jueves, abril 07, 2011

El Hasta la madre en Monterrey


Fue una extensa concentración, si no en número (entre 200 y 300 manifestantes) sí en duración: casi 3 horas. Debimos haber sido más; si la muerte injusta de jóvenes no logra despertar la conciencia y movernos a la acción (acción simple y sin riesgo como pararse afuera del palacio de gobierno, en la tarde), ¿que lo hará? Quizá nada, y sea cierto lo que dice Sicilia de que México tiene el corazón podrido, o muerto. Recordemos la tragedia de la guardería ABC, que no movió tampoco a las multitudes.

Positivo fue que la inmensa mayoría eran jóvenes, esos que tanto faltan en otras expresiones de cuestionamiento en la localidad. Jóvenes que demostraron que la situación actual les atañe, que no voltean la cabeza ante el problema y que sienten, resienten, les duele la proximidad de una violencia que ha registrado un incremento brutal. Ahí estaban muchos estudiantes de la Uni, de la facultad de Psicología, tocados por el dolor de la muerte de su compañera, Gabriela, acaecida apenas el martes, como resultado de la ejecución de un policía. Y muchos jóvenes más estrenándose en la protesta al lado de veteranos de muchas luchas.

Las expresiones fluctuaron desde el repudio a las autoridades federales a quienes se responsabiliza de la guerra que se vive, el reclamo a Medina que no ha dado su vida como lo prometió, el reconocimiento de un sistema que promueve "valores" como el éxito a través de la competencia y el hacerse de dinero, pasando por mensajes de paz, de amor, de oración, de autoculparse al reconocerse como personas imperfectas que también han propiciado la corrupción, etc.

Quizá porque el convocante fue Javier sicilia, la poesía estuvo presente, la propia, la de los poetas. Benedetti, el gran referente. La mejor poesía y la esperanza era la juventud haciéndose presente ante una guerra que no es suya, que no les gusta; la inexperiencia, la falta de reflexión crítica hacia el sistema generador de pobres, de desigualdad y de injusticias hace que muchos tengan un largo camino que recorrer. Ojalá lo hagan sin caer seducidos por los cantos de las sirenas en forma de promesas incumplibles, de espejismos creados por el sistema para sobrevivir.

Los de nuestra generación hubiéramos deseado que a la correspondiente a nuestros hijos no le tocara este período oscuro, de miedo, de sangre. Quisimos otra sociedad de libertad, de justicia, de equidad en la cual brillaran los soles de la fraternidad y la igualdad. Parece que tenemos que seguirla buscando, ahora a la par con nuevos jóvenes entre calles desiertas y ráfagas de muerte que siegan cortas y pobres vidas al tiempo que anulan esperanzas. La violencia aguarda en cualquier esquina, el peligro es la sombra de cada uno. Los que quisimos otro mundo y no lo logramos ¿somos responsables del desbarajuste de dolor en que ahora naufragamos?¿Somos culpables de no haber logrado lo imposible?

A los de nuestra generación, que vimos dictadores y nos dolimos de las presencias de ejércitos en otras latitudes, que pensamos que nunca viviríamos tales pesadillas (vivimos otras bajo la dictadura imperfecta de aquellos gobiernos pero nunca tan cruentas en número de víctimas y sangre derramada en apenas menos de un sexenio), que nos indigna que las fuerzas armadas, sean soldados, marinos, policías federales o estatales formen parte de el paisaje nacional, que estamos convencidos de que hay dominio de una clase sobre otra y que éste se resuelve muchas veces con el poder de las armas como ahora, que nos enerva ver y saber que existe población que aplude la intervención militar de Calderón; a nosotros nos causa escozor -nunca lo hubiéramos hecho- el abrazo indistinto a solidarios y verdugos.

¿Será la ingenuidad de la juventud? nuestra ingenuidad fue distinta. El tiempo dirá si los jóvenes de ahora tienen la razón. Yo por lo pronto no creo que si las Abejas de Acteal abrazan a los paramilitares asesinos éstos se conviertan en buenos samaritanos. Pero puede que esté equivocada.

María Elena Padilla




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