lunes, marzo 01, 2010

De Contralínea



Los nuevos peones acasillados

Autor: Mayela Sánchez
Sección: Ocho Columnas



Prisciliano rememora que, hace algunos años, la ciudad de Tehuacán vivió una bonanza en la industria maquiladora. En ese entonces, la demanda de mano de obra favorecía a los obreros con mejores sueldos y a ellos, con mejores ventas. No obstante que había una mejor condición económica, la presión que recaía sobre los trabajadores se asemejaba a la que padecen ahora. Recuerda que, cuando él trabajó como supervisor de producción en la empresa Tarrant, tenía que soportar las presiones del patrón para sacar la producción diariamente. “Es mucho desgaste, nosotros entrábamos desde las ocho de la mañana y veníamos saliendo a las nueve de la noche”.

—¿Y le pagaban las horas extra?

—El empleado no tiene derecho a horas extra.

Obreros maquiladores, entre abusos y peligros

Además de los bajos salarios, insuficientes para satisfacer las necesidades básicas de los trabajadores, las condiciones predominantes en las maquiladoras son opresivas y violatorias de sus derechos laborales básicos, señala el informe Tehuacán: del calzón de manta a los blue jeans, elaborado por la Comisión de Derechos Humanos y Laborales del Valle de Tehuacán, AC (CDHLVT).

Aunque el documento data de 2003, la problemática que presenta respecto del trato que reciben los obreros de la maquila sigue vigente. Ofensas y humillaciones por parte de los supervisores, discriminación racial contra trabajadores indígenas, contratación de menores de edad, acoso y hostigamiento sexual, descuentos por faltas y retrasos, ausencia de seguridad social para los trabajadores, contrataciones por periodos de 28 días para evitar que el trabajador genere antigüedad, tiempo de trabajo extra sin goce de sueldo, inexistencia de contratos colectivos de trabajo y trabas a la libre asociación y sindicalización son los reclamos más comunes de los trabajadores, las historias diarias de los obreros de la maquila.

Eva, Irma y César, junto con otros compañeros, fueron despedidos injustificadamente en diciembre pasado. Cuentan que luego de exigirle el pago del aguinaldo a su patrón, éste los mandó a “descansar” durante dos semanas, mientras el resto de los obreros siguió trabajando. “Nos dijeron que lo que nos hicieron fue un despido. Fueron más de 15 días y no hubo un papel firmado de que nos habían mandado a descansar”, señala Irma. Eva opina que fue “un coraje” del patrón “porque nos atrevimos a reclamar lo que nos debía”.

César recuerda que en ocasiones, el patrón no les pagaba, arguyendo que no tenía dinero, que el banco estaba cerrado o que no se habían apurado a sacar el corte. “Siempre la culpa es de nosotros, nunca de los patrones”; pero cuando llega el corte, la actitud de los patrones cambia, les piden amablemente que se queden hasta sacar la producción, y si no acceden, cierran el zaguán con candado hasta que acaben, platica el joven de 21 años.

Luego de presentar su caso ante la Junta Local de Conciliación y Arbitraje de Tehuacán y mientras esperan que su expatrón les pague el dinero que les debe, se han incorporado a otras maquiladoras. Desconocen el nombre de la fábrica, pero César asegura que le trabaja a Top Jean, una empresa de Grupo Navarra que confecciona pantalones de mezclilla para firmas como Guess, Wrangler, Gap, Levi Strauss, Polo Ralph Lauren y Tommy Hilfiger, de acuerdo con el informe de la CDHLVT.

En su nuevo trabajo, César trabaja de las 8:30 horas a las 18:30 horas. Cose de 1 mil 200 a 1 mil 500 prendas al día, y si no cumple con su tarea a la hora de la salida, tiene que quedarse hasta terminar.

Mientras que en una tienda departamental de la ciudad de México un pantalón de la marca Levi Strauss se vende en 700 pesos, obreros como César, Eva e Irma sólo pueden adquirirlos cuando salen defectuosos: el patrón los obliga a quedárselos, descontándoles 100 pesos de su salario por cada prenda mal hecha que decidan conservar, aun cuando no sea de su talla o no la puedan vender porque está defectuosa.

El informe de la CDHLVT, realizado en colaboración con la organización canadiense Red de Solidaridad de la Maquila, también refiere que los accidentes son comunes en las plantas de ensamble y lo atribuye al ritmo de producción, las largas jornadas de trabajo y la presión para completar las cuotas diarias de producción. Las pinchaduras de dedos con agujas, las cortaduras en dedos o manos y las quemaduras con la plancha son los accidentes más comunes; también, enfermedades respiratorias por la inhalación intensa de la pelusa de mezclilla, dolor constante en los riñones y en la columna vertebral por permanecer mucho tiempo sentado, alergias en la piel por los químicos que tiene el textil, debilitamiento de la vista y estrés permanente.

Aunque su piel cobriza resalta debajo de un gastado suéter rojo, el rostro de María luce cansado; su delgada figura se encorva como para protegerse del frío. La joven obrera asegura que sí trae una chamarra para cubrirse pero que le estorba para trabajar, así que opta por quitársela, como hace el resto de sus compañeros. En un trabajo donde la movilidad es indispensable para cumplir con la cuota diaria de prendas, es preferible pasar frío que perder agilidad corporal, aun a costa de la salud.

La nave de concreto con techo de lámina de la fábrica Cualquier Lavado, donde trabaja María, no cuenta con sistema de aire acondicionado, de modo que los obreros resienten las vicisitudes del clima no sólo en época invernal, sino también durante el verano, cuando el calor se hace insoportable en la construcción repleta de rollos de mezclilla y las únicas ventanas son los huecos dispuestos en lo más alto de sus paredes, inalcanzables para los obreros.

“Ganas de trabajar”, el único requisito

Sobre el inmenso portón azul de la planta 1 de Cualquier Lavado, resalta una amarillenta cartulina con la leyenda “Se solicitan pretinadores y supervisores de calidad”. A continuación, un listado con los requisitos: Clave Única de Registro de Población o acta de nacimiento, credencial de elector y comprobante de domicilio.

No se requiere experiencia, no hay un límite de edad ni exigencia de nivel de estudios. En un municipio donde la escolaridad promedio es de nivel primaria, la oferta de trabajo se antoja atractiva. Pero también puede derivar en abusos, pues como en muchos lugares, a los obreros no les piden papeles, tampoco les dan un contrato por escrito. “Es así de ‘¿tienes ganas de trabajar? Pásale’”, simplifica Eva.

César dice que ellos no firmaron un contrato con la empresa de la que fueron despedidos, sólo tienen las solicitudes de empleo y es lo único que los ampara.

Eva tiene siete años trabajando en la maquila. Al igual que su hermana Érika, comenzó a trabajar antes de alcanzar la mayoría de edad. Ante el asombro, la joven explica que “no es de admirarse que haya niños en las maquiladoras; normalmente en todas las maquiladoras hay”, y hacen las mismas tareas que los adultos, incluso a operar máquinas. Lo único que los hace diferentes al resto de los obreros es el salario que reciben, pues los patrones suelen pagarles menos.


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