martes, marzo 17, 2009

México y EU: la guerra del “otro”

México y EU: la guerra del “otro”

Acentos

Ricardo Monreal Ávila

  • 2009-03-17•Acentos

El TLC abrió una década de relativa amistad y entendimiento entre México y Estados Unidos (1994-2003). Sin embargo, dos guerras sucesivas han terminando por contaminar la relación y abrir más la brecha del desencuentro y la distancia entre ambos países: la guerra en Irak iniciada por EU y a la que no quiso sumarse México, y la guerra contra las drogas declarada por el gobierno de México en su territorio y a la que no quiere apoyar Estados Unidos, sino manejarla directamente.

El TLC, a pesar de sus enormes asimetrías y costos para el mercado interno mexicano, obligó a la comprensión de los problemas y padecimientos del “otro”, que se convirtieron en problemas y padecimientos “nuestros”. Mal que bien dejamos de ser “vecinos distantes” para convertirnos en algo parecido a socios y amigos cercanos.

Sin embargo, la luna de miel terminó con la “guerra de Irak”. La mayoría de la sociedad mexicana tenía muy claros los motivos de esa aventura bélica y el rechazo a la misma: “EU quiere el petróleo de Irak, los terroristas son el pretexto y nosotros no debemos apoyar esa injerencia; no es nuestra guerra, es la guerra de ellos; más aún, es la guerra del señor Bush”. Entre los contados aciertos del gobierno de Fox estaría precisamente la negativa de sumar a México a esa aventura y el rechazo a enviar tropas nacionales a ese Vietnam de medio oriente que fue Irak.

La guerra de Irak sacó a México de los radares de Washington. Volvimos a la condición de “el patio de atrás”. La agenda diplomática y económica de México no avanzó un centímetro; el tema migratorio se pudrió y China nos desplazó como el principal socio comercial de Estados Unidos. La crisis económica estadunidense (originada en gran medida en el hoyo fiscal que significó la guerra en Irak) terminó por amurallar al imperio herido y distanciarlo de su vecino del sur.

En este contexto de deterioro funcional de la relación bilateral, el gobierno de Felipe Calderón inicia su propia guerra, no contra un enemigo externo, sino contra una amenaza para la seguridad nacional y pública: el narcotráfico. Al igual que la de Irak, la guerra mexicana contra las drogas tenía una clara veta política: la gente quería ver a sus gobernantes en acción y, por tanto, apoyaron la guerra en sus inicios. Cada uno por su lado, los gobiernos vieron en esta urgencia social una fuente de legitimidad. Bush y Calderón venían de sendas elecciones controvertidas, de accidentados pasos iniciales de gobierno y ambos vieron en las flechas de Marte una tabla de salvación, no la espada de Damócles con la que al final se encontraron.

Ambas guerras comparten además otras similitudes: malos diagnósticos, estrategias deficientes, altos costos fiscales y la desesperación social. Para la mayoría de los mexicanos, la guerra contra las drogas la está perdiendo el gobierno, como en su momento fue evidente para la mayoría de los estadunidenses la impronta bélica en Irak.

Para el gobierno estadunidense, la guerra contra las drogas es la guerra del “otro”, no es “nuestra” guerra. Si hay poderosos carteles de la droga es por “la corrupción de ellos”, no por el consumo en EU. Si hay armas estadunidenses en territorio mexicano es por la complicidad de “sus aduanas”, no por la libertad constitucional que tienen los ciudadanos de EU para comprarlas y venderlas. Si hay violencia en la frontera, es por la incompetencia de las autoridades mexicanas, no por la incomprensión de las autoridades de la Unión Americana.

Así como en los ataques terroristas del 11/S nos solidarizamos con el pueblo y el gobierno estadunidense por tal felonía, pero no apoyamos la solución bélica en Irak; así el gobierno de EU reconoce ahora la valentía y la decisión de Felipe Calderón de combatir el narcotráfico, pero no comparte “su” estrategia de guerra, centrada exclusivamente en la contención militar y policial, y duda de sus resultados. Al igual que muchos mexicanos, al parecer la administración Obama tampoco cree en el elefante “cazarratones” ni en el exterminio de un avispero a base de escobazos o escopetazos.

El gobierno mexicano debe modificar su ineficaz estrategia en la guerra que libra contra el crimen organizado, antes de que EU haga “suya” esa amenaza contra la seguridad y la salud de los estadunidenses. En cuanto Washington diga “esta guerra sí es nuestra guerra”, el gobierno mexicano perderá el último reducto de soberanía que aún conserva: la facultad estatal para garantizar la seguridad nacional y pública de sus ciudadanos. ¿O será este resultado lo que verdaderamente busca el actual gobierno?

ricardo_monreal_avila@yahoo.com.mx

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