jueves, octubre 21, 2010

H.I.J.O.S




Ni perdón ni olvido

Josefina Leroux
21 Oct. 10. El Norte




El tema del perdón ha cobrado sentido fuera de las religiones. Se promueve el perdón como una forma de interrumpir el círculo de la violencia. Ojo por ojo, decía Gandhi, y el mundo quedará ciego.

La venganza atiza el odio, pero es distinta a la denuncia y a la persecución de la justicia. Que no se confunda perdonar con dejar impune la comisión de delitos. Los H.I.J.O.S. lo tienen muy claro.

La organización H.I.J.O.S. fue creada en Argentina en 1995 por descendientes de personas desaparecidas (30 mil) durante la dictadura en ese país (1976-1983), con el fin de organizarse para recuperar la verdad, la historia, la identidad y el destino de los torturados y desaparecidos.

El capítulo H.I.J.O.S. México cumple 10 años de haberse conformado para clamar justicia por 3 mil personas que han sido desaparecidas desde 1976, por sus duelos imposibles.

Ellos se reunieron en Tlaltelolco en días pasados.

"Todos somos H.I.J.O.S. de una misma historia", decía un póster para convocar a su "contraimpunidad".

"No nos rendimos, no nos callamos, no l@s olvidamos", recalcan atravesados por la ausencia forzada de sus padres, ante la incertidumbre de su muerte, ante la rabia sentida por la represión y el disimulo del Estado.

Pero su actitud revela madurez: miran por arriba de la violencia y en su lugar recuperan la historia cosiendo la memoria colectiva para esclarecer los hechos, buscar el juicio y el castigo a los culpables.

Quién iba a esperar que la evolución de nuevos sujetos sociales emergiera de estos hijos heridos por la mayor de las violencias, la más artera, la que tiene lugar desde el poder. Los H.I.J.O.S. tienen la suficiente claridad para diferenciarse y resistirse a la misma violencia que usaron en contra de los suyos más queridos.

Se puede perdonar y tratar de olvidar una ofensa, pero ¿un delito? Sería traicionar a la justicia, a su bandera, la que redime a sus desaparecidos.

Por eso exigen juicio y castigo legal y social para todas las personas, instituciones y organizaciones responsables de genocidio; a todos los que participaron en las dictaduras y autoritarismos represivos en América Latina.

Insisten y denuncian públicamente de formas creativas, cambiando, por ejemplo a las calles los nombres de genocidas con las que estos personajes fueron reconocidos, por el de alguna de sus víctimas a quien quisieron silenciar y desaparecer.

Así, las calles con el nombre del ex Presidente Luis Echeverría fueron nombradas por éstos: José de Jesús Avila, estudiante de economía y activista, quien al salir de su domicilio el 5 de abril de 1974 fue detenido por varios hombres y subido a un automóvil sin placas. Fue visto en la Dirección Federal de Seguridad y posteriormente en el Campo Militar No.1 en mayo del 74, en la cárcel de Perote, Ver., en 1975 y 1976, según un reporte de la CNDH.

Los H.I.J.O.S. también hacen "escraches", una expresión gráfica de repudio y condena pública contra la complicidad e impunidad del sistema de justicia.

El nombre viene de la jerga policiaca y significa tomarle la foto, identificar al delincuente, hacer un retrato hablado, dar rostro al criminal. Los escraches son usados por los H.I.J.O.S. para desplazar simbólicamente el juicio y la condena (inexistentes) a la calle, allí precisamente donde habita un torturador, un genocida.

Con letreros y símbolos de tortura o muerte como mordazas, calaveras, cruces y altares de muertos, acusan: aquí vive un genocida, un asesino. Con anuncios que recuerdan a los de tránsito, advierten: "Peligro: genocida suelto. Prohibido olvidar".

Debemos aprender de ellos y buscar nuevas formas creativas, evolutivas, para expresar indignación, para denunciar socialmente. Si no hay justicia en los tribunales, la sociedad puede ejecutar la condena a la ignominia, pública y permanentemente.


josefina.leroux@gmail.com


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