Jenaro Villamil
MÉXICO, D.F., 18 de mayo (apro).- El sábado 15 de mayo, a las 14:16 horas, unas cuantas líneas escritas por Manuel Espino, exdirigente nacional del PAN, incendió la pradera informativa y determinó lo que ya se ha convertido en un enredo de altas dimensiones y que amenaza, como ningún otro caso, la “imagen” del gobierno de Felipe Calderón y la relación ambigua con los medios oficiosos, en especial con Televisa.
“Hay mucho rumor sobre la desaparición del Jefe Diego, me dicen que está muerto y el cuerpo en el campo militar de Querétaro. Muy lamentable!”, esas fueron las palabras de Espino que se difundieron en la red social de Twitter.
Una hora antes, un portal informativo de Querétaro dio la primera versión sobre la desaparición del excandidato presidencial de 1994. A las 13:44 horas, la versión on line del periódico Reforma difundió un reporte insistiendo en la “desaparición” de Fernández de Cevallos, pero induciendo la versión hacia el secuestro. La nota advirtió que “fuentes de la delegación de la PGR en Querétaro” confirmaron que Diego “fue privado de su libertad” y que su camioneta fue hallada en el municipio de Pedro Escobedo.
A partir de ese momento, el enredo creció en los medios porque estaban tres versiones en juego: ejecución, desaparición o secuestro. Ninguna autoridad asumió la versión oficial en las primeras horas claves del suceso.
La Procuraduría General de la República emitió tres comunicados que no aclaraban nada. Simplemente todo el aparato oficial de Los Pinos se orientó a desmentir la versión difundida por Manuel Espino en Twitter y relanzada a todas las redes sociales y versiones online de los periódicos. El propio Espino se desdijo y lamentó su compulsión twittera, pero el daño ya estaba hecho.
Si se quería aminorar el impacto de una situación dudosa, el gobierno federal consintió –y quizá ordenó– que de manera extraordinaria se difundiera un segmento de “Ultimas Noticias”, el sábado a las 22 horas, en el canal 2 de Televisa, el de mayor audiencia en toda la pantalla de televisión abierta. El reporte sólo tuvo un tema: Diego Fernández de Cevallos.
La información confirmaba la desaparición física del dirigente panista, mostró imágenes del rancho La Cabaña, desplegó los tres boletines de la PGR y desmintió, sin citar la fuente, las versiones que habían proliferado sobre su posible ejecución y que su cuerpo se encontrara en el campo militar de Querétaro.
La transmisión especial informativa despertó los focos rojos en todos los ámbitos políticos e informativos. ¿Por qué la desaparición de Fernández de Cevallos mereció un tratamiento extraordinario, aun cuando ningún vocero oficial asumía una versión clara de los sucesos?
Desde ese momento, el Jefe Diego se convirtió en el mensaje. Queriendo minimizar el impacto sobre su gobierno, la administración de Calderón acabó sobredimensionando las versiones sobre la desaparición o secuestro del excandidato presidencial y, lo peor, se enredó a tal grado que el caso ensombreció la visita del primer mandatario a España.
Sin que la PGR lo hubiera confirmado, Felipe Calderón afirmó en Santander que la desaparición de Diego se trataba de un “secuestro” y, por si fuera poco, teorizó sobre los riesgos de “colombianización” en México.
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