Rupturas del consenso neoliberal
Se prende la llama de la protesta en el estado de Wisconsin
Por: Democracy now!
El estado de Wisconsin está situado en la región de los lagos en el llamado Medio Oeste del país. Esta región de los lagos ha sido tradicionalmente el corazón industrial y agrícola del país. Del otro lado del Lago Michigan se encuentra la ciudad de Detroit, cuna de la industria automovilística del país. Wisconsin es tal vez un estado más agrícola, es conocido por sus productos lácteos en general y por el queso en particular, aunque fue y hasta cierto punto sigue siendo un estado cuya economía se basa en las manufacturas y la producción de herramientas.
Desde un punto de vista político, Wisconsin es un estado peculiar, pues es la patria chica del senador republicano anticomunista Joseph McCarthy, pero también cuna de AFCSM, uno de los sindicatos más grandes de funcionarios públicos y enfermeras del país.
Desde enero del 2011 Wisconsin tiene un gobernador republicano, Scott Walker. Walker, que era el candidato “moderado” del Partido Republicano, nada más jurar su cargo y con una mayoría sólida en la asamblea estatal, otorgó una amnistía fiscal a empresas multinacionales y estatales que costó a las arcas del estado 170 millones de dólares. Para compensar este regalo, el gobernador Walker decidió unilateralmente suspender los derechos de negociación de todos los sindicatos de trabajadores públicos y doblar la cantidad de contribuciones que éstos hacen al fondo de pensiones. La legislación laboral estadounidense regula las relaciones de empresas privadas a nivel federal, pero delega la regulación de los empleados públicos en cada uno de los estados. Por eso Walker cuenta con todo el poder legislativo en su mano para imponer medidas de corte draconiano que hagan literalmente imposible la continuidad de los sindicatos de trabajadores del sector público. Entre otras medias, Walker quiere forzar a los sindicatos a celebrar un plebiscito que les legitime anualmente, prohibir las deducciones automáticas de las contribuciones sindicales y restringir drásticamente los derechos de negociación de los sindicatos.
Por si quedara alguna duda de sus intenciones, Walker convocó a la Guardia Nacional para sofocar cualquier conato de protesta. Sin embargo, los ciudadanos de Wisconsin han salido a la calle para desafiar el estado de sitio impuesto por el gobernador. El jueves pasado 30.000 estudiantes fueron a la huelga y llevan tres días sin ir a clase; ayer viernes la ciudad de Madison, sede del gobierno estatal, se vio inundada por miles de manifestantes de todas partes del estado, maestros y profesores han declarado una huelga indefinida, los estudiantes del sindicato de profesores asistentes de la Universidad de Wisconsin en Madison han ocupado los jardines del capitolio con una acampada de protesta y, tal vez lo que es más importante, los ciudadanos del estado de Wisconsin están cien por cien detrás de sus maestros, policías, bomberos, empleados municipales, bedeles y funcionarios. Los Green Bay Packers, el equipo local de fútbol americano, flamante campeón de la Super Bowl (la liga nacional) han emitido un comunicado expresando su apoyo a los trabajadores y las protestas; varias iglesias también han declarado su apoyo. Los congresistas demócratas, ante la avalancha de protestas populares, se encuentran actualmente viajando fuera del estado para tener una excusa legal y no acudir a la votación en la que se aprobarían estas medidas.
En el resto del país se han convocado manifestaciones de apoyo a las protestas de Wisconsin. Es pronto para decir si las protestas podrían extenderse o si se puede tratar de una reverberación de las olas revolucionarias del Norte de África (como algunos sugieren tal vez exageradamente), lo que sí está claro es que el neoliberalismo sólo puede seguir avanzando o sosteniéndose en una huida hacia adelante: exigiendo más privatizaciones dentro del sector público, aumentado la edad de jubilación, aumentando las contribuciones al fondo de pensiones, desarmando a los sindicatos para imponer recortes salariales, atacando incluso la financiación de clínicas, como Planned Parenhood, que garantizan los derechos reproductivos de las mujeres.
Las protestas de Wisconsin son sólo la punta del iceberg, forman parte de un ataque contra los pocos sindicatos e instituciones públicas del país que quedan en pie, perfectamente programado por la mayoría republicana tanto a nivel federal como a nivel estatal. Esta nueva mayoría ultraliberal cuenta, por mucho que se empeñen en disfrazarlo, con el apoyo explícito del gobierno de Obama que, entre otras cosas, acaba de aprobar el presupuesto económico más regresivo de la historia desde los gobiernos de Reagan y Eisenhower. La cuestión es hasta cuándo puede el pueblo norteamericano tolerar este nivel de agresión. Bien pudiera ser que en Wisconsin se encendiera la mecha de una rebelión mayor, es cuestión de tiempo.
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