viernes, septiembre 24, 2010

CONSUELO MORALES, un bosque respira en esta mujer



CONSUELO MORALES, un bosque respira en esta mujer

Ximena Peredo

Breve semblanza que de la hermana Consuelo Morales realizó Ximena Peredo en la ceremonia de entrega del premio nacional por la igualdad y contra la discriminación que otorgó el CONAPRED.


8 de Septiembre de 2010. México, D.F.

Consuelo Morales es un árbol hermoso, lleno de aves que cantan por las mañanas y que de tarde se acurrucan entre sus ramas. Es una mujer bien afianzada en sus raíces, sabe que el alimento está en lo profundo de la Tierra y no en la superficie. Sabe esperar. Se conmueve con el paso de las estaciones. Ofrece sus frutos, sus hojas, su sombra, su leña. Consuelo es una de las presencias más fértiles de Nuevo León.

Con frecuencia me pregunto sobre su infancia e imagino que mientras los pies de los otros niños se quemaban en la aridez de la tierra regiomontana, ella memorizaba palabras preciosas como azul plúmbago, y al pronunciarla quedito se refrescaba del calor. La niña creció con sed. Una sed única, de libertad, que se convirtió con los años en una vocación. Consuelo busca el agua, la vida, la resurrección de la esperanza, y lo busca con apremio. No es como esos exploradores que pierden el tiempo buscando algo que no creen que exista. Ella, en cambio, busca sabiendo que encontrará. Esa certeza la ha mantenido luchando desde Ciudadanos en Apoyo a los Derechos Humanos, A. C, CADHAC; más de diecisiete años.

No le fue fácil decidirse a iniciar una organización que promoviera y defendiera las garantías fundamentales en una ciudad que reacciona hostil con quien llama al autoritarismo, al abuso de autoridad y a la delincuencia por su verdadero nombre. Padeció en el discernimiento de esta opción, nos platica, hasta que de pronto cayó una gran alegría a la boca de su estómago: abriría un pozo de agua en medio del desierto. Corría el año de 1993 y acompañada por un puñado de hombres y mujeres relacionados con las comunidades eclesiales de base inicia CADHAC en el municipio de Guadalupe, Nuevo León. Pero el trabajo llegó a caudales convocando a cientos de ciudadanos a participar en la urgente causa de los derechos humanos. Desde entonces la organización ha venido creciendo junto a la sed de quienes buscan impulsar el respeto a la dignidad de la persona.

Consuelo es religiosa. Monja de la Congregación Canónigas de San Agustín, una orden cuyo principio agustiniano: ama y haz lo que quieras, ha sido un espacio de libertad incondicional para esta defensora de derechos humanos. Sin embargo, CADHAC es laico. En el único espacio en el que hay figuras religiosas es en la oficina de la directora. Recientemente alguna amistad le regaló una pintura de Jesús crucificado. Ella decidió colgarla frente a su escritorio, porque esa imagen la fortalece. La de Jesús es la primer tortura documentada, dice, observando sus llagas, su mirada perdida, su corona de espinas. Yo me conduelo por el nazareno, y sin necesidad de creer o no en su doctrina, entiendo la importancia de esa imagen en la oficina, una escena del dolor infinito y de la crueldad, que se repite a diario en nuestra ciudad, en nuestro País.

CADHAC es también semillero de defensores. Esa es la otra gran labor de Consuelo. Si bien la organización ha defendido cientos de casos de personas agredidas por su propio gobierno, otra de sus grandes funciones y de Consuelo, personalmente, es la formación de activistas y académicos que asumen la causa de los derechos humanos como propia. Muchos de quienes hoy luchan por los derechos indígenas, ambientales, civiles y políticos en Nuevo León aprendieron a observar la realidad en CADHAC. Consuelo es una gran maestra de la indignación nunca tibia, nunca resignada. Cada caso cimbra sus entrañas conectándonos con la sed de justicia.

Consuelo también nos ha enseñado a resistir. Si no se puede combatir, neutralicemos; si no se puede neutralizar, resistamos, aconseja especialmente a los jóvenes que encontramos condiciones tan adversas para vivir la libertad. Ella, alquimista de esperanzas, tiene el don de fortalecer la certeza de que otro mundo mejor es posible, un mundo sin exclusiones ni abusos, en donde todos podamos aportar nuestro lado más luminoso a la comunidad.

Consuelo no pierde el tiempo con solemnidades, prefiere divertirse que ensayar caravanas. No hay amargura en su corazón, de pronto cansancio, pero nunca repudio hacia lo humano. Sabe que el verdugo también es víctima; se conduele ante la crueldad de la que es capaz la ignorancia, el temor y el dolor. Ante la violencia irracional, Consuelo propone la razón de la ley. La claridad de su pensamiento es una cuerda de rescate en medio del caos, del general extravío, de la desolación con la que tantos amanecen en Nuevo León.

CADHAC es la casa de muchas discusiones. Es el sitio donde los activistas cansados renuevan su energía y ratifican su compromiso con la causa de la justicia. Uno de los compromisos más arraigados en Consuelo es dirigir una organización que acompañe e impulse el crecimiento de otros grupos o movimientos locales. Los muros de CADHAC pueden contar la historia de las luchas más emblemáticas del estado en los últimos 17 años. Ser una de las organizaciones más longevas del Norte del País le permite compartir con otros los frutos de la independencia de partidos políticos, del respeto a la pluralidad de credos y del reconocimiento a la riqueza de la diversidad sexual.

Este premio que hoy recibe Consuelo es un fruto del árbol de su pecho. Nunca podremos retribuir con justicia su amorosa presencia ni todo el valor que infunde a quienes luchan, por eso significa tanto este reconocimiento para sus amigos y compañeros. Consuelo ha sembrado durante décadas semillas que hoy son árboles maduros. Su universo interior es un hermoso bosque que no deja de respirar y de expandirse. Para quienes hemos trabajado en CADHAC, este premio es también un reconocimiento a las causas que hemos asumido, al amor con el que hemos trabajado; es también un reconocimiento para las víctimas que han vencido la inercia de la impunidad y han luchado férreamente por sus derechos. Es un premio, en fin, que llega a Nuevo León en un momento muy especial, cuando la Ciudad se desdibuja y los activistas y defensores se sienten extraviados.

Consuelo Morales es una mujer poderosa, hay que decirlo sin temor. Pero el suyo es el poder contrahegemónico, el que huye de la acumulación y el dominio, para generar vida. La potencia de sus palabras pueden hacer germinar las semillas de la indignación, su mirada compasiva tiene el poder de restituirnos la paz interior. Consuelo es una mujer que reivindica el poder intangible de la libertad y la defensa de los ideales. Pero la característica más especial del poder de “la hermana Consuelo”, como todos la llaman, es que reparte ese hermoso poder. Acompañándola vamos aprendiendo que es más fuerte la flor que el grito, que no es necesario odiar para liberarse, que los principios no se negocian, que la dignidad nos reviste a todos por igual.


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