domingo, agosto 10, 2008

Debacle de las reformas calderonistas

Julio Pomar
pojulio2@gmail.com

El calderonismo se engolosinó con sus reformas. Inventaron –y así lo han expresado en público– que la reforma petrolera privatizante iba a pasar sin ningún contratiempo en las cámaras del Congreso y que mediante el albazo legislativo –vía cooptación o sobornos– ya la tendrían en abril pasado. Y que después vendrían otras, como la laboral. No fue así, sino que contra su más ferviente deseo y rechinando los dientes de contrariedad y furia, tuvieron que aceptar que el obradorismo los paró en seco, mediante una intensa movilización popular en defensa del petróleo y por la toma de las tribunas parlamentarias, lo cual obligó a que en el Senado se realizaran los foros abiertos, los cuales confirmaron día tras día la inviabilidad de la reforma privatizadora de Calderón Hinojosa.

Situación que ya cobró una víctima en las filas panistas, cuando Santiago Creel Miranda fue defenestrado del cargo de coordinador de la bancada azul en el Senado, sin más argumentos de que removerlo fue una atribución del presidente del PAN, Germán Martínez Cázares. A lo que se entiende, ni Calderón Hinojosa ni Martínez Cázares le perdonaron a Creel Miranda que hubiese aceptado realizar los foros senatoriales, donde los panistas han tenido que sufrir una verdadera zurra de los nacionalistas enemigos de la privatización petrolera.

Paliza pública que más los llenó de inquina cuando percibieron que Creel, en la imagen de sucesivas encuestas, se estaba alzando con la imagen del panista más probable para conseguir la precandidatura azul a la Presidencia de la República en el 2012. Y fue que, así, decidieron cortar “por lo sano”, y llevaron como coordinador senatorial de su bancada a un personaje torvo de ultra derecha, Gustavo Madero, quien es por sí mismo un bajo-perfil-nato.

Aunque, por otra parte, Calderón también se la cobró porque Creel fue impulsado –oh, circunvoluciones de la política– nada menos que por Fox y Marta tanto para la candidatura presidencial panista anterior (que perdió en las internas con Calderón) y ya en el actual sexenio para dirigir la bancada panista en el Senado, desde donde alcanzó, por acuerdo con los demás partidos, la presidencia tanto del Senado como de la Comisión Permanente que sesiona en el receso entre periodos legislativos
regulares, posiciones de las cuales ya no pudo defenestrarlo el presidente del PAN, y sigue vigente ahí hasta que llegue el próximo periodo de sesiones camarales, el primer día de agosto.

El avatar de Creel confirmó a tirios y troyanos en todo el país que es floja, endeble, lacia e inepta la conducción política calderonista-panista. La ilegitimidad de Calderón no da para más, han opinado diversos observadores políticos, pese a tener aparentemente las riendas del poder. Pero, agregan, una cosa es estar formal aunque ilegítimamente en la Presidencia , y otra muy distinta es reunir los tamaños de la responsabilidad que ello implica. Por ello López Obrador y Muñoz Ledo han subrayado, en uno más de sus respectivos cáusticos comentarios, que el verdadero factotum de la actual administración es nada menos que Carlos Salinas de Gortari, quien se placea como por su casa entre la clase política, y define los caminos de este gobierno. Cual poder tras el trono.

Esto mismo se está dando, a ojos vistas, en la promoción calderoniana de sus reformas privatizantes del petróleo. No se ve cómo Felipe Calderón alcanzará la mayoría calificada legislativa para su aprobación, aunque desde un principio se lanzaron por la vía hipócrita de no atentar contra la letra de la Constitución pero en cambio se fueron por las reformas a leyes secundarias del artículo 27 constitucional para violarlo, y ello les permitió alardear de que son acérrimos practicantes de la propiedad de la nación sobre sus hidrocarburos, cosa que nadie les ha creído.

Frustrada como ha de terminar la privatización petrolera, algo similar ha de ocurrir a otras reformas dizque sucesivas, que supuestamente sólo están aguardando el “triunfo” de la privatización petrolera para llegar, por ejemplo, a la reforma laboral, también llamada ley Lozano por el apellido del ínfimo titular de la Secretaría del Trabajo. Este personaje la ha estado impulsando en reuniones casi clandestinas con diversos dirigentes sindicales obedientes a las empresas y al gobierno, a quienes hace muchos lustros se les olvidó el impulso obrero ante el irresistible aroma de las lavandas inglesas y francesas, o ante la elegancia de los automóviles de lujo, que ya no tienen nada que ver con los olores fuertes de la pobreza en que viven las masas trabajadoras.

El mismísimo Joaquín Gamboa Pascoe, dirigente de la anquilosada CTM, tuvo que regañar públicamente en días pasados a esos dirigentes sindicales que se reúnen con Lozano “en lo oscurito” para pergeñar la nueva ley de su nombre, diciendo que él no permitirá atentados contra las conquistas de los obreros, y con tono subido de voz, “a quienes nos debemos”. Según Gamboa Pascoe, la reforma laboral programada por Lozano es una regresión intolerable en el campo laboral. Pero lo curioso es que unos días después este mismo personaje de las catacumbas sindicales casi pidió perdón por lo que hubieran podido tener de ofensivas sus palabras hacia Lozano, aunque insistió en que el movimiento obrero organizado no permitirá cambios a la Ley Federal del Trabajo que afecten ni la libertad o autonomía sindicales, o el derecho de huelga, conceptos que tuvo que sacarlos del apolillamiento del desván en que ellos mismos los han tenido durante décadas, de tanto no usarlos. Sólo está por verse si estos líderes con olor a Gucci, con relojes Cartier y con trajes Armani cumplen con su dicho a la hora de la presentación de la ley Lozano.

Así, las reformas en serie del calderonismo se miran bloqueadas hasta por los mismos a quienes el panismo ve como sus obedientes aliados en la embestida de los 39 ultra ricos dueños de México contra el sindicalismo, tanto el doblegado como el realmente autónomo y combativo. La ineptitud calderonista es más que evidente. Ya ni siquiera los más dóciles de los dóciles, los dirigentes del Congreso del Trabajo, dicen seguir obedeciendo a los calderonistas. Tal parece, según estos indicios, que ni la reforma privatizante petrolera ni la ley laboral dejarán huella sensible en el panorama del México actual. Que así sea.


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