viernes, octubre 01, 2010

Bajo presión nada, con diálogo todo: Correa



Policías sublevados agreden al presidente con disparos de gas lacrimógeno

Irrumpen unos 500 soldados en el hospital donde estuvo retenido cerca de 12 horas

El mandatario responsabiliza a Lucio Gutiérrez; vi a sus infiltrados, acusa

Foto
Partidarios del presidente ecuatoriano Rafael Correa se cubren de las balas cuando militares chocan con policías golpistas fuera de un hospital donde éstos retenían al mandatario, ayer en Quito. Los soldados penetraron en la instalación y rescataron a CorreaFoto Reuters
Afp, Dpa, Reuters, Notimex y Pl

Periódico La Jornada
Viernes 1º de octubre de 2010, p. 2

Quito, 30 de septiembre. Jamás cedimos, jamás aceptamos negociar nada, bajo presión nada, con el diálogo todo, afirmó esta noche el presidente ecuatoriano Rafael Correa al relatar ante miles de ciudadanos los momentos más críticos del secuestro al que fue sometido hoy por un grupo de oficiales que le exigió revocar la Ley Orgánica del Servicio Público, aprobada este miércoles por la Asamblea Nacional.

Minutos antes, cuando eran las nueve de la noche en Quito (igual horario que en la ciudad de México), varios comandos militares terrestres se abrieron paso al hospital de la policía nacional con disparos de fusiles para rescatar al mandatario y llevarlo en un automóvil rodeado de vehículos militares hasta la sede del Poder Ejecutivo, el Palacio de Carondelet, donde fue recibido entre vítores y cantos patrióticos por militantes de Alianza País, el partido que lo llevó al poder en 2006 y que respalda la revolución ciudadana.

Gran culpa de todo esto la tienen los conspiradores de siempre, los que no lograron ganar en las urnas, dijo Correa vestido con el mismo traje que vistió en la mañana cuando se presentó ante los policías del Regimiento Quito número 1 a tratar de convencerlos de que desistieran de su sublevación en rechazo a la nueva legislación, que forma parte de una serie de reformas legales en las que se ha sumergido Ecuador desde que en 2008 fue aprobada la nueva Constitución.

En respuesta, los policías agredieron al mandatario, lo insultaron y lanzaron gases lacrimógenos e intentaron quitarle la máscara antigas que llevaba y casi lo asfixian, por lo cual fue llevado al hospital contiguo.

Desde la sede presidencial, hacia la una de la tarde, un contingente se dirigió hacia el hospital encabezado por miembros del gabinete y otros funcionarios para demandar la liberación de Correa, pero después de una hora de marcha, los uniformados –muchos de ellos miembros de escuadrones de motociclistas– recibieron a la gente con gases lacrimógenos, piedras y golpes. Estos enfretamientos se repitieron a lo largo de la jornada.

A esa hora, los pronunciamientos políticos de legisladores y magistrados eran en favor de la defensa de las instituciones que Ecuador trata de reconstruir después de una década caracterizada por la inestabilidad y los cambios presidenciales. La oposición guardó silencio la mayor parte del día hasta que desde Brasilia, Gutiérrez habló a los medios para rechazar su involucramiento, al tiempo que sugirió la disolución del Congreso y la anticipación de comicios presidenciales.

El alzamiento de los uniformados se extendió en varias ciudades. Riobamba, Latacunga, Guaranda, Ambato, Cuenca, Loja, Santo Domingo, Ibarra, Machala y Manta.

Aunque se habló en general de que militares participaron en el intento de asonada, el único cuerpo claramente identificado fue el de la fuerza aérea, que ocupó el aeropuerto internacional de Quito para obligar a la cancelación de operaciones, las cuales fueron reabiertas al anochecer, según la autoridad local de aeronáutica civil.

El mando militar y policial manifestó su pleno respaldo al presidente Correa, pero el jefe del Comando Conjunto de las fuerzas armadas, general Ernesto González, declaró que no estamos condicionando, estamos solicitando que la mencionada ley (que elimina bonificaciones a los uniformados) sea revisada y si es el caso en las instancias correspondiente, sea derogada.

Correa responsabilizó esta noche directamente al coronel retirado del ejército, Lucio Gutiérrez, quien gobernó al país entre 2003 y 2005, año que en fue derrocado por un levantamiento popular. Vi a los infiltrados por Lucio, dijo el presidente al referirse al diálogo que sostuvo en las primeras horas del día, antes del amotinamiento de los policías en cuartel policial.

En el espectacular operativo de rescate, la irrupción de unos 500 soldados –según el recuento de la televisión pública ecuatoriana que transmitió en directo y en cadena nacional los hechos– desató un tiroteo en las inmediaciones del nosocomio, que se prolongó durante una hora y que junto con los otros acontecimientos del día arrojó un saldo de 74 heridos y dos muertos.

El rescate y traslado de Correa tardó alrededor de 30 minutos. En las imágenes televisivas se pudo ver que una persona en silla de ruedas era llevada de un lugar a otro, pero no quedó claro de quién se trataba hasta que lo confirmó el viceministro del Interior, Edwin Jarrín. Lo sacamos, lo sacamos, dijo a medios locales y extranjeros, mientras en la televisión se observaba aún la movilización militar en la zona del hospital, ubicado en el sur de Quito.

Tras celebrar que había logrado salir del hospital con vida, Correa confesó sobre su cautiverio: se me salieron las lágrimas, no de miedo, sino de tristeza, porque los hechos, explicó, sólo se deben al temor a la revolución ciudadana, es decir, el programa de gobierno basado en la recuperación de recursos naturales, austeridad administrativa y alianzas con países afines como Venezuela y Bolivia.

El retorno de Correa estuvo acompañado de una movilización de miles de personas que desde el mediodía –cuando se supo que el presidente estaba secuestrado– acudieron a Carondelet a defender la institucionalidad política.

No ha tocado una prueba durísima, resumió Correa por la noche, ante los ciudadanos. Un grupo de oficiales muy cortés se entrevistó conmigo en el hospital para exigir la revocación de la ley, lo que corresponde a la Asamblea. Les respondí que no haría eso, que salidría con dignidad de ahí o como cadáver.

Como en una función de opereta, los policías secuestraron a su comandante en jefe, dijo Correa en tono reflexivo. Hoy es un día triste. Fueron unos cuantos, pero no habrá perdón ni olvido. Además, la ley no será revocada, agregó. Unos minutos más tarde, terminó su discurso con una advertencia: Esta revolución ciudadana no la para nadie. ¡Hasta la victoria, siempre!




No hay comentarios.: