Don José Alvarado fue rector de la Universidad de Nuevo León antes de que ésta fuera Autónoma. Durante su gestión fue despiadadamente vilipendiado por la clase dirigente local que se expresaba especial aunque no únicamente a través de medios como el periódico El Norte. Tanto hicieron que lograron que dejara la rectoría; él, siempre digno, partió a la cd. de México donde se desempeñó con la integridad y don de gentes que le caracterizó. Su valer como escritor y periodista fue reconocido en su tiempo fuera de su tierra. Hipócritamente la sociedad regiomontana ahora lo reconoce y hasta se le publica y se le menciona sin remordimiento alguno. Para leer más sobre Don Pepe ir a
http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx/Tables/RMC/rmc88/jose.html
Sale lo anterior a colación porque leyendo la publicación en línea de 15diario me encontré que reproducen un artículo de Alvarado sobre su análisis de la película "Lo que el viento se llevó"; escrito que refleja su pensamiento y uno llega a tener nostalgia y envidia de un tiempo pasado cuando un hombre de tal formación encabezó la vida académica en nuestra localidad; por supuesto también nos cae el veinte de porqué la derecha regiomontana no podía permitir su presencia como líder universitario. Ustedes lean y pregúntense si alguno de los recientes rectores: Reyes Tamez, Galán Wong o José Antonio Treviño podrían hilar un discurso semejante:
"Los verdaderos protagonistas del drama no aparecen en la película más que como un paisaje fugaz que sirve de fondo lejano a ciertas escenas: los esclavos negros. En ellos, en su carne explotada, está la verdadera raíz de un drama que en la película se proyecta hacia los elegantes salones, los airosos idilios y las románticas ráfagas heroicas de las aristócratas latifundistas de Georgia. Dentro del gran drama histórico de los Estado Unidos, esa manera de situar el interés en las capas ricas, sus pasiones y sus penas al perder el dominio que han disfrutado, es, trasladándolo al drama histórico mexicano para apreciarlo mejor, lo mismo que se ha hecho entre nosotros por escritores y cinematografistas, que han pintado, de las tragedias y penalidades impuestas por la Revolución, los aspectos que se refieren a los ricos, a las “víctimas” de la oleada destructora. Es indudable que en la Revolución mexicana, como en la francesa, como en la guerra civil entre esclavistas y antiesclavistas de los Estados Unidos, hubo grandes desgarramientos y tragedias personales tremendas. Pero no se puede, ni se debe, aislar esas vicisitudes de los individuos y sus familias, del marco social, del antecedente de injusticia y privilegio acumulado a través de generaciones, que es lo que explica y justifica la destrucción dolorosa hecha en el transcurso de la revolución. Este es el más grave error, el defecto esencial de la obra. Aparece sólo un término, la pasión de Scarlet; que es el menos importante por individual; pero el otro se oculta, se pierde entre los incidentes dramáticos de segundo orden. No es la lucha amorosa de Scarlet contra Reth, como podría creerse, el eje del asunto; sino, su irresistible anhelo de conservar el pasado frente a una historia que se convierte en torbellino arrollador, la batalla de la señora feudal contra la liberación de los negros; pero esto no se expresa francamente porque los negros, cuando aparecen salen falsificados, apócrifos, unas veces como pacientes bestias a las que se lleva a combatir al lado de las fuerzas del Sur, contra ellos mismos, otras como salvajes o imbéciles a los que una redención pretendidamente torpe los lanza por caminos que no son para ellos. Esta equivocación, deliberada equivocación de los productores, hace de Lo que el viento se llevó una película cobarde que elude la expresión de su propio drama, que desvirtúa la verdadera oposición de sus elementos para exaltar la fuerza negativa de la heroína.
Pero Lo que el viento se llevó no es sólo una película cobarde, es también una tendenciosa y hábil invitación de resistir a las fuerzas que renuevan el mundo implacablemente. Una habilísima invitación disfraza con los perfiles heroicos con que se presenta a Scarlet O’Hara, la bella, seductora y terrible campeona de la resistencia y disfrazada también con los crueles aspectos de inhumanidad e instinto de destrucción que se acomodan a los soldados de Lincoln. Puede advertirse, con un poco de atención, el persistente propósito de presentar el curso victorioso de los antiesclavistas, como un huracán que solo deja ruinas tras de sí, como un viento que se lleva la felicidad, el ensueño y la alegría de vivir, que destruye y arrasa todos esos bellos cuadros de cortinajes, música, y risa, para dejar sólo desolación y sufrimiento. La película no trata de aclarar jamás que todo lo que el viento se lleva es lo que no tenía razón de existir, lo que no debió existir nunca: la dulce y apacible felicidad de una familia asentada sobre el sudor, la fatiga, el dolor y la muerte de cientos de esclavos negros de todas las edades; ni aclara que los escombros que el triunfo de Lincoln deja detrás, son las ruinas de un mundo feudal absurdo, injusto, cruel y estúpido, de valses en los salones y esclavos viviendo como bestias."
Para leer el artículo completo ir a
http://www.laquincena.info/15diario/septiembre/080930/30alvarado.html
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