viernes, agosto 10, 2007

El interrogatorio


Milenio Diario, 10 agosto 2007.

Sanjuana Martínez.

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La jerarquía mexicana vive una de sus etapas más vergonzosas. El histórico interrogatorio al cardenal Norberto Rivera Carrera, acusado de 12 cargos en la Corte Superior de California, deja en una precaria situación moral a la Iglesia de este país.

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Nervioso, sudoroso y visiblemente preocupado, el cardenal Rivera se sometió a un interrogatorio a cargo de los abogados de las víctimas del cura pederasta Nicolás Aguilar, acusado de violar a más de 90 niños entre México y Estados Unidos.

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Desde hace dos meses el purpurado mexicano había contestado un cuestionario de 58 preguntas. Con base en sus respuestas y en nuevas dudas, el cardenal accedió a sentarse en el banquillo de los acusados frente a Joaquín Aguilar, el joven que cuando tenía 13 años y era monaguillo fue violado en la sacristía por el padre Nicolás, un sacerdote cuya carrera delictiva se extiende a lo largo de 30 años bajo el manto púrpura de su superior eclesiástico.

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El interrogatorio empezó a las 9 de la mañana en las oficinas de la Arquidiócesis. Allí el ambiente era tenso, estaban dos abogados del equipo de Jeff Anderson, quien por decisión de la Secretaría de Gobernación no puede pisar suelo mexicano hasta dentro de 5 años. David Dribon y Robert Waters se encargaron de mirar fijamente a los ojos al cardenal para hacerle decenas de preguntas.

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Steven R. Selsberg, abogado del cardenal y casualmente del hombre más rico del mundo, Carlos Slim, le decía a su cliente cuáles preguntas debía contestar, a fin de protegerlo de que se autoinculpara. Sería bueno saber de dónde sale el dinero para pagar este costoso despacho de abogados, si del bolsillo del purpurado o de las limosnas que los fieles entregan a la Arquidiócesis de México.

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En la oficina donde se desarrolló el interrogatorio estaba además un camarógrafo que la parte demandante contrató con el fin de videofilmar la histórica cita. Hay que recordar que el cardenal de Los Ángeles, Roger Mahony, accedió también a que se le interrogara y esa filmación ha servido para hacer varios documentales.

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El cardenal hubiera preferido que todo se realizara bajo estricto secreto, pero a veces los periodistas mexicanos somos demasiado inquietos como para someternos a un mandato de oscuridad.

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La lucha de Norberto Rivera por seguir tapando el sol con un dedo va más allá: exigió un compromiso procesal para no difundir el contenido de su declaración. Algo que seguramente será muy difícil de cumplir, sobre todo, porque este caso se realiza de cara a la opinión pública.

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Los católicos mexicanos tienen el derecho de saber hasta qué punto su cardenal está implicado en la pederastia clerical. Son los fieles quienes deberían exigir transparencia, justicia y verdad, sobre todo los fieles decentes, porque ya se sabe que una importante sección del catolicismo mexicano es fundamentalista y prefiere taparse los ojos.

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A ellos no les importa la honestidad, ni la compasión o dignidad que merecen las víctimas mexicanas, lo que realmente les interesa es el silencio. Ese silencio que guarda igualmente la Iglesia como institución.

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La Conferencia Episcopal ha preferido callarse ante los delitos de la jerarquía católica. Esperan que así se termine el problema. Lo que no saben es que defraudan enormemente las aspiraciones de justicia de millones de católicos que no vemos con buenos ojos que los obispos o cardenales protejan a los curas pederastas.

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En lugar de abordar abiertamente el cáncer de la pederastia clerical, el episcopado opta también por el silencio. Vergonzosa y hasta delictiva resulta la reacción del portavoz de la Arquidiócesis de México, Hugo Valdemar, quien a estas alturas del partido sigue negando los hechos: “El lamentable caso del cura Nicolás, quien al parecer abusó de niños en Estados Unidos”, dijo al referirse al interrogatorio al cardenal.

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¿Al parecer? Por favor, si el sacerdote es prófugo de la justicia estadunidense desde hace 20 años y de la justicia mexicana desde hace nueve. El cura Nicolás violó a más de 60 niños en México, no sólo abusó de niños en Estados Unidos. ¿A quién pretende seguir engañando el señor Valdemar?

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Las respuestas de Norberto Rivera Carrera al interrogatorio no dejan lugar a dudas: el cardenal pretende seguir ocultando la verdad. El purpurado mexicano cree que siguiendo en el juego de la avestruz podrá esconder indefinidamente los hechos que lo han llevado a verse ante un miembro de la Corte Superior de California.

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Repite los argumentos que dio en su declaración jurada por escrito el pasado mes de febrero. Sostiene que él no sabía que el cura era pederasta, que le advirtió al cardenal Roger Mahony que el sacerdote era homosexual y que después no volvió a tener noticia de nada.

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Sus argumentos se caen como un castillo de naipes. Y es que su homólogo lo ha abandonado. Luego del acuerdo de 660 millones de dólares, el purpurado angelino ha decidido tomar distancia. Después de lograr evadir una eventual condena judicial gracias al dinero, el cardenal Roger Mahony se dice ahora dispuesto a colaborar con la justicia para detener al cura prófugo; incluso, se muestra a favor de testificar en contra de Rivera Carrera si así lo solicitara la Corte Superior de California.

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La próxima cita trascendental para el cardenal será el 11 de septiembre. Ese día la Corte Superior de California decidirá la jurisdicción del caso. ¿Qué hará Norberto Rivera? ¿Seguir negando los hechos o transar?

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