lunes, agosto 13, 2007

Tiranía de la Iglesia

Ximena Peredo, el Norte, 13 Ago. 07

Una frase es el nuevo conjuro para concretar abusos y delitos sin que ningún testigo tenga posibilidad de moverse o de decir palabra: "es por el bien de la institución". Ante esta cláusula, las conciencias se inclinan y, haciendo reverencia, se tragan el amargo sabor de la impunidad so posibilidad de liquidación o excomunión.

La Iglesia católica es en estos momentos el mejor -pero el peor- ejemplo que encuentro para hablar sobre esto.El 8 de agosto, el Cardenal Norberto Rivera Carrera contestó a un interrogatorio para resolver si la Corte Superior de Los Ángeles, California, tiene jurisdicción para someterlo a juicio por los 12 cargos que se le imputan, entre ellos, la protección del sacerdote pederasta Nicolás Aguilar, quien según Jeff Anderson, abogado que lo acusa, pudo haber abusado de más de 100 menores de edad hasta la fecha.

En 1987, cuando Norberto Rivera era Obispo de Tehuacán, decidió trasladar a uno de sus párrocos, de nombre Nicolás Aguilar, a la Arquidiócesis de Los Ángeles. Asegura haber enviado una carta al Cardenal Roger Mahony informándole "de los problemas homosexuales del sacerdote", carta que Mahony niega haber recibido. Mahony también fue acusado por encubrimiento de pederastas, pero el 16 de julio pasado llegó a un acuerdo con las 508 víctimas para indemnizarlas con 660 millones de dólares.Mahony, seguramente, declarará en el caso en contra de Rivera Carrera para eximirse de toda culpa, lo que sin duda marcaría favorablemente la historia de encubrimientos y omisiones "por el bien de la institución". Mahony asegura que Rivera Carrera nunca le informó ningún asunto controvertido alrededor de Nicolás Aguilar, lo que significaría el tiro de gracia para el Cardenal mexicano, acusado de proteger y encubrir pederastas.

A la Iglesia católica le ha caído muy mal sentirse la religión original, la fundada por Cristo. Ese gigantesco peso la ha vuelto incapaz de aceptar sus fallas, sus necesidades y sus perversiones. Es trágico escuchar en boca del Papa que la religión católica es la única y verdadera por sobre todas las demás religiones mientras existen acusaciones de pederastia protegida en la institución. Los necios están más entretenidos viendo su santa nariz.

Siempre que la Iglesia católica ve acercarse denuncias y críticas, comienza su perorata lastimera de estar siendo difamada porque, básicamente, al demoniaco mundo le incomoda su santidad y pulcritud.Los sacerdotes pederastas dicen exactamente lo mismo y, en lugar de responder a las acusaciones, ponen cara de mártires, como si se tratara de aguantar las injusticias en su contra o, peor aún, de expiar las culpas del mundo.

No es mi intención llevar este caso al espacio de los escándalos, sino todo lo contrario. Los escándalos son emocionantes y se olvidan rápidamente. Quisiera, más bien, que este caso se desenredara lenta y juiciosamente hasta gestar un sentimiento de compasión por todos los niños que ayer y hoy han sido abusados por sacerdotes.

El silencio que se sienten obligados a guardar durante y después de una violación debe indignarnos.Paradójicamente, la Iglesia gasta cantidades millonarias en pago por indemnizaciones a víctimas, pero no excomulga ni denuncia a los culpables. Me horroriza la frialdad con que la jerarquía asume el asunto, sin mostrar arrepentimiento y dolor ante tantas vidas destrozadas injustamente.En este caso, se ha priorizado la seguridad de la institución por sobre todo lo demás, como si se tratara de asuntos internos.

Sin embargo, la violación ya se persigue de oficio y los sacerdotes no tienen fuero civil. Lo extraño es que la PGR también esté viéndose la nariz mientras Nicolás Aguilar continúa prófugo. A esto me refería al principio: a la impunidad que reina cuando alguien con poder justifica una aberración anteponiendo siempre el bienestar de la institución.

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