jueves, agosto 18, 2011

Indefensión



Indefensión

Abraham Nuncio

México se ha venido convirtiendo en un país de victimarios y de víctimas. Los victimarios son criminales y cocriminales; las víctimas son heridos, secuestrados, torturados, esclavizados, amenazados, censurados, atropellados en sus derechos y muertos; las covíctimas son deudos, dolientes e indignados. Pero todos, salvo quienes poseen las armas o el dominio de aquellos que pueden usarlas contra otros –legal o ilegalmente–, estamos indefensos.

La pobreza y el crecimiento del narcotráfico y de las bandas y células dedicadas a crímenes de variopinta laya han producido un cambio radical en la prédica pacifista y en la realidad que le servía de cierto sustento. Los criminales están fuertemente armados; también los soldados, los marinos y algunos policías. Los civiles, en general, permanecemos inermes, y también indefensos. Algunos civiles han empezado a comprar armas, como pudo verse a raíz de la muerte de don Alejo –con ellas pensó que podía defenderse– por una banda de hampones.

Armarse de nada sirve, salvo para repeler un asalto súbito. Pero las fábricas de armas no aspiran a vender unos miles de pistolas, sino a crear un clima propicio al uso de armas muy diversas y de alto poder destructivo. El mercado negro de armas de fuego no se ha medido en México –y sería muy difícil hacerlo– pero el operativo Rápido y furioso fue una pequeña muestra de hasta dónde, al peligro que representa el crimen organizado o amateur en México, se le sumará el del uso indiscriminado y masivo de esas armas. No fueron sólo criminales los que participaron en su tráfico, sino que hubo cocriminales: los burócratas de Estados Unidos y México que facilitaron su entrada ilegal al país. A la guerra presidencial le sirve cualquier agregado de violencia venga de donde viniere. Entre más violencia, más guerra.

A la admiración por el empleo de las armas de fuego contribuye el propio titular del Ejecutivo federal a través del Ejército Mexicano y la Fuerza Aérea. Las exposiciones que han montado en el Distrito Federal, Monterrey y Puebla, a las que han asistido cientos de miles de personas, son la contraeducación cívica más espectacular que está recibiendo la población mexicana.

Las tareas de combate que desempeñan los militares son un mal necesario y debe ser tan extraordinario como pasajero. De su ejercicio, en tiempos de paz, lo único que se desprenden son gobiernos autoritarios y acciones tan arbitrarias como impunes. Un trío de ejemplos: los asesinatos de los estudiantes del Tecnológico de Monterrey, el del hijo de don Otilio Cantú y el del joven Jethro Ramsés Sánchez, asesinados por miembros del Ejército sin que sus autores (intelectuales y materiales) hayan sido enjuiciados con rigor y transparencia. El universo del Ejército se basa en una lógica elemental de órdenes y cumplimiento de esas órdenes, a las que se presume superiores a la ley.

El Ejército Mexicano ha llegado en Nuevo León a participar en el desalojo violento de decenas de comerciantes establecidos desde décadas atrás con efectivos policiacos del estado y del municipio de Monterrey. Las funciones del Ejército son claras: seguridad nacional, ha dicho el ex titular de la PGR Joge Carpizo. ¿Se le podría señalar de radical antimilitarista como se ha señalado con quienes van más allá de la urgencia de exigir perdón de Javier Sicilia? La seguridad nacional que implica, ante todo, velar por la soberanía de la que el Ejército, ante la presencia de agentes de Estados Unidos en ambas materias, no se ha ocupado; al contrario.

La verdadera defensa de los pueblos está en las condiciones que permiten una alta calidad de vida y un nivel de educación y cultura que les abone el camino de la civilización. En América Latina, para no pensar en términos ultramarinos, tenemos el gran ejemplo de Costa Rica, que no tiene ejército y que disfruta de instituciones civiles propicias a la justicia, la tranquilidad y el ocio creativo. Así que el mal necesario de las armas profesionales que dependen del Estado puede ser prescindible, y de ninguna manera motivo de orgullo.

A ese mal, que el actual gobierno panista pretende volver sistémico, se agrega el de una más amplia indefensión a que nos sujetan órganos de gobierno, cuerpos policiacos y maleantes. Una más de las movilizaciones de estos días tuvo lugar el domingo 14, debido a lo blindado e hipócrita de Calderón y los diputados en torno al reclamo generalizado de seguridad efectiva. Ese reclamo implica el rechazo a las facultades prácticamente dictatoriales que le otorga al titular del Ejecutivo federal el proyecto de reformas a la ley de seguridad nacional. El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, encabezado por un Javier Sicilia al que pueden acercar algunos de los que lo rodean al principio de Peter (nivel de ineficiencia, que desde sus primeras intervenciones como covíctima dijo rechazar), coincidió con otras organizaciones (entre ellas, señaladamente, No+Sangre, promovida por los caricaturistas Rius, El Fisgón y otros intelectuales y artistas) en el reclamo de seguridad efectiva y el repudio a la ley de seguridad nacional aprobada por los diputados que antes habían pedido perdón por sus yerros. Nociva tradición de la Iglesia católica que Jacinto Benavente siempre nos recordará con su famosa Rueda de la existencia: Pecar, hacer penitencia y luego vuelta a empezar.

El sentimiento de engaño en Javier Sicilia lo llevó a llamar traidores a los representantes populares: un exceso que resulta incómodo ante la necesidad de interlocución con la Cámara de Diputados. Lo mismo pasó en Nuevo León con los responsables de conducir, desde la ciudadanía, la iniciativa de ley de participación ciudadana: llamaron traidores a los diputados que habían ofrecido aprobar esa iniciativa y no lo hicieron ni en el periodo extraordinario de sesiones. La palabra traidor es una suerte de última ratio verbal. Pero también es señal de la desesperación a la que están orillando los responsables de las instituciones gubernamentales al pueblo de México.

El ataque al poeta Efraín Bartolomé y a su esposa, en su propia casa, es una muestra más, entre demasiadas, del deslizamiento del gobierno federal y de los gobiernos de los estados hacia un régimen contrario a la democracia y al estado de derecho. Una palabra, en su relato sobre ese ataque, lo resume todo: Indefensión. Sicilia la llamó con el término griego zoe: La vida no protegida. ¿066 para ser atendidos los vecinos en una emergencia? Es una tomadura de pelo en el estado de México, en Nuevo León (tengo pruebas) y en no sé cuántas partes más del país.

Una viñeta y una fábula para concluir este artículo.

La viñeta es del caricaturista Herrera. Se halla en la portada de una plaquette titulada La pesadilla regia. Una pareja en medio de la noche ve turbado su reposo por el enorme cañón de una pistola.

La fábula es mía (Fábulas del poder). Tras una agotadora jornada de trabajo, el lápiz descansa sobre el escritorio. Un balazo en la puerta, un estrépito y pronto se verá encañonado por dos armas. Aquí te mueres, infeliz, dijo la de más grueso calibre. ¿Por qué me matan?, preguntó el lápiz. Porque escribes, hijo de puta, le respondieron al unísono las dos armas, mientras lo acribillaban a balazos.



No hay comentarios.: