miércoles, octubre 18, 2006

Javier está con nosotros.

Javier Orellana Cota
Liliana Flores Benavides

En el caos de la vida cotidiana, de las valoraciones superfluas y primitivas de la vida, este hecho pasará desapercibido, ignorado, como si nunca hubiera existido.

Por eso hoy me atrevo a escribir esta desgracia, pues en la madrugada ha perdido la vida un gran compañero: Javier Orellana.

Sociólogo de profesión, activista por convicción, amigo entrañable, un hombre bueno y solidario, un padre y esposo amoroso... así fue Javier Orellana.

Javier fue un gran activista social, enfrentado permanentemente a las injusticias, e incansable trabajador de las causas más nobles. Muchas veces coincidimos en los caminos de la intrincada realidad mexicana y ante los más grandes absurdos nos reímos a carcajadas de las barbaridades grotescas de la clase política, nos protegimos solidariamente ante los embates de los poderosos y confrontamos fuertemente posiciones y visiones ante coyunturas particulares.

La principal confrontación la tuvimos por el siguiente diferendo: él quería morirse y yo no quería que se muriera. ¿Cómo iba a permitir que persona tan inteligente, sensible con un gran corazón por sus semejantes quisiera irse a la tumba? Al final me ganó.

Voy a describir un pasaje muy personal de su vida, que lo describen de cuerpo completo:

Hace unos días fue internado en la clínica 6 del IMSS en una situación muy crítica de salud, como siempre su esposa Yola y su amigo Nacho Zapata, lo llevaron a hospitalizar. Ese mismo día se salió del hospital en bata con el suero colgando, pues quería irse a su casa. Al salir de la clínica en tal estado lo detiene el policía que estaba en la puerta y Javier le dijo “si me detienes o me tocas te voy a acusar en la Comisión de Derechos Humanos, porque estarías violando mis derechos establecidos en el artículo... de la Convención de la ONU y los artículos ... de la OEA y la Convención de Ginebra y la de Estocolmo, etc. etc.” y el policía asustado lo dejó ir.

Ese mismo día se agravó y le llevaron a un medico particular a su casa, quien urgió a que lo llevaran nuevamente al hospital. ¿Cómo hacer para llevarlo si enfáticamente se negaba? Se urdió un plan y Nacho junto con un compañero y amigo de hace muchos años, que es médico, lo fueron a visitar y cuando Javier menos lo pensó, el doctor lo sedó y lo llevaron nuevamente a la clínica. Allí lo estabilizaron y cuando pudo hablar pidió un teléfono y le habló a Nacho para decirle “a ti y al doctorcito los voy a demandar por secuestro, ¿porqué me volvieron a traer al hospital?” Al día siguiente murió.

Hoy me encontré con Nacho en la Plaza de la Purísima donde me contó lo anterior y le dije, “sabes Nacho, Javier lo único que estaba haciendo fue defender su derecho a morir y tu a defender que no se muriera”. Aquí se expresa la esencia de los activistas sociales.

Esta sociedad insulsa mide a los seres humanos en función de las esquelas que aparecen en los medios, como si la cantidad de líneas ágata, midiera la grandeza de un ser humano; pues Javier no va a tener ninguna, porque la condición humana tiene otros códices de medida y la pobreza económica de su familia es mucha. El siempre luchó, pero nunca lucró.

El y yo lo hablamos, le dejé claro que no estaría presente en su velorio y entierro, el me dijo, “ ya lo sé Liliana y por mi no hay fijón”.

Javier siempre estará en nuestros corazones y en la conciencia de los que ayudó. Para su esposa Yolanda y sus dos hijas e hijo, nuestro abrazo cariñoso.

Para Javier, hasta siempre compañero.

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