El Correo Ilustrado
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No hay sombra de duda de que los mexicanos estamos inmersos, desde el año 2000, en un país maniqueo, donde los “buenos” están ubicados en la estructura del gobierno federal, PAN, PRI, PVEM y Alternativa Socialdemócrata, así como en el sector empresarial, grupo que, de unos años a la fecha, ha decidido y está convencido en cogobernar y “ayudar” en los procesos electorales. Ahí está esa clase empresarial que de ninguna manera quiere perder los privilegios que obtuvo en la elección de julio de 2006. También se observa a un priísmo oportunista y gerencial, aprovechando la coyuntura que se vive en el país.
Los otros, obvio, se encuentran en todos y cada uno de los que intentan levantar la voz para protestar, para exigir y para poner límites ante el abuso del poder político y gubernamental; de este lado se mueven los que nada tienen que perder, los olvidados de las autoridades de la República, los que carecen de voz y cuando logran hacerla escuchar se convierten, automáticamente, en blanco y víctimas de campañas mediáticas orquestadas.
Este es el México maniqueo que nos tocó vivir y padecer. Es el nacionalismo de derecha convertido en victimario de todos los que no están de acuerdo con sus programas de gobierno (en este caso la privatización de Pemex). Es la actitud irracional, en la que empieza a aflorar un fascismo que puede ocasionar graves riesgos para México. Es el mensaje en el sentido de estar con ellos o estar contra ellos.
La voz presidencial se dejó escuchar en Nueva Orleáns. Así, el jefe del Estado mexicano, al mismo tiempo que condenó o deploró las acciones del Frente Amplio Progresista, con su actitud, aprobó las campañas mediáticas para intentar desprestigiar a un movimiento que trata de evitar el sometimiento incondicional del gobierno federal a los intereses políticos y comerciales del exterior.
Hoy la derecha mexicana, desde todos los ámbitos del poder, está convencida y decidida que al oprimir algunos botones tiene la capacidad de manipular e inducir la opinión y la actitud de los mexicanos para satisfacer sus intereses; lo ocurrido hasta ahora, cuando se oprimen esos botones y a millones de mexicanos, nos lleva a reflexionar que el lamentable papel que jugaron los medios antes, durante y después del 68 se ha convertido en un juego de niños comparado con lo que sucede hoy. El establishment, pues, tiene todas las ventajas y cree que no perderá.
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