Me quedo con Hidalgo |
Felipe Díaz .
17 Sep. 10. El Norte
Según los infomerciales de Televisa en el noticiero de López Dóriga en Televisa, Miguel Hidalgo y Costilla era un demente sanguinario sin control que condujo a una turba de resentidos sociales, iguales a él, a masacrar a lo mejor de la sociedad de aquel entonces, los gachupines que se les atravesaban en las ciudades que iba tomando el ejército insurgente.
Según la misma culta fuente, a través de la versión infomercial telenovelada de la Independencia "Gritos de Libertad", Ignacio Allende era un buen militar profesional que no pudo controlar al despiadado cura asesino que mandaba o dejaba matar a sus prisioneros sin juzgarlos, ya que los creía inocentes.
Nada más les faltó decir a los oligofrénicos guionistas que el buen cura Hidalgo era en realidad un capo cartelero y que el rebasado Allende era el líder de la milicia, mandado por su excelencia el virrey, tratando de frenar al cura bandido y a los suyos.
Rechazo el patrioterismo que, por ejemplo, fluye en las imposibles imágenes de jóvenes cadetes militares suicidándose envueltos en la bandera y dejándose caer de los altos muros del Castillo de Chapultepec. Tampoco estoy de acuerdo con el patrioterismo de un himno nacional que nos convoca a la guerra, no a trabajar, a ahorrar, a sembrar o a vivir todos en paz y armonía.
Pero tengo una imagen patriota de don Miguel Hidalgo y Costilla grabada indeleblemente en mi memoria. Allí la pusieron mis maestras de primaria, porque fueron puras mujeres, como ocurría en casi todo el sistema educativo público mexicano hace cinco o seis décadas, las que me enseñaron por vez primera lo que por vez primera era necesario aprender.
Con sus enseñanzas, ellas me transmitieron correctamente el buen conocimiento que Televisa quiere arrebatarme ahora para convertirlo en perverso conocimiento para transmitírselo mercadotécnicamente a mis hijos, que ya debieran ser nietos.
Mis maestras me enseñaron que el ilustrado rector de la nicolaíta era un hombre con conducta de hombre y que, por eso, llegó a la Revolución de Independencia y llevó a ella a su multitud de correligionarios para luchar por el rey español Fernando Séptimo y por la Virgen de Guadalupe. Pero la marginación, la pobreza y la injusticia en la que vivían los indios y la decisión de éstos de seguirlo pusieron en su cabeza y en sus manos la guerra absoluta contra lo que, en ese tiempo, era la encarnación del mal, España, los españoles y su corona.
Me quedo con ese Hidalgo, con el que empezó la guerra gritando vivas a Fernando Séptimo, que nuestros timoratos gobiernos silenciaron en las clonaciones que hizo antenoche y ayer en la mañana, en el Zócalo y en Dolores Hidalgo, un temeroso Presidente Calderón, como otros antes que él lo han hecho durante varias décadas de histrionismo que no de patriotismo.
Cuando Miguel Hidalgo, ya convertido en caudillo, dimensiona las cosas apropiadamente, desde luego que la furia vengadora se apodera de él y aparece la impiedad contra quienes fueron despiadados contra los indios que consideraban animales. En esa transformación, de cura de pueblo en mesías iluminado, en hombre decidido, Hidalgo se compromete no sólo a morir sino también a matar, a salvar a su pueblo de la opresión de la tiranía. Y cumple el compromiso, el de lucha, el de matar y el de morir.
Ése es el Hidalgo con el que yo me quedo, el Hidalgo que las profesoras Rogelia, Sofía, Josefina, Aurelia, Lilia, María de la Luz y Ernestina me pintaron magistralmente, hace un poco más de 50 años, en una tela prodigiosa en la que lo pintado ha evolucionado y la imagen del cura ha venido cambiando día a día en el cuadro de las maestras y en la mente del alumno que enseñaron, de los miles de alumnos que enseñaron.
Esos alumnos hemos optado, gracias a ellas, por quedarnos con la imagen de un cura Hidalgo revolucionario, no revoltoso; despiadado con el enemigo, que eso no es ser sanguinario sino justiciero; solidario, vengador y redentor de los pobres, los desposeídos, los hambrientos, los perseguidos injustamente y los marginados de ayer, de hoy y de siempre, que eso no es encabezar la turba sino liderar al pueblo.
diazgarza@gmail.com
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