martes, noviembre 04, 2008

No es un espejismo, es Andrés Manuel


Textos: Elia Baltazar, Leticia Robles De La Rosa, Claudia Solera, Andrés Becerril, Arturo Páramo y Alejandro Sánchez,

Excelsior

¿Qué quiere Andrés Manuel López Obrador? La pregunta es incógnita para muchos. Sobre todo luego de concluida la discusión de la reforma energética, que se interpreta como un triunfo para su movimiento y que él, sin embargo, rechaza por dejar abierta la puerta de Petróleos Mexicanos (Pemex) a los contratos de exploración y producción con compañías extranjeras.

A fin de entender los resortes de las decisiones políticas tomadas por el ex candidato a la Presidencia, Excélsior entrevistó a observadores, críticos, amigos y colaboradores de López Obrador, quienes dan pistas sobre la ruta que éste seguirá.

Impredecible, contradictorio, astuto, sagaz, solitario en sus decisiones, autoritario, líder social, opositor incómodo, dueño de un carisma que nadie regatea, López Obrador levanta la controversia por lo que significa tanto para sus seguidores como para opositores: en el caso de unos, la opción; en el de otros, un peligro.

No obstante, aun desde distintas tribunas, todos coinciden: Andrés Manuel López Obrador va a ser de nueva cuenta candidato a la Presidencia de la República en 2012.

Unos lo celebran, otros lo lamentan.

Si hay quienes insisten en su esencia mesiánica, sus contradicciones y tendencia autoritaria, hay también quien lo mira como el único líder de oposición real, no solamente contestatario, sino propositivo, adalid de una amplia base social que lo sigue casi con fervor en su movimiento.

Esa base, dicen los expertos, conformada principalmente por los más pobres de este país, tiende a crecer en la medida en que se agrave la crisis económica y crezca el desánimo.

A lo mejor no le alcanza para ganar una elección, pero le resulta suficiente si de mantener su fuerza opositora se trata, comentan.

Pero a López Obrador no lo fortalecen sólo situaciones externas, como la coyuntura económica. También juega a su favor el desprestigio de la clase política mexicana y las debilidades del sistema y el Estado.

Es un político de caos, opina alguno de los entrevistados. Sin embargo, se trata también de la contraparte de una élite que se niega a emprender cambios profundos, sobre todo con el fin de acortar las distancias sociales.

Andrés Manuel, dice, se fortalece de las debilidades del sistema y de las instituciones, “más débiles que nunca”, según palabras de George Grayson.

No resulta responsabilidad suya, aseveran sus colaboradores. Al final de cuentas, por algo mandó al diablo a “esas instituciones”, inoperantes, que no están cumpliendo con la responsabilidad que les corresponde, dirá José Agustín Ortiz Pinchetti.

Otros no admiten justificación: Andrés Manuel es un político que se mueve en la sutil frontera de la legalidad y la ilegalidad, la violencia y el movimiento pacífico, sabe aprovechar y contribuir él mismo a crear las condiciones que le son convenientes, afirmará Jaime Sánchez Susarrey.

Por lo pronto, las condiciones favorecen a su movimiento, que opera bajo la lógica de sus “preocupaciones” dirán unos o de sus “obsesiones” —argüirán otros.

La polarización lo acompaña.

Comenta Grayson que es el político menos popular en el momento. Incluso lo compara con el ex presidente Carlos Salinas de Gortari. Pero no resta importancia a la fuerza que pueda seguir acumulando, al frente de los muchos millones de mexicanos en pobreza.

Impredecible, más que contradictorio, dicen amigos y colaboradores, como Federico Arreola, Andrés Manuel es difícil de comprender hasta para sus más cercanos.

No es fácil trabajar con él y menos entenderlo. Su liderazgo, explican, impone mucho trabajo. Es esa autodisciplina de la que hablan sus biógrafos, que no concede descanso a su causa.

Y, por ahora, su causa está puesta en impedir cualquier contrato de Pemex con alguna empresa privada, especialmente extranjera, que signifique el otorgamiento de bloques o áreas exclusivas del territorio o los mares nacionales.



No ocurrirá en el corto plazo, confían sus colaboradores. Pero, por si las dudas, él ya ha dispuesto que su movimiento actué ahora como vigilante y contralor de las operaciones de la paraestatal.

Al mismo tiempo, ya anuncia y alista a sus seguidores para la siguiente batalla en el terreno de la política económica.

De hecho, ya lanzó una serie de propuestas que considera urgentes para paliar los efectos de la crisis global en México, pensando en las clases más desprotegidas.

Poco terreno ganan sus propuestas a ojos de sus críticos, que cuestionan su visión económica de los años setenta, estatista, proteccionista, excesiva en el gasto público, dicen. Al estilo de los años de Luis Echeverría y José López Portillo.

En el caso de sus colaboradores, la realidad ha dado razones para sostenerse en su crítica hacia el modelo económico actual, basado en el Consenso de Washington.

Por eso, dicen, nadie debe darlo por descontado para 2012. Incluso sus críticos lo admiten: Vamos a tener Andrés Manuel López Obrador para rato.

¿Para fortuna o para desgracia?


Nota: Para desgracia de todos aquellos acostumbrados a vivir del presupuesto, o de privilegios y canongías derivadas de su cercanía al poder. Total y absoluta desgracia para aquellos que pretenden seguir viviendo al amparo de tratos en lo oscurito, de insistir en el usufructo y la entrega de recursos que pertenecen a todos para el solaz y beneficio de unos pocos, nacionales o extranjeros. Esperanza para muchos que tienen ya los ojos abiertos y muchos más que en el camino irán aprendiendo que sòlo con la participación del pueblo se liberará al pueblo; porque los que ahora trabajamos en torno a AMLO -a despecho de como se nos juzga- no somos borregos, vamos nosotros mismos buscando y conformando nuestra propia forma de allegarnos información, de establecer lazos, de construir una conciencia cada vez más clara que permita un verdadero cambio en el país; cambio que no se dará en unos meses, aunque algo se vaya logrando en el camino, y que necesitará la participación mayoritaria de quienes tienen muy poco que perder y todo que ganar. Esperanza y asidero para quienes, junto con todos los movimientos sociales emergentes, deben ir unificando fuerzas y generar un México distinto, donde quepamos todos, aún los que ahora nos desprecian, pero en una correlación de fuerzas diferente. Un México donde los derechos de los hoy desposeídos sean respetados y se logre una vida digna para todos. ¿Fortuna o desgracia? cada quien sabe de qué lado de la historia quiere ponerse.

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