Dolor y rabia |
Rosaura Barahona
21 Abr. 11
Vivimos muy cerca de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UANL. La ventana de nuestra recámara da al sur. El lunes me despertaron unos balazos. Me los imaginé en Lázaro Cárdenas, la avenida por la cual debemos entrar a y salir de la colonia. Entre el silencio a esas horas y la cercanía, los balazos parecían estar bajo mi ventana.
Más tarde encendí la tele para ver las noticias; ahí estaba la dolorosa información: un joven falleció cuando la Policía Estatal repelió los disparos hechos por él desde su camioneta. Después sabríamos que el asesinado se llamaba Jorge Otilio Cantú Cantú e iba hacia su trabajo, a donde entraba a las 6 de la mañana.
La televisión siguió repitiendo la información y cada vez había una novedad. Apareció el rostro del padre de Jorge Otilio, Otilio Cantú González, angustiado e incrédulo reclamando, desesperado, a través de dos preguntas: "¿Cómo le dieron 45 balazos? ¿Cómo iba a disparar una pistola, si nunca había tocado una?". En medio del llanto exigió limpiar el nombre de su hijo, un joven casado apenas el 2 de abril, ordenado, bueno, trabajador y honesto.
Día y noche nos persigue la imagen de ese padre, al lado de los rostros desgarrados de Alejandro Martí, Javier Sicilia, Isabel Miranda de Wallace y cientos de padres y madres no famosos, pero igual de humanos que, torturados, peregrinan por cada fosa descubierta en busca de sus seres queridos.
Escuchar al Gobernador Medina decir que la mayoría de las personas asesinadas están de algún modo vinculadas al crimen organizado o al narcotráfico nos llena de rabia y de dolor. Alguien cercano a él debería explicarle la naturaleza escéptica del mexicano y decirle que, por declaraciones como ésas, su gobierno, cuyas acciones deberían acabar con nuestra incredulidad, contribuye a aumentarla día a día.
Es terrible ya no creer ninguna de las explicaciones dadas por los soldados, la Policía Estatal, la Municipal, el Procurador, el jefe de Seguridad o el Gobernador. ¿Y Larrazabal que se vendió con un "Monterrey, te quiero seguro"? Bien, gracias.
Si todavía no se aclara el asesinato de los dos alumnos del Tec a quienes la autoridad les montó una escenografía para convertirlos en delincuentes, ¿usted cree que nos tragamos la versión de que Jorge Otilio disparó? Nunca lo creímos.
Ayer EL NORTE trajo la explicación del Procurador Adrián de la Garza sobre esto. Entre otras cosas, aclaró que Jorge Otilio había quedado entre dos fuegos (¿a dónde se fueron los sicarios o por qué la Policía no los persiguió y se quedó rodeando la camioneta?). Aclaró que Cantú Cantú no había disparado. La pistola encontrada fue movida indebidamente en el procedimiento y eso provocó la confusión.
Se investigará hasta las últimas consecuencias. Ajá. En México eso significa: se apostará al tiempo para que el asunto, nada novedoso por desgracia, se reduzca a otra memoria dolorosa.
Eso para nosotros, ¿pero para la esposa de 17 días de Jorge Otilio? ¿Para sus padres y hermanos? Si no fuera crueldad, preguntaríamos a Martí, Wallace o Sicilia, seres visibles por las razones que sean y luchadores arriesgados y honestos, si ya se acostumbraron a la ausencia de sus hijos.
Ni ellos, ni ninguno de los padres de los "enfosados" olvidarán jamás la injusticia enorme no de la vida, sino de unas autoridades carentes de interés por resolver los crímenes, aclarar las cosas y dar seguridad a la población trabajadora y honesta que sigue, rebosante de miedo, haciendo lo suyo por su familia, por ellos mismos y por este País.
Tampoco podemos olvidar a los padres de los sicarios. A ellos también les duele la muerte de sus hijos, aunque muchos mexicanos la aplaudan y repitan que merecida se la tienen porque se la buscaron. Será, pero un hijo es un hijo y el dolor de los padres es el mismo.
Y si todo eso fuera poco, el martes un matrimonio de dentistas fue baleado en Linares porque los sicarios los confundieron. Ella, de 33 años, murió de un tiro en la cabeza; él, de 36, recibió dos balazos y quedó grave (ayer se reportaba estable y fuera de peligro). Su pecado fue manejar una camioneta blanca y toparse con los sicarios.
Eludo estos temas intencionalmente para ofrecer al lector otras opciones de lectura. Hoy no pude hacerlo.
rosaurabster@gmail.com
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