martes, marzo 02, 2010

MONTEMAYOR, IMPRESCINDIBLE

MONTEMAYOR, IMPRESCINDIBLE.
Editorial de La Jornada, 1 de marzo de 2010

La muerte prematura de Carlos Montemayor, acaecida la madrugada de ayer en esta capital, trasciende el ámbito de lo personal: se trata de una grave pérdida para el país en varias de sus dimensiones, y deja una ausencia irremediable en uno de los peores momentos de México.

Al ensayista, tenor, literato, traductor, investigador, lingüista, articulista, promotor cultural y luchador por la justicia social, los derechos humanos y las culturas indígenas, se le echará de menos en los terrenos correspondientes, en todos los cuales dejó obra trascendente. Fue, a su manera, un espíritu renacentista actuante entre los siglos XX y XXI.

Destacan, en particular, su labor de rescate, difusión y fortalecimiento de la literatura en lenguas indígenas; su fusión de virtudes académicas y narrativas, que cuajó en la novela Guerra en el paraíso –en la que plasmó parte de la historia de las organizaciones político-militares que, en los años 70 del siglo pasado, pretendieron transformar la realidad nacional por medio de las armas–, y su papel en la disuelta Comisión de Intermediación entre el gobierno federal y el Ejército Popular Revolucionario (EPR), al lado de Miguel Ángel Granados Chapa, Samuel Ruiz, Juan de Dios Hernández Monge, Enrique González Ruiz, Rosario Ibarra de Piedra y Gilberto López y Rivas.

Montemayor, además de investigador, erudito, creador literario e intérprete operístico, era un hombre consciente de las lacerantes injusticias que padecen desde siempre las mayorías depauperadas y que se han profundizado y extendido en forma alarmante en las tres más recientes décadas, como resultado de la implantación del modelo económico neoliberal y de la pérdida de rumbo por el grupo que detenta el poder público. Esa conciencia lo hizo mantenerse en contacto inmediato con las luchas sociales que han sido la expresión de las mayorías depredadas y las minorías oprimidas ante el avance de los intereses privatizadores, la descomposición institucional y los amagos autoritarios y antidemocráticos.

El Montemayor articulista honró estas páginas con sus escritos. Para La Jornada, su muerte es la pérdida irreparable de un amigo y de un colaborador excepcional, y este diario expresa solidaridad y afecto a sus familiares.

En el México de hoy, el poder político en todos sus niveles se ejerce con ineptitud, faccionalismo y patrimonialismo en grados nunca vistos, y se hace presente el riesgo de que este proceder termine por generar estallidos sociales e ingobernabilidad. En esta circunstancia, la comprensión y la acción de Carlos Montemayor resultaban agudamente necesarias. Al país va a hacerle mucha falta su pasión social y su rigor analítico, su creatividad y su serenidad, su independencia y su compromiso. Se nos ha muerto un imprescindible.

 

"En ese contexto de engaños complicitarios fue contrastante la postura de Carlos Montemayor, un intelectual que supo poner las armas de su pensamiento al servicio de luchas populares y que fue congruente y combativo desde las más diversas tribunas, lo mismo desde un espacio nocturno en el noticiero más visto de Televisa, donde periódicamente hacía un comentario de minutos, que en la participación directa en apoyo de movimientos en busca de reivindicaciones indígenas, sociales (como la defensa de Cerro de San Pedro contra las mineras canadienses de alta contaminación), literarias y de derechos humanos (como la participación en el comité que buscó intermediar con la administración federal para esclarecer el asunto de los dirigentes eperristas desaparecidos).

La muerte del autor de Guerra en el paraíso ensombrece a un México necesitado de voces lúcidas, críticas, sensatas, que ayuden a entender la realidad y a luchar para cambiarla. Comandante de las letras, guerrillero del pensamiento, cantor y poeta, Carlos ha llegado ya, en paz, al Monte Mayor."
Julio Hernández López.

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