domingo, junio 14, 2009

¿Quién le teme al voto nulo…

Es el principio del fin
Ángeles del infierno

…y al voto blanco y al abstencionismo, quién? En las actuales circunstancias políticas, económicas y sociales que cobijan el proceso electoral de este año, por primera vez estamos frente a una contienda donde la ciudadanía tiene una verdadera “representación” a través de la abstención de optar por algún partido o candidato; es tal el grado de cobertura mediática alcanzado por el incipiente movimiento anulista-abstencionista, que existe ya una reacción de la clase política y otros actores, por cuyas respuestas podemos inferir un creciente miedo. ¿Miedo a qué? Veamos.


Carlos Murillo G.



No existe una teoría del abstencionismo para guiarnos sobre las consecuencias de la acción de abstenerse, pero por las investigaciones y estudios realizados hasta la fecha, podemos afirmar que las múltiples causas del abstencionismo las podemos organizar a partir de dos grandes factores: estructurales, cuando las condiciones económicas, educativas, geográficas y técnicas no permiten ejercer el voto; y políticas, cuando la persona decide deliberadamente renunciar al sufragio. En el primer caso las razones son ajenas al ciudadano(a) ya sea por motivos premeditados o no previstos, pero siempre es un factor externo; en el segundo caso es una reacción, razonada o no, de dejar de participar, es una renuncia al voto relacionada con una percepción de la política. El abstencionismo activo formaría parte de este último factor, mientras el abstencionismo pasivo, del primero. El pasivo es alienante, el activo es emancipador.

Así las cosas, las condiciones están dadas desde hace muchos años para que exista y se mantenga el fenómeno abstencionista. ¿Por qué antes no significaba un problema? Por que como hasta ahora, mientras no deje de haber votos válidos, el sistema se mantiene, pese a que cada vez es más difícil decir que se vive en una democracia con la tendencia en caída de la participación electoral. La incomodidad ocasionada por el abstencionismo activo a través de la campaña por la anulación del voto es algo insoportable para los actores políticos y grupos conservadores quienes serían los más perjudicados de la dura sentencia moral ciudadana, no por la cuestión moral, sino por que puede significar el ocaso de la política tal como la conocemos y la terminación de los beneficios que gozan.

Entonces vemos una contrarreacción de actores como la iglesia católica, el IFE, los partidos políticos, los candidatos, los empresarios invitando a votar válido. Corre el rumor que la iniciativa del voto nulo se origina en grupos de derecha (lo cual no sería del todo falso, pues la derecha tiende al autoritarismo y las elecciones le vienen peligrosas) y también es el juego que hace el PAN desde las elecciones del 2006 para generar miedo en la población y abstencionismo en las urnas. Pero también, y aquí lo interesante del movimiento abstencionista, es que hay una protesta legítima, una objetiva indignación ciudadana cuyo blanco es no continuar con la simulación democrática de las elecciones en este país, sino cambiar las reglas del juego. Es entendible el riesgo que esto significa para la clase política y sus aliados, pues estaríamos cerca de una transición democrática de otro tipo: aquella dedicada a satisfacer las demandas y necesidades legítimas de la sociedad.

También es un debate generacional. El grupo mayormente abstencionista son las y los jóvenes. Estamos frente a una situación donde la ciudadanía juvenil (lo cual es digno de celebrar) está haciendo presencia a través de la internet demandando cambios radicales. Analizando las dos posturas (entre anuladores y validadores) es posible notar dos visiones distintas: quienes sin entender o entrar de lleno en la arena política dicen ¡hasta aquí! Y quienes prometen desde las posiciones de poder cambios. Los primeros son expertos en reconocer promesas incumplidas, los segundos, en prometer cosas engañosas. Los primeros buscan venganza por las promesas incumplidas; los segundos, convencer que ahora sí van a cambiar. El evidente divorcio entre ciudadanía y clase política es obvio: una sociedad dividida, engañada y empobrecida por una clase política egoísta, cínica e irresponsable; de ahí el peso de un abstencionismo creciente, por que se empieza a sentir la fuerza silenciosa de una sociedad que se creía era ajena a las cuestiones políticas, pero sabe distinguir las incongruencias de las y los políticos.

De las acusaciones y aclaraciones derivadas de las expresiones a favor del voto válido, es importante destacar que casi todas se refugian en respuestas técnicas y legales de por qué es inútil el voto nulo, concluyendo que fuera del desahogo contra los políticos, nada va a cambiar, alguien va a ganar y se favorecería a los partidos grandes en detrimento de los otros y también, que lo único a lograr es un mayor autoritarismo en caso de no votar o votar nulo. Curiosamente están ausentes las grandes tragedias como la de la guardería de Sonora o localmente, el caso Lomas de Poleo, cuyos expedientes dicen de las muchas irregularidades en todo el país por las cuales la gente deja de creer y votar. Curiosamente los detractores del voto nulo no alcanzan a ver que el autoritarismo ya está aquí (de hecho nunca se ha ido) que es el Estado quien genera la anomia y no la sociedad, y que son los partidos quienes no permiten hacer verdadera la democracia. Más bien se busca descalificar y despolitizar al abstencionismo.

¿Estaremos viviendo el fin de la era partidista? No lo sabemos, pero sí sabemos que los partidos son peligrosos; no debemos descartar su organización en cuadros militantes y su representación y defensa de intereses particulares, lo cual nos pone a pensar cuál sería su reacción frente al triunfo hipotético de la ola abstencionista, por que sabemos son violentos. La clase política está entre la espada y la pared: renovarse o morir, pero ellos buscan que seamos la sociedad quienes nos mantengamos así, vulnerables y adictos a su conducción política. Es de esperar más reacciones de la clase política y sus aliados, pues están en peligro de muerte. Lo que todavía no queda claro, es qué va a pasar cuando se vayan o los corramos, por que de seguro este es el inicio de una nueva relación sociedad-Estado, sociedad-política y esto no se acaba el 5 de julio.

Carlos Murillo González, sociólogo y maestro en ciencias sociales por la UACJ, miembro del Colegio de Sociólogas y Sociólogos de Ciudad Juárez, investigador asistente de El Colegio de Chihuahua y adherente de La Otra Campaña; es autor del Libro La Sociedad Anónima: los factores socieoeconómicos y políticos del abstencionismo en el municipio de Juárez, entre otros escritos. Su experiencia abarca la docencia, la investigación, la asesoría, el activismo y la música.

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