miércoles, abril 10, 2013

La sociedad no existe, sólo los individuos

Thatcher y Hayek: la sociedad no existe

Alejandro Nadal



La historia política de la señora Margaret Thatcher es un relato sobre el origen ideológico del neoliberalismo. En los vericuetos de esa narrativa se encuentra el trabajo de Friedrich von Hayek, el economista austriaco que pretendió ser el gran rival de John Maynard Keynes y terminó siendo un vulgar propagandista del neoliberalismo. Hayek fue la gran fuente de inspiración de la señora Thatcher, llevándola por el sendero de la servidumbre frente al capitalismo salvaje.
En 1944 Hayek escribió su libro Camino de servidumbre. Es una catilinaria en contra de cualquier forma de intervención de un gobierno en la economía. A los dieciocho años Margaret Thatcher leyó el libro en Oxford y se quedó maravillada. El principal mensaje del libro es que cualquier modo de intervención estatal en la economía conlleva el germen del totalitarismo. Para Hayek la forma de injerencia más extrema sería la planificación, pero hasta intervenciones más tenues albergaban la semilla de la tiranía, ya fuera en su versión nazi-fascista o socialista-estalinista. Esto dejó una profunda huella en la conformación ideológica de la Thatcher.

Para cuando Hayek decide escribir su Camino ya había abandonado cualquier pretensión de participar en los debates serios de la teoría económica. Entre 1928 y 1936 había aspirado a ser el gran crítico de las ideas de Keynes. En 1931 fue invitado por Lionel Robbins para ocupar una cátedra en la London School of Economics con el fin de utilizarle como punta de lanza contra Keynes, pero el proyecto fracasó.

Hayek fue un autor clave de la llamada escuela austriaca cuya fe en las bondades del libre mercado es inquebrantable. Lo esencial, según Hayek, es que las economías capitalistas responden muy bien a una situación de desequilibrio. Los austriacos creen que una economía capitalista es capaz de recuperarse ella sola de una recesión o una crisis.

Sobra decir que la realidad económica en los años treinta no era el ambiente más propicio para este tipo de ideas. El análisis de Keynes sobre la inestabilidad intrínseca del capitalismo era más apropiado para explicar la Gran Depresión. Y cuando Keynes publica su Teoría general Hayek guardó silencio: literalmente no tenía nada que aventarle a la obra magna de Keynes. Mientras la figura de Hayek se eclipsaba, la reputación de su rival en Cambridge se agigantaba.

En 1944 Hayek publica su Camino de servidumbre y el paisaje empezó a cambiar. Los conservadores presentaron al autor como un sólido economista que ahora describía las implicaciones políticas de sus aportaciones teóricas. Hayek se vio impulsado al pináculo de su carrera. En 1974 recibió el premio Nobel y se consolidó su prestigio académico. La ironía es que por esos años su teoría del capital y la producción había quedado hecha añicos debido a la crítica de Piero Sraffa.

Cuando la señora Thatcher se convierte en primera ministra, en 1979, Inglaterra se vio sacudida por la recesión. Su política económica se concentró en frenar la inflación: se incrementaron las tasas de interés y se redujo fuertemente el gasto público. La contracción de la demanda agregada hizo que la inflación cayera de 18 a 4 por ciento entre 1980 y 1986. Pero el costo fue altísimo: el desempleo nunca se recuperó a lo largo de la década de los ochenta, es decir, durante los gobiernos de la señora Thatcher, alcanzando la cifra de tres millones de personas.

Inspirada en Hayek, la Thatcher impulsó la oleada de privatizaciones más importante en la historia, transfiriendo a manos privadas todo tipo de empresas y servicios públicos a precios de risa. Como resultado de su desregulación bancaria la economía británica se convirtió en una especie de gigantesco paraíso fiscal. La manipulación mediática la presentó como una persona de fuertes convicciones, cuando simplemente fue una dócil sirviente del capital financiero.

En una entrevista la señora Thatcher afirmó: La sociedad no existe. Sólo existen hombres y mujeres individuales. Este es el pensamiento de la escuela austriaca en su más pura expresión. Pero si no existe la sociedad, tampoco existen las clases sociales, y las categorías para pensarlas son simples quimeras inventadas por pensadores confundidos. El entramado que hoy llamamos sociedad es una simple madeja de relaciones bilaterales en las que los individuos entran en contacto unos con otros. En la época de la esclavitud, no había una clase de esclavos y otra de amos. Sólo había individuos viviendo y trabajando, conduciendo sus vidas de la mejor manera posible.

Quizás por pensar de esta manera la Thatcher simpatizó tanto con Hayek. En 1982 le escribió una carta diciéndole que admiraba los cambios económicos que había introducido Pinochet en Chile. Sin embargo, continuaba, algunos de los métodos utilizados no eran aceptables en el caso de Inglaterra. La implicación es clarísima: en Chile sí puede haber decenas de miles de muertos y torturados, en nuestra Inglaterra eso no es aceptable. No, creo que no la vamos a extrañar.

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