martes, diciembre 30, 2008

‘‘No quedará en pie ningún edificio de Hamas’’, advirtieron autoridades de Israel. Con el apoyo de Estados Unidos, Tel Aviv realizó la tercera jornada de bombardeos contra Gaza, donde la cifra de muertos llegó a 345, incluidos 21 niños. El ejército israelí declaró la franja ‘‘zona militar cerrada’’ a medios de información o equipos de ayuda humanitaria, lo que presagia una inminente ofensiva terrestre. La condena mundial unió ayer a varios países. En la imagen, un pequeño observa el funeral de tres infantes Foto Reuters



Israel

Pedro Miguel

navegaciones@yahoo.com http://navegaciones.blogspot.com

El problema no es que Israel sea un Estado judío, sino que es un Estado terrorista. Aunque hubiese sido fundado y habitado por otomíes, por pashtunes o por noruegos, sus prácticas genocidas merecerían algo más que la condena universal: la intervención inmediata y enérgica de la comunidad de naciones para defender a las víctimas de su barbarie y para llevar a sus gobernantes ante tribunales internacionales de justicia y procesarlos por crímenes de guerra.

Dos razones explican que ello no haya ocurrido aún y que, posiblemente, no ocurra jamás: el (justificado) sentimiento de culpa de las potencias occidentales por no haber impedido el exterminio de judíos que llevaron a cabo los nazis y, mucho más importante y decisiva, la condición de Tel Aviv como aliado estratégico de Europa y Estados Unidos en una región predominantemente árabe, islámica, y por mucho tiempo reacia a uncirse a los dictados colonialistas de las metrópolis. De no ser por esos factores, hace mucho tiempo que Israel habría sufrido un férreo bloqueo económico, habría sido hostigado en forma sistemática y, posiblemente, habría sido arrasado por los bombarderos de Occidente, como les ocurrió a Irak, a la extinta Yugoslavia y a Afganistán.

Y es que el régimen israelí no sólo es culpable de delitos de lesa humanidad, como éste al que asistimos en el fin de 2008, cuando los aviones de Tel Aviv ejecutan sanciones colectivas contra las mujeres, los hombres, los niños y los ancianos de Gaza, sino también de la fabricación de armas de destrucción masiva: las bombas atómicas de Israel, producidas ante las narices de Washington y de Bruselas son, para el mundo, una amenaza mucho más real que las supuestas armas iraquíes cuya existencia inventó George W. Bush para dar justificación a su guerra de negocios. Adicionalmente, el Estado fundado por Ben Gurión y Weismann (vinculados a Haganá e Irgún, organizaciones sionistas célebres por sus represalias sangrientas contra los árabes, y no menos terroristas que las islámicas Hamas y Hizbollá) ha aplicado en Cisjordania y en la porción palestina de Jerusalén una política sistemática de limpieza étnica semejante a la que el extinto régimen de Milosevic puso en práctica en Bosnia; ha saqueado y devastado los recursos naturales de los palestinos, ha reducido a las poblaciones de Cisjordania y Gaza a la explotación inmisericorde, a la miseria y a la humillación y ha implantado, en el territorio israelí, un régimen racista de discriminación y apartheid sobre los ciudadanos árabes.

A estas alturas, el Estado israelí no corre ningún peligro de ser arrasado ni destruido por sus vecinos árabes y musulmanes, y menos por los puñados de desesperados harapientos que de cuando en cuando realizan atentados terroristas contra el sur de Israel. Sus vastos recursos bélicos –obtenidos en buena medida gracias al respaldo incondicional de Washington– le aseguran una ventaja irreversible y aplastante sobre el resto de los países de la región.

Los principales enemigos del régimen de Israel son su propia arrogancia, su impunidad, hasta ahora absoluta, su desprecio hacia la legalidad internacional y la aplicación racista y facciosa de sus propias leyes. Por esa vía, el Estado hebreo (lo mismo daría si fuera mixteco, druso o armenio) se encamina hacia una bancarrota moral irreparable. Occidente debe intervenir, no para destruirlo, como hizo con Irak y con Afganistán, sino para contenerlo, para reformarlo, para rescatarlo de sí mismo y, desde luego, para impedir que siga rindiendo tributos a la barbarie y ofreciéndole al mundo regalos horrorosos como este año nuevo ensangrentado en Gaza. Pero no hay que mezclar las cosas: llegado el momento, cuando suene el shofar, muchos gentiles, con el mismo afecto de todos los años, diremos shaná tobá a nuestros amigos y conocidos judíos, sean israelíes o no.


Del correo ilustrado, La Jornada

En defensa de los derechos humanos de palestinos.

Se ha probado reiteradamente el absurdo de identificar a todo el pueblo judío con las políticas represivas del Estado israelí (eso es antisemitismo), como son estúpidas de modo criminal las afirmaciones de los Huntington, Bush y Cheney de este planeta que califican de “terrorista” a todo el mundo islámico. Es también evidente y de modo trágico la actitud devastadora de los dirigentes israelíes en lo tocante a los derechos palestinos. El sitio de Gaza, con sus ya incontables resultados dramáticos en lo que se refiere a los pobladores, los niños en especial, llega a un límite bárbaro con los bombardeos del 27 de diciembre, continuados el 28. Desde una perspectiva civilizada, nadie acepta las agresiones terroristas a Israel, pero la ofensiva de ahora, la peor en 60 años, con un primer conteo de 282 muertos y centenas de heridos, es un crimen abominable sin justificación posible. “La incursión se produjo a la hora en que los niños salían de los colegios”, afirman las agencias internacionales y, para redondear los hechos, el gobierno del cínico criminal de guerra George Bush le pidió al presidente de Israel, Ehud Olmert, que intentase salvaguardar las vidas de los civiles, un epitafio patético a cargo del peor gobierno estadunidense. (El gobierno mexicano habla del “exceso de fuerza”, eufemismo que allí queda a disposición de los fabulistas.) No basta la exigencia del cese de fuego, se requiere también de la comunidad internacional, tan débilmente representada por la ONU, la defensa de los derechos humanos de los palestinos, y el apoyo para la creación de su Estado.

Carlos Monsiváis


Intelectuales y artistas contra los bombardeos en Gaza

La red de redes de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad se suma a la protesta enérgica de numerosas organizaciones, partidos y fuerzas políticas en el ámbito mundial, por el criminal bloqueo del ejército de Israel a la población palestina de la Franja de Gaza sostenido durante semanas, y por los recientes bombardeos dirigidos supuestamente a las instalaciones gubernamentales de Hamas, los cuales han causado la muerte, hasta el momento, de 282 personas, en su mayoría civiles e integrantes de la policía palestina uniformada, y centenares de heridos. Estos hechos cruentos muestran, una vez más, la injusticia vivida por el pueblo palestino por más de 60 años y la naturaleza agresiva del régimen israelí. También dejan claro quiénes son las víctimas y quiénes los victimarios. Apoyamos, en particular, las protestas contra esta agresión armada que se están efectuando en el interior mismo de Israel por organizaciones pacifistas y de la izquierda de ese país, aduciendo que los ataques tienen propósitos políticos, ante la proximidad del proceso electoral. En Defensa de la Humanidad refrenda el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación, a la legítima defensa frente a una potencia ocupante, y al cumplimiento de las múltiples resoluciones de la ONU para el establecimiento del Estado palestino.

Pablo González Casanova, Martín Almada (Paraguay), Alicia Castellanos Guerrero, Aldo Díaz Lacayo (Nicaragua), Carlos Fazio, Ángel Guerra (Cuba), Leo Gabriel (Austria), Marilia Guimaraes (Brasil), François Houtart (Bélgica), General José Francisco Gallardo, Gilberto López y Rivas, Oscar Niemeyer (Brasil), Pascual Serrano (España), Darrin Word (Estados Unidos)


Entre Israel y Palestina “la religión lo emponzoña todo”

Encontramos este texto muy elocuente sobre la terrible situación entre Israel y Palestina. Es de un libro que se llama Dios no es bueno, de Christopher Hitchens, editorial Debate, página 39.

“En una ocasión asistí a una conferencia en Nueva York del difunto Abba Eban, uno de los diplomáticos y estadistas más brillantes y respetados de Israel. Lo primero que llamaba la atención sobre la disputa entre israelíes y palestinos, afirmaba él, era su fácil resolución. Tras aquel fascinante comienzo pasó a relatar, con la autoridad que le confería haber sido primer ministro y embajador en la ONU, que el aspecto fundamental era uno muy sencillo. Dos pueblos de un tamaño aproximadamente equivalente formulaban una reivindicación sobre una misma tierra. La solución, obviamente, era crear dos estados contiguos. ¿Seguro que una cosa tan evidente estaba al alcance de la capacidad de comprensión y la inteligencia de un ser humano? Y así habría sido desde hace muchas décadas si se hubiera podido mantener alejados de allí a los rabinos, los ulemas y los sacerdotes mesiánicos. Pero las afirmaciones exclusivas de estar investidos de la autoridad de Dios realizadas por los clérigos histéricos de ambos bandos y avivados por los cristianos con espíritus de Armagedón que esperan la llegada del Apocalipsis (precedida por la muerte o la conversión de todos los judíos) han vuelto insufrible la situación y han convertido a la humanidad en su conjunto en rehén de una disputa que ahora presenta la amenaza de una guerra nuclear. La religión lo emponzoña todo. Además de ser una amenaza para la civilización, ahora se ha convertido en una amenaza para la supervivencia del ser humano.”

Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe


Llaman a protestar por bombardeo a Gaza

Creemos que un primer paso para oponernos a la creciente violencia mundial, como el caso de esta nueva masacre en Palestina, encabezada por los estados colonialistas y belicistas de Estados Unidos e Israel, es expresando públicamente nuestro rotundo rechazo al aniquilamiento de un pueblo que, como cualquier otro, resiste a la invasión porque tiene derecho a existir. Susana Khalil, politóloga y fundadora de la Asociación Socorro al Pueblo Palestino, en reciente entrevista con un medio sudamericano, señaló que “detrás de todas estas masacres, insistimos en un elemento que es tabú, que es que existe un proceso de limpieza étnica contra el pueblo palestino; esto se dice desde 1948, cuando fue fabricado el Estado colonial de Israel, en la Palestina histórica, sobre las bases del genocidio del pueblo palestino. Clamamos por el derecho de ser palestinos y de vivir en nuestras tierras”. Mostrando lo desproporcionado del ataque israelí a territorio palestino, el escritor inglés John Berger afirma que “el artificio esencial de los ataques israelíes contra Gaza, queda rebelado flagrante y burdamente: la muerte de una víctima israelí parece justificar la matanza de 100” (ahora ya casi 300).

Esta terrible situación debe indignarnos y por ello buscar alternativas de movilización pacífica, pues los pueblos solidarios del mundo podemos detener esta y otras guerras. Invitamos a todas las personas a manifestar su condena a esta nueva masacre de Israel contra el pueblo palestino, escribiendo cartas como la presente a sus embajadas y consulados en la ciudad de México (Sierra Madre 215, col. Lomas de Chapultepec, delegación Miguel Hidalgo, CP. 11000. Tel. 5201-1500. Fax. 5201-1555, embisrael@prodigy.net.mx) y en Guadalajara (Av. Vallarta 2482, Piso 1. col. Arcos Vallarta. C.P. 44130. Tel. 333-618-4554).

Profesores Vanessa Carvajal y Gabriel Medina


Guerra Desigual. Helguera

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