "Un niño mexicano sí
entiende: que un gobernador ayudó a proteger a unos pederastas y
torturaron a Lydia Cacho por eso".

Recibo un correo de mi amiga Itzel, que me dice que ella no tiene mi
valentía. Y aquí el respondo que para ser valiente se necesita conocer el
miedo, y el mundo sería mucho mejor si hubiera menos personas valientes y
más personas felices y pacifistas.

No me voy, no voy a ninguna parte más que para adelante, hasta
esclarecerlo todo. Porque perdemos en los tribunales pero ganamos al
reivindicar el buen periodismo, nuestro derecho a conocer al verdad, a
rescatar la honestidad, la solidaridad y la cultura aplicada de nuestros
derechos humanos.

No me quedo en México por ser valiente, me quedo por dignidad. Ya nos han
arrebatado suficiente a millones de mexicanos y mexicanas.

Yo, Lydia Cacho, a las mafias político-empresarial

es-criminales no les
regalo mi libertad, ni mi derecho a estar cerca de mis amores y amistades.
No les regalo ni una pesadilla más en su nombre, no les doy mi enojo sino
mi paz interior; no les doy poder de ahuyentarme sino de saberse hombres y
mujeres de espíritu pequeño.

Cada año, 400 mil personas huyen de México expulsadas por la pobreza, la
violencia y la corrupción. No podemos seguir sumándonos al exilio
mexicano. Respeto a quienes eligen salir y cambiar su vida, abandonar la
patria es un acto de valentía. Somos millones quienes soñamos con un país
distinto, por eso sé, como ustedes me escriben, que no estoy sola.
Parafraseando al maravilloso poeta Eliseo Alberto, compañero de mirada
amorosa: "Si un minuto basta para morir, qué no va a ser suficiente para
cambiar".

Ellos, los corruptos y malos son en realidad muy pocos. Nosotras,
nosotros, en cambio, seguimos siendo mayoría, por eso no pierdo la
esperanza de que México pueda cambiar. Y por si las dudas, yo me quedo
aquí para celebrarlo.


Nota: Celebremos la postura digna y valiente de Lydia. Apoyémosla y apoyémonos con la fuerza de nuestro género pero también de nuestra humanidad.

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