martes, diciembre 04, 2012

Otilio Cantú González: nuestros muertos

Otilio Cantú González: Nuestros muertos
Opinión Invitada
El Norte. 4 Dic. 12


"Haiga sido como haiga sido", Felipe Calderón terminó su sexenio. Entró por la puerta de atrás y pronto emigrará del País que dejó teñido de sangre.

Le faltan los arrestos necesarios para permanecer en él a pesar de que el 24 de noviembre afirmó en Mérida que su Gobierno fue humanista, a favor del hombre y su dignidad.

Ésa es la visión de "Calderolandia" que sólo él y algunos de sus elegidos tienen, contando algunas televisoras y medios de comunicación a modo.

El presidente del Consejo Coordinador Empresarial le dijo en una reunión: "Agradecemos su compromiso con el País, usted deja un México mejor que será reconocido por todos los mexicanos".

¿A qué mexicanos se referirían? Que pregunten a los papás de los niños de la guardería ABC, a los deudos del Casino Royale, a las madres y padres que perdimos a nuestros hijos inocentes, a las esposas sin su esposo, a los hijos sin padres y a las familias de los desaparecidos; a las familias de los torturados y masacrados por las fuerzas federales, a los millones de pobres que deja este sexenio fallido.

Con profunda tristeza fui testigo durante todo noviembre cómo se gastaron millones de pesos en la imagen de Calderón todos los días, además de los anuncios pagados en la televisión, en actos públicos para repetir y repetir sus logros, pero sin expresar nunca autocrítica y al menos solidaridad con los buenos mexicanos caídos durante su mandato.

Le faltó tiempo para expresarse en todo el mes, pero se dio tiempo para cantar -bueno, si se puede decir cantar- "El Perro Negro", muy contento por cierto.

Antes de su salida le prepararon un spot donde nuevamente exaltó sus logros, emotivo para él, pero vergonzoso para un grupo importante de compatriotas. Nos debe haber costado una lana, pero no le interesó ni por cinco segundos enunciar a los ciudadanos caídos durante su mandato.

En una televisora lo entrevistaron durante tres días consecutivos resaltando sólo sus logros. Otro periodista lo entrevistó cuatro días consecutivos en segmentos de 15 minutos también exaltando su figura. Ése fue el sello de su mandato.

La baja estatura en un personaje es algo genético y no lo demerita en absoluto; la egolatría se adquiere -que lo adulen es un gusto-, lo que no es genético es la ética, la moral, el compromiso con la palabra y los valores.

En el Castillo de Chapultepec, a mí personalmente, al igual que a otros más, prometió revisar los casos de asesinatos de nuestros hijos y aplicar la ley rápidamente, pero el señor fue pura saliva, la verdad nunca le interesaron los muertos de su sexenio.

A mi hijo lo asesinó cobardemente hace ya casi 20 meses un grupo de individuos escudándose en un uniforme, pertenecientes al glorioso Ejército mexicano, que Calderón presumió durante todo su sexenio.

Ahora me cuesta trabajo entender a prominentes hombres y mujeres de algunas organizaciones ciudadanas que alguna vez dijeron "si no pueden, renuncien" y que ahora avalan el sexenio que acabó, un sexenio que desde su principio hasta el final no escuchó o no quiso escuchar.

¿Que son los muertos de Calderón?, es cuestión de semántica.

No, no son los muertos de Calderón, son los muertos de nosotros, son del pueblo que puso la cuota; a nosotros nos tocó que el corazón se destrozara, llorarlos, enterrarlos si fue el caso, otros ni siquiera eso pudieron hacer, y seguir recordando la forma artera de sus asesinatos.

Él sólo actuó impunemente con una estrategia de guerra fallida, sin nunca escuchar múltiples recomendaciones de expertos, se aferró con su carácter ególatra, incluso iracundo y desobligado.

Por fortuna se fue. Sin embargo, acuérdese, Sr. Calderón, que el 68 y el Jueves de Corpus no se olvidan, y tampoco su sexenio se olvidará. El Presidente "de las manos limpias" se retira con las manos ensangrentadas de más de 60 mil muertos en su guerra fratricida.

¿Como podrá usted, Sr. Calderón, explicar a sus hijos cuando crezcan el significado de las manos limpias?

Como le envié y entregué personalmente un número importante de misivas que nunca tuvo el valor de contestar, me interesaba también despedirme de usted y dejarle un mensaje para su reflexión, un pensamiento que mi hijo traía consigo siempre colgado al cuello y lo conservo entintado con su sangre:
"Las buenas acciones refrescan la sangre y dan sueños felices".


El autor es médico.

Su hijo, Jorge Otilio Cantú, fue asesinado por militares el 18 de abril del 2011 en Monterrey.

 
otilio@cantu.com
 

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