jueves, diciembre 31, 2009

2010

La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar. Eduardo Galeano

Pues sí, ese fluir continuo que se llama tiempo está pasando por algo que llamamos inicio de un nuevo año, el 2010. En este espacio no quisimos ponernos sentimentales, melancólicos ni románticos con las fechas, porque, a final de cuentas, qué diferencia un día de otro si no es lo que vivimos, hacemos, dejamos de hacer, sufrimos, luchamos, soñamos. La importancia del final de una convención que se llama año 2009 es que termina un lapso aciago para millones de personas en el mundo, muchas de ellas en nuestro país. Intervalo de 365 días duro de sobrellevar, imposible para la sobrevivencia de no pocos, tiempo de persecución, de muerte, de hambre, de penurias. Mientras esto sea así, ¿con qué cara se pueden mandar mensajes de felicidad, prosperidad, éxito, buenaventuranza entre quienes son (somos) privilegiados en casi todos los sentidos? o peor aún: enviar buenos deseos a aquellos que han sido y son vìctimas de injusticias sin que parezca una burla cruel?

Lo que desde aquí enviamos es una nueva invitación, una conminación a emprender los cambios necesarios. Nadie nos va a regalar nada, tenemos que ser nosotros de manera organizada, consciente, y decidida. Una invitación a informarnos, a investigar la realidad, a reflexionar sobre ella a través del compromiso de reconocer del lado de quién estamos.

Resulta doloroso hacer un recuento de las agresiones y agravios vividos por los luchadores sociales y comunidades que han enfrentado designios de un gobierno que sigue la única lógica que considera acertada: servir los intereses de los capitalistas nacionales y extranjeros, coludidos con una clase política que deja hacer para salvaguardar también sus intereses.

La lucha la han dado primordialmente pobladores de comunidades afectadas en sus recursos naturales, por la pretensión o la consumación del despojo y/o contaminación de tierras y aguas, y destrucción del medio ambiente. En las urbes, medianas o grandes, la reacción de la población ante los abusos es muy otra: reducida, desorganizada. En las ciudades la gente no protesta, aunque sufra afectaciones a su patrimonio porque socialmente "no se ve bien" y prefieren los abusos al estigma social. Por tano, la solidaridad, es un bien social bastante escaso. De este modo, estamos dejando todo el peso de la resistencia y lucha contra el sistema a comunidades muy reducidas.

Debemos seguir tejiendo utopías: cuando tengamos el mismo sueño y la decisión de hacerlo realidad, otro mundo más humano y equitativo será posible. No es sólo el deseo, sino la voluntad.



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