Consumo
de nombres, sobreoferta de cadáveres
Abraham Nuncio
Los nombres que cimbran y
conmocionan a la sociedad son consumidos y poco después sustituidos con la
misma facilidad por otros que los suplen. El consumismo, lo saben las mentes
perversas que mandan sobre nosotros, es la fuente del olvido.
Los
nombres de los cadáveres son muchos. Algunos llaman más la atención que otros.
Entre estos últimos se encuentran los de Hernán Belden Elizondo, ex diputado al
Congreso de Nuevo León por Acción Nacional; Eduardo Moreira Rodríguez, hijo de
Humberto Moreira, ex gobernador de Coahuila y coordinador inicial de la campaña
de Enrique Peña Nieto, y Heriberto Lazcano Lazcano, El Lazca, otro ex,
en este caso de la jefatura del grupo delictuoso Los Zetas.
Así como
Kafka respecto del absurdo, los narradores que han destacado en torno al humor
macabro serían en el México de nuestros días escritores costumbristas. Nicolai
Gogol, el fundador de la narrativa moderna, tendría que pensar en algo mucho
más impactante que inventarse en Las almas muertas un personaje que se
dedicara al negocio de comprar almas de siervos (cadáveres de trabajadores
feudales) para poder aspirar a rico. Evelyn Waugh jugó magistralmente con la
industria funeraria en Los seres queridos, pero también tendría que
pensar en una trama de mayor punch para tener éxito con los lectores
mexicanos. Lo mismo puede decirse de José Saramago, que escribió Las
intermitencias de la muerte, novela donde el impromptu de no morirse causa
terribles problemas sociales.
Los
cultivadores del género tendrían suficiente con transcribir nuestras realidades
cotidianas para tener un éxito garantizado de librería. México es un país donde
un hombre es aprehendido por haber asesinado al candidato priísta Luis Donaldo
Colosio, pero al que procesan por el crimen es otro. Más tarde es liquidado un
político ligado a la familia presidencial. El diputado a quien se atribuye su
homicidio desaparece; luego, asesorado por una señora vidente de profesión y
aún presa, el propio fiscal federal ordena sembrar unos restos humanos como
para incriminar al hermano del presidente reo de otros delitos. Más tarde se
dijo que pertenecían al diputado desaparecido; al cabo no fue cierto. Es
probable entonces que se tratara del esqueleto de la señora Morales. Caso
similar de desaparición y reaparición fue el de una niña de cuatro años de edad
que tenía discapacidad motriz y vocal. Dormía en su hogar y de repente
desapareció. Sus padres la hicieron buscar por Internet y tierra. La policía,
sus perros y el mismo procurador del estado de México se presentaron en la
habitación de la niña y dieron muestras mediáticas de una indagación vehemente.
La niña apareció muerta debajo de su cama nueve días después. La hipótesis más
creíble, aquella de que salió por su ventana siguiendo a Peter Pan rumbo a la
tierra de Nunca Jamás, y de la falla técnica que se presentó a su regreso, no
fue difundida por temor a represalias.
En los
muertos recientes a que me refiero no ha faltado, así haya sido involuntario,
el humor macabro. Hernán Belden, vinculado a una de las familias nucleares del
grupo Monterrey, desapareció en circunstancias sospechosas de mala conducta
para lo que es la moral de San Pedro (Garza García). Su controvertido alcalde
dio a conocer antes que nadie el secuestro de Belden. Cuatro días después fue
hallado muerto. Cuando es llamado a declarar, el alcalde ante las autoridades
acusa de hocicón al procurador y de imprudente al gobernador de Nuevo León. Su
indignación contra el gobierno priísta es reproducida por la militancia blanquiazul.
Pero ésta cesa cuando se difunde que el último hombre con quien Belden tuvo
contacto telefónico es el abogado y empresario Edelmiro Sánchez Hernández,
operador financiero del PAN en diferentes niveles, los más altos incluso, y
acusado de tráfico de drogas hace ocho años, aunque exonerado por la PGR tras
asumir su compinche la culpa total del cargamento de mariguana que les fue
confiscado. En la red de Sánchez, Reporte Índigo incluye al panismo
local y nacional, al grupo San Nicolás de esta corriente encabezado por
Fernando Larrazabal y a José Rojas Cardona, El Zar de los Casinos. En
todos los tonos se ha dicho lo que Soledad Loaeza afirmó en el tercer Foro
sobre la Democracia en Latinoamérica: lo caro de las elecciones enajena la autonomía
del Estado. Amigo de panistas, Sánchez también lo era del gobernador priísta,
según se dice. Su desaparición del escenario, a pesar de ser testigo de cargo
(la procuraduría local nada sabe del personaje), parece confirmar esta última
incomodidad. Quizá por ello el propio gobernador llamó a dejarse de
acusaciones: Nuevo León no pierde el tiempo, no se distrae y está trabajando,
dijo. Lo cual significa, para todo efecto práctico, que Nuevo León no mató a
Hernán Belden Elizondo.
Es
asesinado poco después el hijo de Humberto Moreira. ¨¡No sabes gobernar! ¡Esto
es tu culpa, maldito! ¡Renuncia!”, impreca la viuda a Rubén, el hermano de
Humberto y su sucesor en el gobierno de Coahuila. La actitud de la viuda de
Colosio actualizada, lo cual significa que jamás se aclarará ese crimen.
El Lazca. ¿Un jefe de jefes sin escolta
abatido por la Marina? El hecho es que lo matan; muerto se espera a que lo
encojan de estatura, le alteren los rasgos faciales como parte de la necropsia
y lo fotografíen a modo de difundir su rostro para usos de prensa. Acto seguido
desaparece.
En
México, el humor del cartonista Dzib (La autopsia dirá si vive) pierde
todo sentido.
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