domingo, noviembre 14, 2010

El gobierno español, de socialista sólo le queda el nombre



Marruecos, España y el pueblo saharaui

Marcos Roitman Rosenmann


M
ientras la represión del reino alauita continúa, España mira para otro lado. Puestos en situaciones límites, el gobierno de Rodríguez Zapatero se decanta por una posición timorata. Los más de 4 mil 500 heridos, 2 mil detenidos y al menos una docena de muertos no son razón suficiente para cuestionar el régimen de Mohammed VI. La ministra de Relaciones Exteriores, Trinidad Jiménez, se estrena en el cargo como la portavoz de la ignominia.

En este desatino, emplea un eufemismo diplomático para no caer en el esperpento. Lamentan lo ocurrido, se entristecen y califican las muertes y la violación de los derechos humanos como un cúmulo de sucesos desacertados. Es la manera de bajar la cabeza. Marruecos es un socio estratégico y no le duelen prendas en apoyarlo. Por este motivo, pasarán por alto la mordaza informativa, la expulsión de periodistas. En este caso no se pedirán explicaciones ni se hablara de censura a la libertad de información. Un lacónico comunicado señalando que sería bueno que dejasen entrar a los informadores. Para el gobierno del PSOE y el principal partido de la oposición, no hay motivos de preocupación. Las vidas de los saharauis no están en peligro y se han magnificado intencionadamente las repercusiones de las acciones militares en El Aaiún.


¿Qué hay tras esta política? La respuesta es de Perogrullo. Son los intereses pesqueros, los acuerdos agrícolas y las buenas relaciones económicas entre los empresarios españoles y Mohammed VI. Debemos subrayar que España es la gran exportadora de armas al ejército marroquí. Armas que se están utilizando para el genocidio del pueblo saharaui. Asimismo, los vínculos que unen a Juan Carlos I con Mohammed VI son entrañables, ambos se consideran estrechos colaboradores personales. Sus negocios e intereses se solapan bajo la autocracia y la represión. En otras palabras, el gobierno del PSOE no va a molestar a los amigos del rey, porque sería un acto descortés. Los súbditos deben ser leales a la corona. Por consiguiente, es mejor dar credibilidad a las explicaciones de las autoridades marroquíes y hacer la vista gorda a las imágenes y declaraciones de los habitantes de El Aaiún.


Cualquier otra posición sería arriesgada. Así se renuncia a defender el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui, aliándose con sus verdugos y postergando las demandas de democracia y referéndum en favor de la colonización marroquí. No hay voluntad política de pedir responsabilidades. Es más rentable ser compinche de un dictador, al cual se le considera un aliado en el Magreb. En Marruecos no hay motivos para pensar en un régimen despótico y tiránico. Quienes así lo califican son izquierdistas y enemigos de la democracia representativa. Todo coincide. El pragmatismo se adueña del proceso de toma de decisiones.

En este momento viene bien un ejercicio de política comparada. Mientras la monarquía alauita resulta ser intocable por razones de Estado, acusar a la República Bolivariana de Venezuela de apoyar a ETA le otorga, al gobierno del PSOE, excelentes plusvalías políticas. En este caso, no importa que las declaraciones de los detenidos no se ajusten a derecho, restando credibilidad a las denuncias.


La fiscalía general del Estado no tiene dudas y comienza una campaña donde se desprestigia, acusa y condena al presidente Hugo Chávez y a su gobierno. Así de paso se desestabiliza al gobierno venezolano. En este caso, prima el apoyo político y económico a una oposición golpista y antidemocrática. A las empresas que configuran el cártel español como el Banco Santander, Repsol, Iberdrola, Endesa o BBVA no les importa reducir sus beneficios a corto plazo. Su estrategia tiene en mente otro escenario en el cual no se contempla la permanencia del proyecto bolivariano en el poder. Cuando esto se produzca, el cártel recibirá su premio por financiar y haber dado cobertura a los partidos y dirigentes de la oposición.


Sin embargo, cuando hablamos de Marruecos la cosa cambia. Existe un acuerdo de principios. Ni ven ni hablan de las violaciones de derechos humanos y del derecho internacional. El autismo se hace presente y se corre un tupido velo. Mudos, sordos y ciegos ante las denuncias de torturas y la masacre del pueblo saharaui, la balanza se inclina en pro de la monarquía alauita. El chantaje de Mohammed VI es evidente: si España condena, nos enfadamos y rompemos la baraja. España tiene más que perder, esgrimen las autoridades en Rabat.

En España, donde la palabra democracia esta vaciada de contenido, la decisión está tomada. Es preferible ser socio de Mohammed VI y participar en el exterminio del pueblo saharaui antes que defender la dignidad, la justicia y la libertad. Es lamentable que el reino de España renuncie deliberadamente a convertirse en un país abanderado de las luchas democráticas en el Sahara occidental y acabe sucumbiendo a los cantos de sirenas de una de las tiranías más abyectas que existen en la actualidad. Esa es, lamentablemente, la realidad. Por suerte miles de ciudadanos de toda España se han manifestado y se manifiestan en apoyo del pueblo saharaui pidiendo una rectificación a un gobierno que les avergüenza. Ojala escuchen sus demandas.




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