miércoles, octubre 15, 2008


México, el más afectado por la crisis en EU


Ampliar la imagen Escena frente a una casa de cambio en el aeropuerto capitalino, el viernes pasado

Escena frente a una casa de cambio en el aeropuerto capitalino, el viernes pasado Foto: Roberto García Ortiz

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Si la analogía con la Gran Depresión atemoriza a los estadunidenses, no inquieta menos a los latinoamericanos. Unos años después de la caída de la bolsa de 1929, 16 gobiernos de la región fueron derrocados por golpes militares o por la asunción al poder de algunos dictadores. En años recientes se habla de independencia económica de América Latina respecto de su enorme vecino del norte (excepto México). Pero el 29 de septiembre, día que la Cámara de Representantes en Washington rechazó el rescate financiero, fue un recordatorio de lo estrechos que siguen siendo aún esos lazos. Mientras el índice Dow Jones cayó casi 7% en un día, el Bovespa de Brasil, la mayor bolsa de valores de la región, cayó más de 9%.

Aun así, el que esta crisis no tenga el sello “made in América Latina” es motivo de modesta celebración. Durante las crisis de 1994, 1998 y 2000, América Latina utilizó el financiamiento extranjero para pagar el enorme incremento de las importaciones. El estado de ánimo cambió, el dinero extranjero huyó y surgió el pánico. Esta vez, muchos países han tenido excedentes comerciales en años recientes, y el aumento de precios en materias primas ha dado una apariencia más respetable a las finanzas gubernamentales (ver gráfica).

En el caso de México, su histórica alianza con la economía estadunidense tiene ya un efecto. En agosto, las remesas de mexicanos que trabajan al norte de la frontera registraron su mayor descenso. Se desvanece la esperanza de que los estadunidenses seguirían comprando enormes cantidades de manufacturas mexicanas. Y la balanza comercial mexicana, impulsada por los altos precios de petróleo, está en peligro.

Brasil, la mayor economía de América Latina, parece en mejor condición. Pero las materias primas representan aproximadamente la mitad sus exportaciones, lo cual lo hace también vulnerable a una caída de los precios.

Los bancos latinoamericanos también parecen fuertes. Esto no sólo se debe a que no absorbieron valores hipotecarios estadunidenses, sino además a que no son tan dependientes del crédito extranjero. Los bancos de Brasil son una excepción: los pequeños y medianos bancos públicos que dependen del financiamiento extranjero vieron bajar sus acciones la semana pasada. Sin embargo, incluso en Brasil el capital extranjero representa sólo 10 o 20% de sus necesidades de financiamiento.

Los mercados de valores en América Latina son someros (aparte de Brasil), lo que reduce las posibilidades de contagio. El crédito es una de las principales preocupaciones, en particular para los exportadores, a quienes se les dificulta obtener líneas de financiamiento extranjero. Esto podría ser temporal. Pero si perdura, las empresas volverán a los préstamos domésticos, al haber menos fuentes de crédito. Edmar Bacha, del Banco Itaú, quien ha visto muchas crisis, dice que la estrechez crediticia es ahora su principal preocupación.

Sin embargo, un mayor temor para el futuro es que la desaceleración mundial, aunada a una disminución de los precios de materias primas, coloque las finanzas públicas bajo presión. Chile, que invierte en un gran fondo (en la actualidad, casi 20 mil millones de dólares) cuando los precios del cobre son altos y sustenta su presupuesto en un precio muy inferior al actual, es el único país de la región donde el auge de las materias primas no ha ido acompañado de un despilfarro en el gasto público. Los precios de las materias primas ya han caído un poco. Si descienden mucho más, algunos países estarán en problemas.

A la cabeza de los más vulnerables están Venezuela, Argentina y Ecuador. Venezuela, que con sus ingresos petroleros ha importado bienes de cosumo, está particularmente expuesta. Estos ingresos petroleros han permitido que el número de empleos en el sector público se duplique desde que el presidente Hugo Chávez asumió el poder, en 1999, y que se compren armas a Rusia. Reducir el gasto público es una opción, pero no la que a Chávez le agradaría ante las elecciones regionales de finales de noviembre. Aun entonces podría no ser tan fácil practicar la austeridad.

Si los menores precios de materias primas impulsaran una baja en los precios de los alimentos básicos, esto proporcionaría a los argentinos cierto alivio para controlar su rampante inflación. Sin embargo, para el gobierno de la presidenta Cristina Fernández sería una historia diferente. El gobierno obtiene 10% de los ingresos por impuestos a la exportación. Un mayor descenso de los precios de materias primas afectaría aún más a los agricultores (que ya pagan 35% de impuestos sobre exportaciones) y podría renovar sus recientes protestas. Cristina Fernández podría tener la tentación de compensar el déficit utilizando los fondos de pensiones. Existe además preocupación por la moneda. El peso, que ha recuperado confianza después de su caída de 2001, está respaldado por los altos precios de la soya. Si ésta cae, podría provocar otra compra de pánico de dólares para quienes pueden hacerlo, y miseria para los demás.

Para otros países de comportamiento más ortodoxo –Brasil, Colombia y Perú– las cosas parecen mejores en este sentido. Sus gobiernos han equilibrado sus presupuestos y han construido superávit comerciales y reservas en dólares. En algunos lugares el crecimiento sigue siendo fuerte: las cifras muestran un aumento interanual de 8.3% en Perú para julio, y 6.1% en Brasil en el segundo trimestre. Sin embargo, no todos ven las cosas color de rosa. “Los economistas que hablan de cambios estructurales en vísperas de un descenso cíclico deberían ser despedidos”, dice Gray Newman, del banco Morgan Stanley.

Fuente: EIU

Traducción de texto: Jorge Anaya

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