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divulgación me interesa promover. Son reflexiones sobre temas de
economía y sociedad de México e internacional. Autorizo su publicación
integral.
miércoles, 2 de enero de 2013
Depardieu y los impuestos en Francia
Jorge Faljo
Gerard Depardieu, el genial
actor francés juega desde hace un par de semanas un papel que le disgusta. El
del rico que abandona su país en crisis para pagar menos impuestos. Muchos otros
lo han hecho sin llamar la atención pero en su caso el asunto se ha convertido
en un tema de primera línea en periódicos, noticiarios de televisión y en las
redes sociales. Sin desearlo convirtió en el centro de una intensa discusión
sobre política fiscal, responsabilidades sociales e incluso patriotismo.
Su gran versatilidad como
actor le ha permitido interpretar papeles humorísticos, dramáticos o de acción
en 169 películas de todo tipo, con frecuencia como figura principal. Eso mismo
lo convirtió en una figura central de la cultura y el arte de masas moderno en
Francia. Le ha llevado incluso a recibir condecoraciones de importancia
nacional como la Legión de Honor y la Orden del Mérito.
Ahora es el centro de un
acalorado debate político social. No ha hecho nada ilegal. Solo que de manera
muy controvertida decidió cambiar su lugar de residencia a Bélgica, a un kilómetro
de la frontera de su país de origen y a dos horas de Paris. Pero Depardieu es
una gran figura y todo lo que hace llama la atención. Así que cuando el primer
ministro del gobierno francés, el Sr. Ayrault se enteró de su salida dijo que
esa era una actitud “minable” palabra que se puede traducir como mediocre o
miserable.
La respuesta del actor fue
airada, muy de acuerdo a su personalidad. En una carta pública el actor declaró
que el ministro no era alguien para señalarlo a él en particular, que se
consideraba “ciudadano del mundo” y no del mismo país que el ministro. También
anunció que entregaba su pasaporte francés y su identificación del seguro
social. Planea solicitar pasaporte y seguro social en Bélgica.
La razón del disgusto de
Depardieu son los impuestos que paga en su país. Dice que a lo largo de 45 años
de carrera profesional ha pagado 145 millones de euros en impuestos (unos 2,465
millones de pesos) y que en el 2012 pago al fisco el 85 por ciento de sus
ingresos. También alega que proporciona empleo a 80 personas. Los medios
franceses consideran que el porcentaje pagado este año es inverificable; pero ¿es
posible?
El verdadero problema de
Depardieu fue el impuesto de 1.8 por ciento a la fortuna que excede el millón
de euros (unos 17 millones de pesos). Sabemos que tiene una gran residencia, un
castillo, viñedos, dos restaurantes, una pescadería, una importante colección
de obras de arte, varias empresas e inversiones financieras. Una parte de estas
propiedades es fortuna improductiva que paga impuestos.
Por ejemplo su casa. Vive en
una residencia parisina valuada en 50 millones de euros (unos 850 millones de
pesos). Lo que le implicó pagar más de 15 millones de pesos de impuesto a la
fortuna por una propiedad que no le da ingresos. Su colección de obras de arte
es otro ejemplo; conservarla es muy caro aunque puede negociar con ella. Hace
unos meses vendió una pintura de Miró en un millón de euros.
Inició negocios y creó
empleos por razones distintas a las de obtener ganancias. Cuando no encontró
ostras frescas cerca de su casa decidió abrir su propia pescadería; puso dos
restaurantes para vender sus propios vinos; rescató una peluquería en apuros.
Todo lo cual lo ha hecho un vecino muy apreciado en su barrio. Sin embargo
estas inversiones son fortuna que paga impuestos haya o no ganancias.
Un cálculo aventurado nos
diría que Depardieu posiblemente habrá pagado unos sesenta o más millones de
pesos por fortuna acumulada; aparte los impuestos al ingreso. Si la primera es
mucha puede ocurrir lo que el señala; una gran proporción de su ingreso corriente
dedicada al pago de impuestos.
El caso es que el actor ha
decidido emigrar, vender su residencia y tal vez otras propiedades y negocios. Ahora
vivirá en Bélgica, en un pueblo fronterizo donde se han asentado varios grandes
multimillonarios franceses. Otros se han ido a Suiza, Inglaterra, Irlanda o los
Estados Unidos; muchos más están preparando sus maletas con la mayor discreción
posible. También los hay que se quejan pero seguirán en su país.
Algunos funcionarios
gubernamentales les señalan su lejanía de los ideales de la república francesa:
libertad, igualdad, fraternidad. Dicen que es lógico que los que ganan mucho
paguen mucho. A Depardieu le recuerdan que él ha sido uno de los principales
beneficiados de una política cultural que durante décadas ha subsidiado de
manera importante, con recursos públicos, la producción y difusión del cine
francés.
Depardieu, por ser quien es,
y sin desearlo, se convirtió en el ejemplo evidente de la actitud de un grupo
que abandona a su sociedad cuando la mayoría de sus compatriotas se empobrece,
sus empleos se deterioran, sus vidas se hacen inseguras y el estado pierde
capacidades para proporcionar servicios y apoyos públicos.
Francia ha decidido
contrarrestar el deterioro de la economía real, el bienestar mayoritario y las
capacidades públicas elevando los impuestos de los muy ricos. Esto ciertamente da
lugar a controversias, dificultades de instrumentación y aprendizajes
importantes. No es un caso único; de hecho son cambios de fondo que también se
discuten en el resto de Europa, los Estados Unidos, China y muchos otros
países.
Comparado con ellos México es
un paraíso fiscal donde los muy ricos y las grandes empresas prácticamente no
pagan impuestos. Presumimos de la entrada de capitales que nos llegan
precisamente por estas condiciones de privilegio pero que en nada mejoran la
situación de la mayoría.
Somos campeones en generar
grandes fortunas en medio de la expansión de la miseria y la violencia. Tres
lados del mismo triangulo que nos urge transformar pronto no como un asunto de
equidad sino de sobrevivencia. Necesitamos el talento empresarial productivo
acompañado de verdadera responsabilidad social para salir adelante. De otro
modo este país será cada vez más inhabitable para todos.
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