jueves, octubre 14, 2010

¿Diferentes percepciones?


¿Diferentes percepciones?


Orlando Delgado Selley
La Jornada


E
n la reunión conjunta FMI-Banco Mundial (BM) hubo preocupación sobre el futuro inmediato de la recuperación. Se reconoció que la crisis parece tomar un nuevo rumbo en el que las políticas nacionales para enfrentar una posible recaída se impondrán a la coordinación internacional de esfuerzos por resolver problemas comunes. Esta nueva fase está marcada por el uso del tipo de cambio como instrumento para mejorar artificialmente la competitividad nacional. Las alusiones a China, se han ampliado para incluir a Estados Unidos, Australia y Japón. Se habló de la posibilidad de entrar a una guerra de divisas.

Los funcionarios mexicanos presentes en esa reunión parece que no se enteraron de nada. El secretario de Hacienda sólo fue capaz de advertir que la recuperación tardará en llegar a los asalariados. No hay de qué preocuparse ya que aunque el mundo advierta riesgos crecientes, para Hacienda avanzamos en la dirección correcta. Solamente habrá que esperar. El mundo –según él–, la política para enfrentar la crisis y consolidar la recuperación que ha aplicado su gobierno es digna de reconocimiento.

Hay, en su opinión, un pero: resulta que la opinión internacional es diferente de la mexicana. La insistencia de este gobierno en que, en diferentes ámbitos, el problema no es que las cosas estén mal, sino que no nos hemos dado cuenta de que están bien, es no sólo demagógica sino francamente molesta. Para comprobar cómo se nos ve, en realidad, en el mundo un buen indicador es uno que se ha ofrecido precisamente en la pasada reunión del FMI-BM a la que él y el gobernador del Banco de México asistieron.

El Fondo realizó una estimación sobre la evolución de la economía mundial hasta 2015, con datos para los países miembros. Concentrándose en Brasil y México, podemos conocer la valoración que ese organismo financiero tiene del desempeño de la economía nacional. No se trata de los críticos internos, aquellos que Fox llamaba el círculo rojo, sino del FMI.

En 2000 cuando tomaba posesión el primer gobierno panista la economía mexicana aportaba a la economía mundial 1.96 por ciento. En ese mismo año, la economía brasileña aportaba 2 por ciento, casi lo mismo que la mexicana. Tres años después, cuando Lula iniciaba su primer periodo, Brasil redujo su contribución al producto mundial a 1.49, mientras que el México gobernado por Fox disminuía ligeramente su aporte llegando a 1.87.

Vinieron los años del auge económico mundial, en el que los países exportadores de materias primas, entre ellos los productores de petróleo, fueron beneficiados. En 2008, la economía mexicana beneficiada por excedentes petroleros cuantiosos y por remesas importantes otra vez redujo su contribución, ahora a 1.78 por ciento, en tanto la brasileña crecía hasta llegar a 2.67. Llegó la crisis y la acertada política del gobierno mexicano hizo que en 2009 la participación en el PIB mundial cayera a 1.51; mientras Brasil que impulsó una efectiva política anti cíclica aumentó a 2.72.

Hasta aquí el desempeño observado. En las estimaciones del FMI para 2012 se proyecta que la economía mexicana aporte 1.59 por ciento del PIB mundial, mientras que Brasil llegará a 3.33. En 2015 México se mantendrá casi en la misma aportación con 1.65 por ciento. Brasil, en cambio, seguirá incrementando su contribución con 3.40 por ciento. Otros dos actores aparecerán con fuerza en la escena internacional: India y Rusia, que aportarán en 2015, respectivamente, 2.94 y 3.05.

Esta es la valoración de lo hecho por los gobiernos panistas y lo que se espera realizada por el FMI. Una economía que pierde importancia, pese a haber tenido oportunidades extraordinarias entre 2003 y 2008, en tanto que otras ganan protagonismo internacional. No es casual que justamente Brasil, Rusia, India y China encabecen propuestas de modificaciones al gobierno del FMI y del BM en las que se reduzca el peso de economías que han perdido significación. De modo que no hay tal diferencia de percepciones: la mediocridad del desempeño económico nacional y del gobierno es compartida nacional e internacionalmente.



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