viernes, abril 09, 2010

MILENIO DIARIO DE MONTERREY, 8 abril 2010


Con el entrañable Diego coincidimos en casi todo, excepto en que la actuación del ejército mexicano habría sido ejemplar en tiempos pasados. Cierto que no padecimos golpe de estado ni régimen militar en el período en que estos se daban en maceta en la mayoría de los países latinoamericanos, pero existe una parte negra de la historia mexicana en donde los militares, bajo el mando del comandante supremo de aquel entonces, Díaz Ordaz, se mancharon de sangre, y quienes vivimos esos momentos -no es el caso de Diego, al que le faltaban varios lustros para nacer- no olvidaremos ni perdonaremos NUNCA.



La Doctrina Calderón en Monterrey

Historias de Nadie. Diego Osorno

Un militar retirado que dirige la Policía de Santa Catarina es tratado de asesinar por un grupo de sicarios. La banda fracasa en su misión y los policías detienen a uno de los supuestos miembros del comando, quien, difunden a los reporteros que cubren el evento, también era un narcomenudista. El detenido es fotografiado mientras camina rumbo a un helicóptero de la Marina. Se ve que va en buen estado físico junto a los marinos. Una más de las miles de detenciones que ocurren en el marco de esta mentirosa guerra contra el narco lanzada por el presidente Felipe Calderón.

Al día siguiente, el detenido aparece tirado en un terreno baldío de la ciudad, ejecutado al estilo de la mafia y con huellas visibles de haber sido torturado. Lleva la misma ropa que portaba un día antes. Ni la Marina ni la Policía municipal de Santa Catarina ni la Procuraduría de Justicia ni nadie aclaran qué fue lo que sucedió con este hombre, de quien ayer al mediodía no sabíamos ni siquiera cuál era su identidad.

No hace falta ser demasiado inteligente para pensar que esta persona detenida fue asesinada por el Gobierno. El autor lo mismo podría ser un mafioso infiltrado dentro de alguna corporación del Gobierno, o bien una corporación gubernamental decidida a vengarse del fallido ataque del comando de sicarios. Aunque haya personas que digan en los comentarios de milenio.com: “Lo único que debe hacer la Marina es pagar la multa por tirar basura en un baldío”, este crimen debe ser aclarado. No es cualquier cosa lo que está en juego. Las garantías civiles forman parte de uno de los pocos logros que se han conseguido en un país como México, tan dolido por todos lados.

Las Fuerzas Armadas son uno de los componentes imprescindibles de nuestra nación. A diferencia de otros ejércitos latinoamericanos del siglo pasado, el de México tuvo una conducta ejemplar que enorgullece a muchos. Vamos, el prestigio del Ejército es tal que mientras en Argentina y Chile desaparecían a opositores, en México uno de los pocos presidentes intachables que ha habido, vino de ahí: el general Lázaro Cárdenas.

Cuando Felipe Calderón asumió la Presidencia en 2006, lo hizo en medio de una crisis política que no se ha solucionado a la fecha. Lo que hizo Calderón, en un acto de oportunismo carente de principios, fue disimular esa crisis política usando a las Fuerzas Armadas. Pero el militarismo es asunto serio, no andar ligándose a Patylu en Nueva York. A la crisis política aún vigente se sumó luego una crisis económica y ahora mismo está en riesgo de sumarse también una crisis social en cualquier momento. Ciudad Juárez y quizá hasta Monterrey pueden terminar siendo un detonador importante a mediano plazo. A caballo, torpe y peligrosamente, Calderón ha ido creando esta atmósfera riesgosa para la estabilidad nacional, la cual además ahora se ve acosada por los intereses de Estados Unidos.

Es tal la fragilidad que uno se pregunta: ¿Qué le quedaría a la administración de Calderón sin el Ejército?

Otra cosa preocupante que sucede en estos días es la militarización del pensamiento de la gente. Comentarios como los que justifican y enaltecen posibles ejecuciones cometidas por el Gobierno, la evidencian. La doctrina Calderón, como bien la nombra Epigmenio Ibarra, es un asunto muy preocupante para quienes creemos en la democracia, en la justicia y en la libertad. No podemos permitir que la vida castrense se involucre demasiado en la vida civil, porque si no, al rato tendremos a un teniente coronel dirigiendo el Conaculta, el Conarte o el FCE. Una de las cosas notables del régimen priista fue la respetuosa separación de ambos ámbitos.

Me siento orgulloso de la sociedad regiomontana de la cual formo parte. No puedo aceptar como normal que una persona detenida sea ejecutada por autoridades, ni tampoco el que se les clasifique irresponsablemente como sicarios a estudiantes. Como regiomontano, como mexicano, no puedo aceptar que el país esté desmoronándose frente a nosotros sin hacer algo. Pedir que se mantengan las garantías civiles no es estar a favor del narco.

Calderón se irá en 2012 –ojalá fuera antes– y dejará el país sumamente dañado. Consignar las amenazas a la vida democrática que ocurren hoy en día aminorará, esperemos, una devastación aún peor.

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