viernes, septiembre 17, 2010

Sangre y Bicentenario


Sangre y Bicentenario


14/09/2010 - 00:31

Por: Francisco Rodríguez


CASI TREINTA MIL cadáveres enlutan la conmemoración de los 200 años de edad de nuestra nación (parcialmente) independiente de España… pues aún lo sigue siendo de otras potencias. Una pobreza creciente de la mayoría de la población no justifica que se dilapiden los recursos públicos en fuegos de artificio.





Es por tal que el psicoanalista social José Antonio Lara Peinado se pregunta el porqué de tanta fiesta “en un México que se tiñe de sangre y de desgracia”.

La pregunta es compartida por millones de mexicanos que, por si fuera poco, nuevamente son blanco de una campaña de terror alentada desde Los Pinos y por los ocupantes de otras dependencias, cual la que ocupa el señorito Lujambio, “invitando” a no salir a las calles desde la tarde de este 15 de septiembre.

¿Por qué el festejo?, pues.

Pues “por la sencilla razón del goce”, señala Lara Peinado, quien además apunta que “la insistencia hasta la nausea de las fiestas del bicentenario por parte de la clase política de este país obedece a una especie de ritual en donde el sacrificio y la sangre la pone el pueblo de México --y no porque el pueblo quiera, es más bien obligado--, y la clase gobernante se alista para la fiesta porque en el fondo ya están disfrutando del sacrificio, de los muertos, de la sangre, de las inundaciones y los damnificados.

“¿Cómo se puede probar que lo que he escrito es verdadero?

“Una psique normal estará equilibrada en tres áreas fundamentales: el intelecto, el afecto y la voluntad. Esas tres áreas regularmente se alteran ante sucesos dolorosos, por ejemplo, la muerte de un ser querido. Regularmente, cuando un ser humano observa una tragedia no puede menos que contrariarse, incluso deprimirse.

“Sin embargo, en México, la clase política responde al contrario, y comienza a celebrar, a salir en la televisión, a lanzar cohetes… Pareciera ser que han bloqueado sus afectos y su intelecto, para dar paso a una voluntad desbordada de fiesta, chacoteo y pachanga.

“Nerón, Calígula, Hitler, Hernán Cortés, Díaz Ordaz, Echeverría, ahora Calderón, todos ellos representantes enfermos de la muerte, acostumbraban celebrar aún en medio del dolor y la tragedia. Su inconsciente los desbordaba y ellos se entregaban y entregan al goce.”

Pero no sólo los burócratas de alto nivel. Lara Peinado también aborda a los integrantes de las Fuerzas Armadas:
“¿Qué hay en el inconsciente colectivo de los miembros del Ejército?”, se pregunta.
“De entrada –explica-- hay un bloqueo del pensamiento racional. Cual máquinas, responden al amo que les ordena. Pero en el fondo lo que hay son deseos de traición y muerte.

“Fueron generales del Ejercito los que traicionaron a Madero, por ejemplo.
Entre ellos estaban los generales Félix Díaz, Mondragón, y Victoriano Huerta.
“Fueron generales los que avalaron la tragedia del ‘68, y también participaron en la guerra sucia de los 70.
“Y ahora son elementos del Ejército los que matan a civiles.

“¿Qué hay en el inconsciente colectivo del Ejército?
“Un desprecio por el pueblo, del que dicen provenir y, en efecto, provienen.
“La independencia y la revolución tuvieron a la sociedad en el bando libertario y reivindicativo, y como enemigos a los elementos del Ejército.

“No fue el Ejército el que lucho contra los poderosos.
“El Ejército siempre ha estado con los dueños del dinero.
“¿Qué celebran entonces los burócratas del gobierno federal y la Fuerzas Armadas?
“Simple y llanamente la satisfacción de su deseo de sangre.”

Índice Flamígero: Tras su secuestro, el 14 de mayo, Diego Fernández de Cevallos fue inmediatamente abandonado a su suerte por la fallida Administración de Felipe Calderón. Hoy se sabe, a través de un tercer comunicado de sus “Misteriosos Desaparecedores” que el otrora altivo abogado y político también sufre la dejadez o desidia de sus familiares y amigos. En este segundo caso, bien podría adivinarse que el queretano cosecha lo que sembró entre sus hijos y demás descendientes, lo mismo que entre aquellos que decían profesarle amistad. Lo injustificable es que las “autoridades” abandonen el papel que tienen encomendado: salvaguardar la vida de los ciudadanos. Si dejan morir solo al llamado “Jefe”, ¿qué podemos esperar usted o yo?



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