Ya pónganse a trabajar!
Es una expresión que es lanzada con frecuencia en esta norteña ciudad en referencia a los que de una u otra forma nos manifestamos públicamente contra el oficialismo antidemocrático y las políticas rapaces que mantienen en la marginalidad a cada vez más amplios sectores de la población. Nuestra presencia, nuestra crítica molesta a las buenas conciencias de nuestro país, a la gente “bonita”, “decente”, gente que se autodenomina “apolítica” y “de paz”. Ellos se rasgan las vestiduras ante el ridículo de quienes no entienden de qué se trata la modernidad, que no quieren ser winners y que le apuestan a que México fracase (más o menos palabras de Mouriño). Son los mismos que acusan a los diputados del FAP y a AMLO de violentar el estado de derecho, de trasgredir la ley, secuestrar a las cámaras, no respetar a las instituciones (como si por el hecho de ser institución se merezca ser respetada en automático) y a la izquierda en general le cuelgan cualquier milagrito, por ejemplo la de criminalizar a los jóvenes según dice Calderón mordiéndose la lengua, en relación al fallido y funesto operativo del News Divine.
Desde el gobierno y a través de los medios (¿o al revés, desde los medios y a través del gobierno?) se siembra la idea de que quienes participan en movimientos y luchas sociales son gente sin oficio ni beneficio, vividores (aviadores les (nos) llama Sergio Sarmiento en una de sus columnas del Norte del mes de abril, que sin preocuparse por trabajar recibimos nuestro pago que se carga a los contribuyentes, como él) a quienes los mantienen burocracias sindicales, asociaciones clientelares u organizaciones partidarias, todo ello con los inconfesables fines de obstaculizar el sacrosanto trabajo de las no menos sacrosantas instituciones; más o menos como en los tiempos de la guerra sucia se culpaba a la disidencia (especialmente jóvenes estudiantes) de responder a los intereses de la encarnación del mal en ese momento: el comunismo internacional. Como antes, ahora vuelve, desgraciadamente recrudecida, a crearse una atmósfera de intolerancia hacia la crítica, de criminalización de la protesta social, de promoción del pensamiento único. La disidencia se convierte en delito de orden común a la vez que en crimen contra el estado. Mientras, desde el ejecutivo se viola la Constitución y los otrora fieles defensores del estado de derecho voltean para otro lado.
Vivimos en un tiempo donde las apariencias lo son todo, o al menos así pretenden quienes llevan los hilos de esta puesta en escena. Ahora no sólo el lobo se pone la piel de oveja sino que le pone a la oveja una piel de lobo y señalándola con flamígero índice grita: ahí está el lobo, a él! En tanto los pastores como bobos borregos se despistan ante el engaño y pierden un tiempo precioso que la fiera usa para abastecerse a gusto.
No cabe duda que quienes tienen el sartén por el mango han sabido hacer su tarea: han logrado que una parte importante de la población irracionalmente acepte como buena la forma de vida que los grupos de poder le asignan; intereses, modas, horarios, gustos, ideas, necesidades; sin discrepancias, todo uniforme; bueno no, no todo, los ingresos y/o privilegios ahí sí son diferentes, pero eso debido a que algunos son lerdos y holgazanes mientras que otros son esforzados emprendedores que logran el éxito. Y ahí es donde hay que atorarle, trabájale duro, suda la gota gorda, dale 8, 10 o más horas al día, si es que tienes un trabajo y cuídalo, y si no tienes empleo es que no te has dedicado lo suficiente, recuerda el triunfo puede ser tuyo, depende de ti. Tenemos entonces estas dos vertientes de la ideología dominante, por un lado esta “cultura del trabajo” (que desgraciadamente no aplica a todos: el rector del TEC les aconseja a sus egresados no agarrar cualquier chambita nomás porque sí, lujo que no se pueden dar millones de mexicanos, y quizá tampoco buen número de jóvenes que salen de ese instituto) y por otro y para apuntalar al primero, la condena y el estigma social a quienes no trabajan y qué mejor ejemplo de quienes no trabajan que los que están en la calle protestando. Nos ha tocado estar en la Plaza Morelos manifestándonos y alguno nos ha espetado el conocido: ¡Pónganse a trabajar! proviniendo el reclamo de un paseante (obviamente el susodicho tampoco estaba laborando) ¡y en domingo! Tan racional así.
Se trata entonces no sólo de ir perdiendo nuestros derechos sino hacerlo con el beneplácito de nuestros conciudadanos. Así calladitos nos vemos más bonitos. En Francia hace unas semanas se realizó una huelga de 24 horas en 7 puertos estatales contra los planes gubernamentales de privatización para operaciones de carga. El tráfico portuario se paralizó prácticamente. No sé si allá también hubo quien se mesara los cabellos ante tan descabellada medida, pero viene a mi mente la reflexión que escuchamos en Sicko, la película de Michael Moore: “en Francia el gobierno le teme al pueblo, mientras que en América el pueblo le tiene miedo al gobierno”. Y para todos aquellos que desde su coche, su carnita asada, sus cheves mientras disfrutan el futbol, sus oficinas con aire acondicionado, sus clases en escuelas privadas, o simplemente desde la medianía moral se horrorizan y nos critican, también hago mía la frase que se hizo popular en los campamentos del plantón en la Cd. De México: “Disculpe las molestias, estamos construyendo la Democracia”.
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