miércoles, enero 09, 2013

Tomado de Economía y Sociedad, de Jorge Faljo

miércoles, 2 de enero de 2013

 

Depardieu y los impuestos en Francia

Jorge Faljo

Gerard Depardieu, el genial actor francés juega desde hace un par de semanas un papel que le disgusta. El del rico que abandona su país en crisis para pagar menos impuestos. Muchos otros lo han hecho sin llamar la atención pero en su caso el asunto se ha convertido en un tema de primera línea en periódicos, noticiarios de televisión y en las redes sociales. Sin desearlo convirtió en el centro de una intensa discusión sobre política fiscal, responsabilidades sociales e incluso patriotismo.

Su gran versatilidad como actor le ha permitido interpretar papeles humorísticos, dramáticos o de acción en 169 películas de todo tipo, con frecuencia como figura principal. Eso mismo lo convirtió en una figura central de la cultura y el arte de masas moderno en Francia. Le ha llevado incluso a recibir condecoraciones de importancia nacional como la Legión de Honor y la Orden del Mérito.

Ahora es el centro de un acalorado debate político social. No ha hecho nada ilegal. Solo que de manera muy controvertida decidió cambiar su lugar de residencia a Bélgica, a un kilómetro de la frontera de su país de origen y a dos horas de Paris. Pero Depardieu es una gran figura y todo lo que hace llama la atención. Así que cuando el primer ministro del gobierno francés, el Sr. Ayrault se enteró de su salida dijo que esa era una actitud “minable” palabra que se puede traducir como mediocre o miserable.

La respuesta del actor fue airada, muy de acuerdo a su personalidad. En una carta pública el actor declaró que el ministro no era alguien para señalarlo a él en particular, que se consideraba “ciudadano del mundo” y no del mismo país que el ministro. También anunció que entregaba su pasaporte francés y su identificación del seguro social. Planea solicitar pasaporte y seguro social en Bélgica.

La razón del disgusto de Depardieu son los impuestos que paga en su país. Dice que a lo largo de 45 años de carrera profesional ha pagado 145 millones de euros en impuestos (unos 2,465 millones de pesos) y que en el 2012 pago al fisco el 85 por ciento de sus ingresos. También alega que proporciona empleo a 80 personas. Los medios franceses consideran que el porcentaje pagado este año es inverificable; pero ¿es posible?

El verdadero problema de Depardieu fue el impuesto de 1.8 por ciento a la fortuna que excede el millón de euros (unos 17 millones de pesos). Sabemos que tiene una gran residencia, un castillo, viñedos, dos restaurantes, una pescadería, una importante colección de obras de arte, varias empresas e inversiones financieras. Una parte de estas propiedades es fortuna improductiva que paga impuestos.

Por ejemplo su casa. Vive en una residencia parisina valuada en 50 millones de euros (unos 850 millones de pesos). Lo que le implicó pagar más de 15 millones de pesos de impuesto a la fortuna por una propiedad que no le da ingresos. Su colección de obras de arte es otro ejemplo; conservarla es muy caro aunque puede negociar con ella. Hace unos meses vendió una pintura de Miró en un millón de euros.

Inició negocios y creó empleos por razones distintas a las de obtener ganancias. Cuando no encontró ostras frescas cerca de su casa decidió abrir su propia pescadería; puso dos restaurantes para vender sus propios vinos; rescató una peluquería en apuros. Todo lo cual lo ha hecho un vecino muy apreciado en su barrio. Sin embargo estas inversiones son fortuna que paga impuestos haya o no ganancias.

Un cálculo aventurado nos diría que Depardieu posiblemente habrá pagado unos sesenta o más millones de pesos por fortuna acumulada; aparte los impuestos al ingreso. Si la primera es mucha puede ocurrir lo que el señala; una gran proporción de su ingreso corriente dedicada al pago de impuestos.

El caso es que el actor ha decidido emigrar, vender su residencia y tal vez otras propiedades y negocios. Ahora vivirá en Bélgica, en un pueblo fronterizo donde se han asentado varios grandes multimillonarios franceses. Otros se han ido a Suiza, Inglaterra, Irlanda o los Estados Unidos; muchos más están preparando sus maletas con la mayor discreción posible. También los hay que se quejan pero seguirán en su país.

Algunos funcionarios gubernamentales les señalan su lejanía de los ideales de la república francesa: libertad, igualdad, fraternidad. Dicen que es lógico que los que ganan mucho paguen mucho. A Depardieu le recuerdan que él ha sido uno de los principales beneficiados de una política cultural que durante décadas ha subsidiado de manera importante, con recursos públicos, la producción y difusión del cine francés.

Depardieu, por ser quien es, y sin desearlo, se convirtió en el ejemplo evidente de la actitud de un grupo que abandona a su sociedad cuando la mayoría de sus compatriotas se empobrece, sus empleos se deterioran, sus vidas se hacen inseguras y el estado pierde capacidades para proporcionar servicios y apoyos públicos.

Francia ha decidido contrarrestar el deterioro de la economía real, el bienestar mayoritario y las capacidades públicas elevando los impuestos de los muy ricos. Esto ciertamente da lugar a controversias, dificultades de instrumentación y aprendizajes importantes. No es un caso único; de hecho son cambios de fondo que también se discuten en el resto de Europa, los Estados Unidos, China y muchos otros países.

Comparado con ellos México es un paraíso fiscal donde los muy ricos y las grandes empresas prácticamente no pagan impuestos. Presumimos de la entrada de capitales que nos llegan precisamente por estas condiciones de privilegio pero que en nada mejoran la situación de la mayoría.

Somos campeones en generar grandes fortunas en medio de la expansión de la miseria y la violencia. Tres lados del mismo triangulo que nos urge transformar pronto no como un asunto de equidad sino de sobrevivencia. Necesitamos el talento empresarial productivo acompañado de verdadera responsabilidad social para salir adelante. De otro modo este país será cada vez más inhabitable para todos. 

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