lunes, febrero 25, 2013

Los derechos humanos



Los Derechos Humanos. 

María Elena Padilla, 
RCP NL

El concepto de Derechos Humanos pareciera ser autoexplicativo: los derechos que posee cada uno de los miembros de la humanidad. Por eso mismo quizá haya malinterpretaciones, porque lo que se sobreentiende varía entre los diferentes grupos sociales y los individuos que la conforman. Esto es, no hay que dejar nada a la obviedad, recordemos que Aristóteles (y con él, la sociedad griega de su tiempo) consideraba la esclavitud como una condición natural y  con ella la certeza de que los esclavos pudiesen ser felices (sin mencionar –por supuesto- la felicidad que daba a los patricios el trabajo esclavo). Pensamiento que compartieron los dueños de las plantaciones sureñas de E.U. casi hasta fines del siglo XIX. La libertad del hombre como un derecho, nos resulta ahora un hecho incontestable, pero es un derecho que fue conquistado a través de luchas encabezadas por movimientos libertarios u abolicionistas.

Con el ejemplo anterior hemos querido poner de manifiesto que el género humano requiere de condiciones para tener una vida digna y plena, y para alcanzarlas, comúnmente se suele necesitar dar luchas más o menos sangrientas, más o menos largas. Es decir, nadie nos regala o concede nuestros derechos, sino que el intelecto, la razón, la voluntad, van develando los requerimientos para mejorar nuestra vida (la de la humanidad), y hemos de lanzarnos a batallas para alcanzar nuestro cometido. ¿Por qué batallas? Pues porque hay grupos a quienes les va muy bien dejando las cosas como están, aunque eso signifique que haya otros grupos cuya vida carezca de garantías o pisos mínimos donde plantarse.

Históricamente, tenemos a la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, producto de la Revolución Francesa (1789);  la Declaración de Séneca Falls (Nueva York, 1848) donde se reivindican los derechos de las mujeres;  la Declaración Universal de los Derechos Humanos (Asamblea General de la ONU, 1948), y las Constituciones o Cartas Magnas de los países, que garantizan una serie de derechos, la de México en 1917, y 1957. Además, existen una serie de Pactos Internacionales de Derechos Humanos y sus Protocolos, la Carta Internacional de Derechos Humanos, la mayoría de ellos son tratados internacionales que obligan a los Estados firmantes a cumplirlos.

¿Esto quiere decir que la humanidad toda puede dormir tranquila porque hay tratados, pactos y declaraciones que hablan de sus derechos? No por mucho. Pero tampoco es de ignorar la serie de leyes y acuerdos logrados, que no son perfectos pero son piso para de ahí continuar.  Que los gobiernos no los aplican o los aplican mal , o no resuelven a favor de quienes dicen defender, o no acatan resoluciones internacionales, etc. son hechos incuestionables. Entonces, ¿no sirven y hay que tirarlos a la basura? Nada de eso. Hay que aprovechar los medios con que se cuenta para defendernos, resistir y persistir; pero ello implica nuestro involucramiento. Desde el desconocimiento y la apatía no hay logros posibles.

En nuestro país hemos sufrido de una violencia exacerbada: muerte, sangre, dolor diario de conciudadanos conocidos o no. Lo que digamos es poco. Nos ahoga la impotencia de salir de una prisión impuesta por la desconfianza y la  inseguridad. Nos hemos encerrado tras rejas de miedo o indiferencia. Es necesario volcarnos hacia lo humano, a recomponernos como sociedad. Habrá que seguir  intentando arrancar  nuestros derechos a quienes nos los han arrebatado o conculcado: el derecho a la vivienda, a la alimentación nutritiva, a la educación laica, gratuita y de calidad, al agua, a espacios públicos verdes y sanos, a la recreación inteligente, a la salud integral, al trabajo bien remunerado. Igualmente podemos exigir el derecho a una vida sin violencia, de respeto al diferente, de real libertad de conciencia, del libre ejercicio democrático.

Siempre habrá quien diga que no se puede, que no hay presupuesto que alcance, que todo lo queremos regalado y por eso no lo apreciamos. Habrá que recordarles que las arcas se han vaciado para incrementar las cuentas bancarias de inescrupulosos funcionarios pero también empresarios, que los recursos se han ido por el caño de la ineptitud y de la corrupción, que necesitamos que los bienes que aún existen y producimos  no tengan el mismo fin depravado e inequitativo.


Tenemos que defender nuestros derechos, pero para ello debemos saber cuáles son, qué instrumentos y vías legales podemos usar, qué obstáculos podemos encontrar y cómo sortearlos, qué agentes o grupos pueden ser nuestros aliados. Y aquí llego a donde quería: los centros de defensa de los derechos humanos, que son organizaciones creadas para defender a personas o grupos vulnerables por situación de pobreza, marginalidad, persecución u hostigamiento. Acerquémonos a estos grupos y preparémonos, convirtámonos en defensores, en observadores, en elementos de apoyo solidario.

Desde aquí, agradecemos y reconocemos al Centro Prodh, por su compromiso y trabajo para la consecución de Justicia. Recién estuvo en la ciudad el grupo formado por Víctor, Aracely, Pilar y Andrés, profesionistas jóvenes, expertos, que nos compartieron conocimientos, información, puntos de vista, sugerencias para abordar los problemas,  logrando involucrarnos en sus dinámicas para el acercamiento al tema. Su juventud aunada a su compromiso nos hace pensar que hay esperanza para este país.

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