lunes, junio 30, 2008

Reporte desde la Asamblea Informativa



Ahí estábamos de nuevo, en la calle, rumbo al Zócalo; por esas calles que se convierten en ríos humanos al ritmo de consignas, canciones,  mantas, pancartas de todos colores y sabores, pero sobre todo donde permea una camaradería, una alegría de sabernos entre iguales, de reconocernos no sólo en nuestros rostros sino en nuestros intereses solidarios. Ahí vamos todos, los de sombrero por el sol y los de sombrero por costumbre de origen campesina; los que de siempre han luchado y los nuevos, de apenas 2 años para acá; los del norte, los del centro y los del sur, como si fuéramos antiguos conocidos (lo somos después de todos los actos en que hemos participado). Es una fiesta ciudadana de los que repudiamos el fraude, el engaño, y desde abril con la iniciativa del que usurpa la presidencia, la traición a nuestra patria. 

El clima es benigno; como dice Jesusa nos cobija un techito de nubes; nos damos cuenta al atardecer que igual resultamos quemados por la resolana, pero durante el evento hubiera sido  peor estar bajo un abierto sol. Los puestos se han multiplicado, ahora hay vendimia variada, películas, música, comida y artículos de la resistencia (magnífica opción que habría que seguir promoviendo y ampliando la oferta); además la tradicional venta de tostadas, elotes y nieves mexicanas: una romería, como diría mi mamá nativa del DF. Una fiesta.

Una fiesta también por que hay música; Jorge Saldaña, siempre solidario, nos regala con la participación de su grupo musical veracruzano y él mismo, la alegría del son, el danzón y la marcha. Yo que habitualmente soy de espíritu contenido, esto es, me comporto de manera "propia", en la plancha del Zócalo me siento libre, me dan ganas de bailar y seguir el ritmo, cantar con la multitud que me rodea y que somos uno al mismo tiempo que miles y miles. Esta reunión, este reconocimiento es lo más válido; saber que no estamos sólos, que hemos emprendido un camino sin retorno: ya nunca seremos los mismos ni podremos encontrar satisfacción en las acciones frívolas o pueriles que el sistema quiere endilgarnos, nunca más podrán atropellar nuestra conciencia. Tenemos una voluntad que ya se hizo forma de vida. 

Por fin el acto inicia y hablan primero el diputado Javier González. Luego Porfirio Muñoz Ledo y Manuel Camacho. Por último Andrés Manuel López Obrador, más legítimo -si se puede- por la decisión absurda y servil del IFE. Y ahí estamos todos, escuchando y sabiendo de antemano que el camino está trazado, que lo que nos espera es trabajo y más trabajo, que nos hemos echado el compromiso y que nadie más que nosotros, los mexicanos, el pueblo, tenemos el destino en nuestras manos.

Los adversarios a nuestro movimiento no entienden cómo somos capaces de pagar -nosotros, los asistentes- para estar ahí, que nos movamos por nuestros propios medios, que estamos dispuestos a cubrir miles de kilómetros para refrendar nuestro compromiso de defender a nuestro país de los intentos entreguistas de una minoría en el poder. No claudicaremos, estamos del lado correcto de la Historia. Así como acaba de ocurrir un homenaje a Salvador Allende, ejemplo de lucha democrática en América, dentro de varios lustros este movimiento -con AMLO a la cabeza- será recordado como la defensa ciudadana de quienes no permitieron que se pisoteara la  dignidad del pueblo mexicano; mientras que  Calderón será maldecido, recordado sólo por los de la misma calaña que admiraron en su tiempo  a Pinochet. 

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