jueves, julio 28, 2011

La hambruna en Somalia y la matanza en Noruega: naufragios de la humanidad.


La hambruna en Somalia y la matanza en Noruega: naufragios de la humanidad.

José Antonio Trujeque
Somos Uno Radio

En Somalia ha explotado una crisis humanitaria en la que cerca de once millones de personas están, literalmente, muriendo en vida, a causa de una hambruna. En Noruega, según la sangrienta cuenta llevada a cabo desde el viernes 22 hasta el martes 26 de julio de 2011, noventa y dos personas han muerto como consecuencia del ataque efectuado por un extremista que profesa un odio abstracto al Islam y al Marxismo. Se trata de dos fuertes llamadas de atención sobre la potencia que ha adquirido una mentalidad, una manera de ver al Otro diferente: el impulso de un anti humanismo que considera a quienes son diferentes como Enemigos, como el Mal encarnado a quien hay que liquidar. Y no sólo suprimir su existencia como sea, pues esa supresión tiene que ir acompañada con el mayor dolor posible infligido a las víctimas.

Nos encontramos frente a hechos en apariencia inconexos, pues uno tiene lugar en el Cuerno de África Oriental, en una región del planeta que sale de las sombras del olvido sólo cuando la muerte por hambre de millones de personas aparece en los medios. Y el otro, en un país del Occidente capitalista desarrollado, en la próspera Escandinavia que durante décadas ha sido el modelo de estabilidad económica y de avances sociales. Sin embargo, la globalización ha trazado los vasos comunicantes de cierto anti humanismo a lo largo y ancho del mundo. En Noruega y en Somalia, la diferencia es que se abrieron las válvulas que contenían a esas maneras de pensar anti humanistas basadas en la negación violenta del Otro diferente. Comencemos con una rápida mirada al drama somalí.

“Somalia”, por principio de cuentas, no es un país en sentido estricto. A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y los dos primeros tercios del siglo XX, los colonizadores europeos sentaron sus reales en el Continente Negro, llevando consigo la peregrina idea de que el trazado formal de fronteras geográficas limítrofes, era una condición necesaria para la existencia de “un pueblo”. Poco les importó a los colonizadores ingleses, belgas, portugueses, holandeses, italianos, alemanes y franceses, que en África existiera una enorme multiplicidad de tribus, clanes, confederaciones de tribus, quienes habían establecido, durante milenios, formas de conflictos y de coexistencia ajenas a la idea de que cierto “pueblo” es una especie de burbuja más o menos autocontenida dentro de fronteras geográficas, étnicas y lingüísticas.
Al sur del desierto del Sahara, es decir, en esa abigarradísima región del planeta conocida como “África Negra”, han vivido, al paso de los siglos, personas, clanes, tribus, que no han cesado de moverse de un punto cardinal a otro, viviendo un nomadismo que a los occidentales les pareció siempre una muestra más de su “barbarie” y “atraso”. Los habitantes de esta región del mundo son inquietos, movedizos; la trashumancia y el errar de sus pasos desafían la idea misma de encerrarlos dentro de fronteras geográficas.

No por nada, en  esa obra maestra del humanismo contemporáneo representada por su libro “Ébano”, Ryszard Kapuscinski nos dijo a los occidentales que, bien mirada la realidad de esta parte del mundo, “África” no existe. Existen, eso sí, civilizaciones-ríos siempre moviéndose en trayectorias insospechadas para el racionalismo occidental, y que parecen no estar preocupadas en llegar a un punto de desemboque. La errancia es su perenne huella digital.

En el caso de “Somalia”, las potencias colonizadoras que se repartieron el continente pretendieron imponer límites geográficos a culturas milenarias siempre en movimiento. Los africanos son seres humanos que han tenido que habérselas con sequías, con condiciones climatológicas de escasez permanente, en donde arrancarle cultivos a la tierra es poco menos que imposible: saben a dónde ir para conseguir algo de agua dulce, algo de forraje para su ganado, un poco de alimento para el clan. Y antes de la llegada del “blanco europeo”, sabían cómo arreglárselas entre los distintos clanes para no caer en guerras de liquidación.

Pero vino el “blanco” y con sus armas de fuego en la mano, les impuso fronteras, y les impuso con ello las semillas del conflicto sangriento. Después de su “independencia” formal en 1960, “Somalia” no ha existido sino en los mapas: en ese año 1960, cada una de las potencias colonizadoras, Italia, Gran Bretaña y Francia, se pusieron de acuerdo para “unificar” las zonas bajo su dominio, y llamar “Somalia” a aquel ente geográfico artificial.

A raíz de esa abominable colonización, fueron desestructuradas las formas milenarias de arreglo y de proceso de los conflictos inter-clanes, abriéndose entonces las vías por donde han transitado las guerras “somalíes” incesantes. Y para complicar la situación, a los colonizadores les vino la ocurrencia de integrar dentro de las fronteras de “Somalia” a los asentamientos árabe-islámicos de la costa del Mar Rojo, también confrontados entre sí. La herencia de la colonización europea no fue una estructura de educación, ni estructuras hidráulicas, como tampoco les interesó el dejar las simientes de una agricultura adecuada para el terrible clima desértico de la región del Cuerno. Fue una herencia de disputas y de desarreglos que dio lugar a la desmembración “de facto” de ese país fantasma llamado “Somalia”.

En esas condiciones de guerras internas, de pueblos confrontados, de varios “gobiernos-dictadura” opresivos, y viviendo sus pobladores en un ambiente geográfico de sequía permanente, y en un entorno político de terror y de violencia, en esas condiciones pues, es en las que “Somalia” se integra en la tela de araña de la globalización.

Precisamente algunas de las ramas podridas y perversas de la globalización son las que han hallado en “Somalia”, de manera paradójica, una tierra fértil: los tráficos ilegales de armas, de personas y de alimentos.
Sirva de ejemplo la “sociedad” jefaturada por un agente secreto israelí y un ex piloto de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, quienes organizaron durante años la venta ilegal de armamento a las distintas facciones en guerra confrontadas en “Somalia”. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), por su parte y desde hace años, ha señalado que el tráfico de personas (migrantes sin papeles, seres humanos vendidos como esclavos, o destinados a la prostitución o al tráfico de órganos vitales) alcanza la cifra escalofriante de al menos cien personas “somalíes” cada día, durante cada año. Y a este panorama se le añade el hecho de que los distintos grupos armados se han convertido en piratas marinos que roban embarcaciones para luego traficar sus cargas de alimentos y medicinas; y no hay que dejar de lado que los señores de la guerra “somalíes” se apoderan por la fuerza de la ayuda humanitaria para venderla y, luego, comprar armamento.

Otra vertiente emponzoñada de la globalización la representa el encarecimiento internacional de los alimentos básicos, como consecuencia de la liberalización y especulación de precios agrícolas, el crecimiento demográfico mundial y la baja en los rendimientos de los cultivos. Por supuesto que, como lo reconocen la FAO y la OCDE, los países del Tercer Mundo serán y están siendo los más golpeados por esta circunstancia económica que tiende a agravarse.

Todas estas ramas perversas de la globalización forman un coctel explosivo cuando las condiciones meteorológicas empeoran la sequía: el resultado es el drama de por lo menos once millones de personas a punto de morir de hambre. “Somalia” viene a ser el sótano más oscuro, antihumano, terrible, de la globalización. Pongamos por caso los relatos de miles de madres “somalíes” que dejan tirados a la vera del camino a sus bebés e hijos agonizantes, con tal de salvarse ellas y el resto de sus familias, sólo para llegar a los campos de refugiados donde los espera el hacinamiento y la expectativa, difusa, de paliar un poco el hambre.
En Noruega el anti humanismo se ha encarnado en las ideologías del odio hacia el Otro, hacia el que profesa otra religión, el que proviene de los países pobres, el que, supuestamente, representa a largo plazo una “lucha de clases”, tal y como malentienden al marxismo los ultraderechistas. Anders Behring Breivik, el multiasesino islamófobo, antimarxista y declarado seguidor de un nacionalismo europeo integrista y fanático, no ha mostrado ninguna señal de arrepentimiento luego de haber matado a 92 personas, algunas de ellas a balazos y otras mientras hizo explotar una bomba oculta. Es más, dice que “Europa” le va a agradecer su acto cobarde y antihumano. Desgraciadamente, cuando uno considera lo extendidas y arraigadas que están estas anti-éticas inhumanas por toda Europa (véase el crecimiento de los partidos y grupos de extrema derecha), desgraciadamente habrá quienes simpaticen con tal monstruosidad.

¿Cuál puede ser el vaso comunicante que conecta a estos eventos en apariencia ajenos, uno acaecido en la próspera Escandinavia y el otro en la hambrienta “Somalia”? ¿Cuál es el canal que hace circular por todo el mundo a estas expresiones del anti-humanismo?

La globalización capitalista no se reduce a procesos de desregulación de los mercados. Hasta el momento, ella tiene como una idea directriz inherente a su funcionamiento, la de poner en la picota de la condena a las esferas de acción colectivas y públicas, para en su lugar ensalzar la impersonalidad de la “competencia” y de la acción individualista, egoísta, es decir, de la esfera “privada”.

Este individualismo descarnado representa la continuidad y la puesta al día de una idea que ha pasado por ser “verdadera”, “científica”, propia de la así llamada “naturaleza humana”. El filósofo inglés Thomas Hobbes, en su libro “Leviatán: o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil”, propuso que todo pacto social justo y duradero entre los seres humanos tiene que ponerle límites a esa parte animal de nuestra especie, donde el hombre es el lobo depredador del hombre. De otros hombres.

La vulgarización de esta idea por parte de los ideólogos más, digámoslo así, vulgares del individualismo burgués, los conduce a representarse el teatro de la convivencia y conflictualidad social, lleno de lobos hambrientos dispuestos a devorar a sus congéneres, y donde el “más fuerte” y el “más capaz” será el que consiga sobrevivir y guiar al resto de la manada, poblada por los débiles. Y dentro de esta gramática de la bestialidad, no sólo hay que devorar y matar a la otra manada de lobos (so riesgo de que ellos acaben antes con la propia), sino hacerlo con la mayor atrocidad posible, a modo de advertencia y de señal de hasta dónde puede escalar el dolor y la agonía del vencido.

Esta “naturalización”, o mejor dicho, “brutalización de la condición humana”, se encuentra presente en las distintas variantes de las mentalidades propias de los integrismos y fundamentalismos racistas, religiosos, ideológicos. Se trata de una vía por la que puede circular el individualismo vulgar, sustentado en la presunción de que el hombre es el lobo del hombre.

No nos dejemos llevar, entonces, y a las primeras de cambio, con la finta de que el multiasesino de Noruega es un “psicópata” y enfermo mental. Ni tampoco de que los “señores de la guerra somalíes” son unos esquizofrénicos del poder. Lo mismo cabe afirmar, con ciertos matices, de los sicarios mexicanos. Son personas y son grupos que representan la puesta en práctica de una ideología propia del individualismo extremo: como el Otro es un lobo agresor en potencia, hay que liquidarlo y suprimirlo, además, de la manera más atroz y cruel posible. “¡Que sirvan de escarmiento las matanzas!”

En este espacio no es posible sino mencionar de pasada a una forma distinta de considerar al Otro diferente. El filósofo Emmanuel Levinas (1906-1995) nos propuso que ese individualismo hobbesiano, en el que se basan ciertas teorías de la política y de la economía (a las que caben agregar los extremismos ideológicos), está en la raíz de las mentalidades que ven como “cosas”, como “lobos competidores”, a nuestros semejantes. Y lo peor, continúa Levinas, es que a este amasijo de ideas se le ha hecho pasar como si fuera la lectura correcta de nuestra común condición humana.

Por el contrario, hemos constituido la parte más luminosa de nuestra humanidad personal y colectiva, cuando hemos buscado acercarnos, comprendernos, entendernos, cuando ponemos por delante no al “Yo” hobbesiano y burgués, sino al “Nosotros”: nuestra capacidad de cooperar, de apoyo mutuo, de escucharnos. Y en nuestros tiempos, donde existe un impulso cultural fuerte para defender a nuestra propia personalidad y libertad individual, el reto se encuentra en permitir la conjunción duradera de una ética basada en el Nosotros, con una ética de respeto a nuestras diferencias personales y a nuestras exigencias de libertad individual.

Termino señalando que para Emmanuel Levinas, el filósofo de la Otredad, esa ética de un “humanismo del otro ser humano” es plausible siempre y cuando cada uno acepte que es responsable de la vida del otro, de los otros. Es cierto que, visto lo extendidas que están las mentalidades de intolerancia, de supresión del Otro, se trata de una ética plausible, mas por el momento cargada de utopismo.

Pero las utopías de la fraternidad (la “paz perpetua”, como las llamó el filósofo Immanuel Kant) son unos faros que nos invitan a acercar nuestras naves a puertos mucho menos sacudidos por las borrascas de los individualismos éticos. Y, cómo no, son los faros que nos ayudan a no acabar hundidos en el naufragio terrible y feroz de los extremismos.
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http://www.fao.org/crisis/horn-africa/home/es/
http://www.oxfam.org/es/content/hambruna-en-somalia-que-es-necesario-hacer
http://www.google.com/hostednews/epa/article/ALeqM5iCl-D7sEbi4zPlvXeyeFKrZqZTJg?docId=1576656
http://www.proceso.com.mx/?p=277072
http://www.noticias365.com.ve/temas/al-dia/eeuu-israeli-se-declara-culpable-de-trafico-de-armas-a-somalia/
http://www.acnur.org/index.php?id_pag=5627
http://www.fao.org/fileadmin/user_upload/foodclimate/HLCdocs/HLC08-inf-1-S.pdf




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