lunes, junio 29, 2009

EL voto nulo una simple aplicación de la economía de mercado al circo político


Escrito por Oliver Fröhling
Lunes, 29 de Junio de 2009
Votación cómplice I y II

Tengo que confesar que toda mi vida he desperdiciado mi voto. Siempre he querido decidir mi vida yo mismo, y la idea que la democracia consiste en decidir a quien me manda simplemente me parece una aberración. Tampoco me convence la idea que el agregado estadístico pero secreto de un examen de opción múltiple de nivel preescolar, aplicado a toda la población de un país, tendrá algo que ver con la famosa “voluntad del pueblo”. Tener como único acto de poder ciudadano la obligación de elegir entre una oferta de sospechosos comunes para otorgarles un poder desmesurado sobre mi vida, da risa o rabia.

El resultado de este costoso ritual de legitimación de una clase gobernante ha sido gente desagradable(con algunas excepciones) que, basado en su legitimidad de haber ganado una elección como fuera, se apresuran a actuar en contra de mis intereses sin que yo pudiera hacer algo al respeto, ya que fueron “electos democráticamente”. A ellos el poder, a mi, el derecho de permanecer callado por los próximos 3 años.
Por eso, el voto nulo, o más bien un manifiesto de groserías con comentarios particulares para cada uno de los buscadores de huesos ha sido mi muy personal ejercicio de resistencia literaria, un ejercicio de desquite ciudadano para evitar la diabetes con tantos corajes que me causarán en los próximos 3 años. Y he defendido entre amigos esta practica, como también la hemos lanzado al publico en esta pagina oaxacalibre.org con nuestra muy exitosa campaña a favor de ninguno, cuyo victoria abrumadora en los comicios del 2007, fue, como de costumbre, arrebatado por el PRI.

Por esta falta de fe en el voto, veo ahora con mucha desconfianza la campaña semi-oficial en medios de comunicación masiva, con apoyo manifiesto de algunos empresarios de cercanía al ejecutivo. Aunque uno quisiera creer que este sector ya se acercó un paso más al zapatismo y próximamente regalará sus ahorros a los pobres y entregará sus fábricas a los trabajadores, la experiencia me ha enseñado de sospechar de esta gente y sus medios, especialmente cuando superficialmente parece que están haciendo algo bueno, racional o sensato. ¿Porque los beneficiados del sistema, aquí menciono nada más a los intelectualoides comentaristas de Televisa y TVazteca, dan espacios para promover el voto nulo o en blanco? ¿Qué estarán tramando? ¿Porque de repente esta disposición de reconocer que los partidos no sirven (emoción compartida al 100%) cuando les han servido tan bien en el pasado y les siguen sirviendo? Para contestar la pregunta, hay que tomar en cuenta a varios factores:


Primero, económicamente estamos en condiciones difíciles. Bajaron las remesas, bajó el precio de petroleo, bajó la recaudación de impuestos; es decir el gobierno no tiene dinero y está colgado de prestamos, y por eso no es difícil adivinar que después de las elecciones se va a caer el cielo. En serio. Sé que ahora los tiempos parecen difíciles, pero agosto pinta mucho peor. Nosotros lo intuimos, pero en Los Pinos lo saben.

Segundo, en este contexto es bastante significante que la campaña del voto nulo se da en las elecciones intermedias, donde se eligen los miembros del congreso, que teóricamente y en algunos aspectos de la realidad pueden servir de freno a un presidente que basa su única esperanza en el autoritarismo y la militarización, legitimados por guerras contra enemigos invisibles como la influenza o el narco. El voto nulo bien publicitado puede servir para des-legitimar todavía más a una institución ya bastante cuestionada (hay que reconocer que los partidos hacen todo lo posible para ayudar en este proyecto). El “estamos hartos” se dirige en contra de partidos y el congreso, pero ¿Dónde está el presidente? Es preocupante que la protesta se enfoca al congreso, mientras que Calderón y su institución favorita, el ejército, se salen con la suya.

Tercero, hay que recordar que el voto nulo es un acto apolítico y puramente simbólico. Es apolítico porque es un simple rechazo o berrinche, sin ninguna conexión a un proyecto diferente. Y es simbólico porque carece de efecto directo. Es decir, es una expresión que será medida y mediada por el IFE y luego por los medios masivos, de los cuales depende su interpretación. Así como se presenta, la campaña es simplemente decir: “ya nos hartamos de ustedes.” y luego ver si alguien hace algo al respeto. Pero ¿A quien se dirige esta acción simbólica? ¿Quien puede responder al hartazgo manifiesto? La diferencia entre el voto nulo de ahora y el “Ya Basta” de hace 15 años es que el “ya basta” propuso una opción diferente, llegó organizado y tenía propuestas concretas de como cambiar el sistema. El voto nulo de ahora es difuso, no tiene un sujeto definido, no tiene propuestas más allá del enojo ciudadano, y está sujeto a una interpretación mediática incierta.

El temor es que un presidente en alianza con un ejército que ya se está insertando bastante en la vida nacional pueda usar este hartazgo real para intentar de “salvar a la patria”. Y con más razón hacerlo en tiempos económicamente muy difíciles, cuando potencialmente peligra más este sistema sumamente injusto y sus beneficiados. Las acciones de Michoacan y después en Hidalgo, donde el ejército se llevó a funcionarios del gobierno, algunos de ellos electos directamente, son pequeños ensayos para averiguar la tolerancia popular de un papel activo y político del ejército en el país. Y juzgando la reacción mediática, hay bastante tolerancia.

Por eso, el voto nulo no basta, y puede en las condiciones actuales servir como legitimación de un régimen autoritario. El problema central de la campaña del voto nulo es que no cuestiona este ritual caro, arcaico y misterioso de legitimación de poder. A contrario, el voto nulo mantiene la creencia en la importancia del voto. Quiere descalificar a los candidatos y los partidos, y el abstencionismo, pero no cuestiona el sistema mismo de la concentración y legitimación del poder político-económico. Es una protesta en contra del contenido de la democracia electoral, pero no cuestiona su forma. Sigue siendo una legitimación del sistema.

Obviamente la solución no es votar por el (la) menos peor. Más bien, hay que redirigir las energías más allá de una protesta simbólica que se cuelga del voto y organizarse para enfrentar y parar las tendencias abiertamente autoritarias de este régimen. Hay que ir más allá y restarle importancia al voto mismo, exponerlo como un ritual ajeno a la idea de la democracia, que significa poder del pueblo, no de partidos, ni del presidente, ni de ejercito, ni de las encuestas.
Al final, el voto nulo es la simple aplicación de la economía del mercado al circo político: Los votantes son los clientes en el supermercado de las opciones políticas, prefabricadas y envueltas en papel de colores bonitos. Ahora se dan cuenta que no les gusta la oferta. Si se quedan en el super, esperando una mejor oferta, van a recibir una oferta que no pueden rechazar, ya que viene uniformada y armada. La única opción viable es salir del super y crear las alternativas, en este caso nuestras formas propias de hacer una política verdadera, de recobrar el poder que tenemos y que nos arrebatan cada tres años con el ritual del voto que es nada más y nada menos que la legitimación de un sistema injusto y una clase política sinvergüenza.
A una semana de las elecciones debemos apartar la vista de esta farsa y crear los ámbitos donde se puede hacer una política verdadera, para defenderlos en contra de un autoritarismo y una militarización creciente.

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