Ximena Peredo
17 Sep. 10
El Norte
La voz robótica oficial del bicentenario llamó a mi humilde casa para felicitarme por los 200 años de libertad -qué amable-, para luego, con un tono sentimental, persuadirme de no salir de casa y disfrutar "del espectáculo" en la comodidad de la pantalla de televisión. Como si no bastara la contradicción de pedirme que celebrara mi libertad sin salir de casa, el Gobierno federal recomendó la tele como el mejor espacio para "dar el grito".
"Si un acto público, de cualquier índole, quiere sobrevivir en esta época deberá, irremisiblemente, adoptar las características del control remoto", escribió en 1995 Carlos Monsiváis, imaginando tal vez que 15 años después no habría una persona en este país con la capacidad de gobernar sin el padrinazgo de alguna televisora.
Mientras los partidos políticos se rifan el rol de escándalos, la televisión repunta como la más efectiva plataforma electoral. Su majestad, soberana de México, con 40 millones de siervos a su disposición.
Nunca había asistido un 15 de septiembre a la verbena popular, pero bastó la atenta invitación del Gobierno de Calderón de permanecer en casa para tomar mis cosas y salir. Llegué caminando a la Explanada de los Héroes, después de encontrar la calle Zaragoza franqueada por vendedores desesperados por ver aparecer esas hordas de clientes de otros años. Mis solitarios pasos fueron un recordatorio cruel de las miles de ausencias antojadizas y juguetonas, que debieron estar ahí, comprando el elote y luego la trompeta, el sombrero y la banderita.
No veo cómo una fiesta puede ser divertida con la presencia de tantos soldados y policías. ¿Cómo apropiarse del jolgorio? ¿Cómo encender el relajo si en cada esquina, cada cinco metros, un casco, un chaleco antibalas, un pasamontañas sospecha de mí, de ti, de todos en conjunto? Armas largas por doquier. Recordé la magia de la edición televisiva, que borraría la sensación de inseguridad que infunden tantos policías y soldados juntos. Sin embargo, ni la televisión pudo dar cuenta de la fiesta feliz que no existió.
Los protagonistas de la noche fueron tres conductores de la televisión local. Reconocí a Óscar Burgos, quien agradeció a los soldados, a los policías y al helicóptero que estuvieran ahí para garantizarnos una noche "tranquila". Si su intención fue relajarnos creo que consiguió lo contrario. Al escenario fue llamado El Gigante de América, otrora Bronco, que se topó con un público inmóvil, temeroso, que susurraba apenas sus letras más conocidas. Nuestro ánimo parecía más de acarreados que de mexicanos de fiesta.
Decidí regresar a casa; no tuve tripas para ver a Rodrigo Medina en su performance patriótico. Al irme alejando de la súper producción patrocinada por Bancomer, HEB y Coca Cola -hay que agradecer a nuestros nuevos próceres-, pensé que el fin último de esta fiesta y de otros miles de eventos políticos es la transmisión televisiva. Los políticos se han convertido en personajes virtuales, que viven dentro de la caja idiota, que se equivocan menos con el mágico botón de "mute" o ayudados por el comentario editorial de López Dóriga o María Julia Lafuente.
Parecería que estar "en vivo" en el momento de la acción sólo vale la pena cuando uno aparece al menos dos segundos en pantalla. Salgo en la tele, luego existo. Pero si la tele me concede el honor, debo asumir un rol claramente establecido, el del pueblo que se encarama al reportero para saludar a la cámara, el feliz, indolente y campechano pueblo que olvida los agravios para aprovechar los instantes irrepetibles de gloria.
La vida nacional: lo que importa, lo que indigna, lo que aterra, se define en la televisión. Lo marginal no es lo secundario, sino lo que no interesa al productor. La perversidad se multiplica cuando estas decisiones se pactan con el gobierno en turno. Así, los conductores de noticias se convierten de facto en los verdaderos secretarios de comunicación social, en la pieza más importante de los gabinetes.
Los festejos del bicentenario develaron al País televisado, inasible y lejano, al que sólo tenemos acceso quienes contamos con un control remoto.
ximenaperedo@yahoo.com.mx
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