viernes, septiembre 17, 2010

Antimexicanos

Reproducimos algunos artículos de El Norte. A excepción hecha de Ximena, a quien queremos y admiramos su ya larga trayectoria crítica y combativa -no sólo en el papel sino en la cotidianeidad de los avatares de nuestra urbe- el resto de articulistas tomados este día no son santos de nuestra devoción, pero hoy se muestran particularmente lúcidos en sus críticas; bienvenida la claridad no importa si se deba o no a la pelea en que se ha visto enfrascado El Norte contra Televisa (medio de comunicación masivo del ejecutivo federal). A Sarmiento le falta -no podría ser de otro modo, ya que él mismo ha participado en ello- mencionar a AMLO entre los satanizados por sus contemporáneos.


Antimexicanos


Sergio Sarmiento

17 Sep. 10. El Norte


"Una multitud enardecida efectivamente grita por espacio de una hora, quizá para callar mejor el resto del año".
Octavio Paz


Me cuestionan severamente varios funcionarios públicos, lectores e incluso amigos por los artículos en que he criticado el gasto de los festejos del Bicentenario. ¿Qué no eres patriota?, me dicen. ¿No quieres a México?

Por supuesto que quiero a México, pero amar al país no significa dejar de lado una actitud crítica que ha sido, de hecho, uno de los pilares más sólidos de la nación mexicana.

No podemos olvidar que estamos festejando hoy el bicentenario de un acto de rebeldía, el cual llevó al cura Miguel Hidalgo a encabezar un movimiento armado en contra del gobierno virreinal. A Hidalgo se le llamó traidor y antipatriota y por ello se le ejecutó en 1811, pero hoy se le venera como el padre de la patria mexicana.

Francisco I. Madero estaba en la cárcel en septiembre de 1910 cuando el Presidente Porfirio Díaz presidió los festejos del centenario de la independencia. Se le consideraba traidor a la patria y antimexicano por haber osado postularse como candidato a la Presidencia de la República en oposición a Díaz, el Presidente que había dado tranquilidad a México durante más de tres décadas. Hoy Madero es también uno de los héroes más brillantes del panteón nacional.

A Octavio Paz, cuando publicó "El Laberinto de la Soledad" en 1950 y en varias ocasiones posteriores, se le tildó de antimexicano por haber cuestionado al gobierno y al sistema político mexicano. La crítica se extendió al Grito, que consideraba como un ritual para no gritar el resto del año. Hoy Paz es un orgullo nacional por haber ganado el Premio Nobel de literatura.

El propio Presidente Felipe Calderón, como muchos panistas, fue señalado como antimexicano en los tiempos en que se distinguió por ser un aguerrido dirigente del Partido Acción Nacional. Hace algunos años, de hecho, el ex Presidente Ernesto Zedillo le recordó a Calderón en una sesión del Foro Económico Mundial de Davos lo duro que había sido como jefe de la oposición. El propio Presidente Calderón reconoció que las cosas se ven distintas cuando a uno le toca ejercer el poder.

Criticar una política o una decisión gubernamental no lo hace a uno antimexicano. Por el contrario, quedarse callado puede ser la verdadera traición al país.

Yo reconozco la espectacularidad de los festejos del Bicentenario. No me tocó vivir, por supuesto, la celebración del centenario durante la Presidencia de Díaz, pero al parecer la del Presidente Calderón la superó en fasto y gasto. Aun los festejos más caros, sin embargo, pueden salir mal y, hasta donde yo pude ver, los de estos 15 y 16 de septiembre fueron impecables.

Mantengo, no obstante, mi posición personal de que pudimos haber tenido una celebración menos fastuosa y costosa, pero igualmente emotiva. Esto no me hace antimexicano. Estoy convencido, por ejemplo, de que Benito Juárez fue un presidente profundamente nacionalista aunque haya mantenido un gobierno tan austero que se le tildaba de tacaño. Quizá Juárez no habría tenido festejos tan vistosos por la Independencia como los de Díaz o los del actual Gobierno, pero eso no significa que no tuviera amor por México. Muchos mexicanos, de hecho, podemos ser críticos del Gobierno o del costo de los festejos sin dejar de amar profundamente a nuestro país.



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