lunes, noviembre 29, 2010

La cumbre y el cambio climático



Cancún no debe ser un Copenhagen Accord Parte II

El Estado Plurinacional de Bolivia considera que es fundamental mantener el proceso multilateral en la COP 16 evitando la aparición de documentos que no son negociados por todas las partes tal como ocurrió en Copenhaguen. (27/11/10)


Cancún: Los pequeños agricultores y la agricultura a pequeña escala enfrian el planeta

La Vía Campesina, como movimiento con millones de pequeños agricultores y productores de todo el mundo, afirma que es hora de cambiar radicalmente nuestra forma de producir... (26/11/10)




Cambio climático y derechos humanos

Miguel Concha

El derecho humano al medio ambiente sano es una garantía reconocida muy reciente, que se encuentra aún en construcción. El primer instrumento internacional que lo acepta de manera explícita es el Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre Derechos Humanos en materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, también identificado como Pacto de San Salvador, que en su artículo 11 señala: “Toda persona tiene derecho a vivir en un medio ambiente sano y a contar con servicios públicos básicos […]”.

Debido a que el modelo de producción actual implica un uso intensivo de recursos naturales, existen fuertes preocupaciones por el deterioro ecológico y el daño que en los países se está causando al medio ambiente. Entre estas se encuentran el cambio climático, el cual es producto de la concentración de gases de efecto invernadero (GEI) que alteran la composición química de la atmósfera y generan el calentamiento global. Los efectos más devastadores de dichos fenómenos se presentan en las regiones polares y en los países menos desarrollados, siendo los más vulnerables aquellos grupos de población en situación de pobreza o discriminación, como indígenas, trabajadores del campo, mujeres, personas de la tercera edad, niños y niñas.

Entre dichos efectos se han señalado: pérdida de la biodiversidad y extinción de especies; escasez de alimentos; movilización masiva de personas; derretimiento de los glaciares; aumento en el nivel de los mares y océanos; incremento en intensidad y frecuencia de lluvias extremas, huracanes y sequías; incremento en enfermedades infecciosas así como más limitaciones al acceso a los recursos hídricos. Por ello, es indispensable que las emisiones de gases invernadero disminuyan.

El próximo lunes dará inicio la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC). La ciudad de Cancún, Quintana Roo, será sede de los trabajos, que deberán concluir el 10 de diciembre; su finalidad es que los estados lleguen a acuerdos para la elaboración de una nueva Convención sobre Cambio Climático que sustituya al Protocolo de Kyoto, el cual entró en vigor en 2005 y estableció que los países industrializados deben bajar 5 por ciento –entre 2008 y 2012– sus gases de efecto invernadero, respecto a los niveles de 1990, lo que no se ha cumplido. Cabe destacar que Estados Unidos, responsable de 35.1 por ciento de las emisiones, no lo ratificó.

Existen muchas expectativas respecto a esta cumbre, sobre todo porque la conferencia que la antecedió (Copenhague, Dinamarca, en 2009) dejó como pendientes pasar de un acuerdo político a uno vinculante, en el que se establezcan metas de reducción de los GEI y se asuman responsabilidades compartidas, aunque diferenciadas, entre las naciones desarrolladas y en desarrollo, así como definir de manera concreta el monto del financiamiento para la prevención y adaptación al cambio climático. En la cumbre de Cancún también tendrá que darse solución a temas clave, como las respuestas de los estados ante las afectaciones sociales del aumento en la temperatura del clima y la transición hacia formas de energía menos contaminantes.

De acuerdo con información del gobierno de Quintana Roo, se espera a cerca de 3 mil delegados de 170 países y a más de 6 mil activistas y representantes de organizaciones ambientalistas y no gubernamentales. La principal preocupación es lograr que naciones como Estados Unidos, China, India y Brasil asuman verdaderos compromisos en la reducción de los gases de efecto invernadero. La Unión Europea, por ejemplo, se ha comprometido a recortar 20 por ciento sus emisiones para 2020, respecto a los niveles de 1990, y elevar esa proporción a 30 por ciento si otros países hacen lo propio. Sin embargo las propuestas de otras naciones industrializadas se ubican por debajo de dicho porcentaje.

Varios países latinoamericanos, entre ellos Venezuela y Bolivia, consideran que los desarrollados no tienen verdadero interés en disminuir sus emisiones de contaminantes y que buscarán chantajear y negociar de manera paralela con otras naciones para evitar acuerdos más sustantivos. Han señalado además la importancia de hablar de justicia climática, pues consideran que los industrializados se han enriquecido a costa de explotar los recursos naturales de las naciones pobres y, por tanto, deben aportar recursos financieros para reparar el daño ambiental que han generado durante varias décadas. Respecto a México, país que contribuye con 1.7 por ciento de la emisión mundial de dichos gases, se prevé un escenario de destrucción, pobreza, desastres naturales e impacto económico negativo a causa del cambio climático.

Si bien durante la pasada cumbre de Copenhague el titular del Ejecutivo federal se comprometió a reducir 30 por ciento las emisiones de gases invernadero para 2020, no existe una política pública de respeto, cuidado y protección integral del medio ambiente que sustente tal promesa. En la cumbre de Cancún está en juego algo más que el lucimiento de México como país anfitrión, o lograr acuerdos para bajar las emisiones y revertir el cambio climático. Lo que se está discutiendo es el futuro del planeta y la sobrevivencia de la humanidad en condiciones dignas. Esperamos que los gobiernos estén a la altura de la magnitud de la tarea que se enfrenta. La sociedad lo está cada vez más.



Cambio climático: negociaciones al límite

Homero Campa

A partir de hoy lunes, Cancún será sede de la cumbre anual sobre cambio climático, a la que se llega entre diferencias que parecen insalvables. Hay países que se niegan a reducir sus emisiones contaminantes por razones económicas o de soberanía; otros, los que están en riesgo de desaparacer, exigen compromisos que a los industrializados no les interesa adquirir. El propósito de la reunión es trascender los acuerdos de Copenhague, pero los escépticos piensan que será más de lo mismo…

MÉXICO, D.F., 29 de noviembre (Proceso).- “Equilibrio” es la palabra recurrente de los delegados a la reunión sobre cambio climático que empieza esta semana en Cancún.

Anuladas las expectativas de un nuevo “acuerdo vinculante” para enfrentar el cambio climático y rotas las posibilidades de que los gobiernos enmienden el Protocolo de Kioto (PK) y asuman un segundo “periodo de compromiso” a partir del 31 de diciembre de 2012 (cuando se vence el primero), la atención se centra en el Paquete Cancún: un conjunto de medidas de mitigación, adaptación, transferencia de tecnología, reforestación y financiamiento.

Pero el éxito de este paquete depende del equilibrio: ninguno de sus temas debe ser más importante que el resto ni puede aprobarse sin que se acepten los demás. Se trata de amarrar un paquete balanceado.

Así lo advirtieron el viernes 5 Cristiana Figueres, secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) y la canciller mexicana Patricia Espinosa, quien asumirá la presidencia de la decimosexta Conferencia de las Partes de esa Convención (Cop-16), que se efectuará en Cancún del 29 de noviembre al 10 de diciembre.

“Sólo con ese equilibrio se pueden dar los toma y daca normales de una negociación y propiciar que todo mundo encuentre algo que llevar a casa y pueda decir frente a sus opiniones públicas: ‘No obtuve aquello, pero obtuve esto’”, dice Juan Manuel Gómez Robledo, subsecretario mexicano de Relaciones Exteriores. Y advierte:

“Dada la importancia política del cambio climático, un fracaso de la reunión de Cancún pondría en entredicho la credibilidad del sistema multilateral para aportar soluciones en este tema. Esto puede propiciar que los países empiecen a dudar de la utilidad de Naciones Unidas y de la capacidad de estas grandes conferencias globales”.

Incluso, afirma, “puede ocurrir que en adelante un grupo de países industrializados simplemente se ponga de acuerdo y termine por marginar a las naciones que más padecen los efectos del cambio climático y que tienen todo que perder si no hay acuerdos globales”.

Los desacuerdos

Gómez Robledo conoce el tema a fondo y no es para menos: es uno de los principales negociadores de la Cop-16.

Igual que la canciller Espinosa y el embajador Luis Alfonso de Alba, representante especial de México para el cambio climático, Gómez Robledo recorrió el mundo este año para hablar con los gobiernos e incluir sus propuestas –muchas de ellas contrapuestas– en los documentos preparatorios de la Cop-16.

De cara a la reunión de Cancún, Gómez Robledo aborda en entrevista con Proceso los principales puntos de la negociación, sus alcances y los nudos que la entrampan.

De entrada pide plantear el tema “en términos positivos”, pues señala que “el hecho de que no se alcance un nuevo acuerdo vinculante de largo plazo no quiere decir que se obtenga en Cancún algo menor”.

Afirma que ningún gobierno ha planteado retirarse de las dos instituciones de la ONU en las que descansa el régimen para enfrentar el cambio climático: la CMNUCC y la Convención del Protocolo de Kioto, cuyos instrumentos –como el mercado de carbono o el mecanismo de desarrollo limpio– se mantendrán después del 31 de diciembre de 2012.

Sin embargo, dice que los países no tienen “una interpretación uniforme sobre lo que se debe entender por un nuevo acuerdo vinculante”.

En efecto: dos de los principales borradores de la negociación –La cooperación a largo plazo y Compromisos futuros para las partes del anexo 1 del Protocolo de Kioto– reflejan las diferencias. Casi todos los puntos se encuentran encorchetados. Hasta hay corchetes dentro de los corchetes, y en algunos casos de plano aparecen dos o más párrafos alternativos.

Una de las diferencias se refiere a los compromisos de mitigación (reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero o GEI). Los expertos aseguran que de seguir las tendencias actuales, la temperatura planetaria subiría 3 grados centígrados a finales de este siglo, por lo que muchos países pobres aseguran que los industrializados tienen una “responsabilidad histórica” en el fenómeno –20 de ellos emiten 80% de los GEI–, por lo que deben asumir el compromiso de reducir sus emisiones entre 40% y 45% para 2020 y de 80% a 90% para 2050.

Para cumplir esas metas se tomarían como base los niveles de emisión de 1990. Las naciones en desarrollo consideran que esas reducciones de GEI permitirían que el aumento de la temperatura del planeta se mantenga por debajo de 1 o 1.5 grados centígrados.

En esta posición están la Alianza de los Pequeños Estados Insulares y las naciones de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América.

Países desarrollados –como Estados Unidos, Japón, Canadá y los de la Unión Europea– y de economías emergentes –India, Brasil, China y México– consideran poco realistas dichas metas y suscriben lo establecido en el Acuerdo de Copenhague: que las reducciones de los GEI permitan estabilizar una elevación de la temperatura planetaria debajo del umbral de los 2 grados centígrados.

China, por ejemplo, argumenta que una meta de 1 o 1.5 grados centígrados implicaría severos daños a su economía con el consiguiente desplome del comercio internacional, la inversión y el empleo.

Durante la entrevista con Proceso, Gómez Robledo abunda en las diferencias para un acuerdo vinculante: “Muchos países desarrollados dicen: ‘Estamos dispuestos a asumir nuevos compromisos de reducción de emisiones de GEI siempre y cuando las naciones con economías emergentes, que son grandes emisoras, asuman obligaciones comparables a las nuestras’”.

Comenta que este reclamo va dirigido a países como India, Sudáfrica, Brasil y sobre todo China, cuya economía –con altas tasas de crecimiento– aún es muy dependiente de los combustibles fósiles.

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