Marcos Roitman Rosenmann
apoyo a IsraelFoto Ap
No son pocos los adjetivos usados por la prensa internacional para calificar el asalto de las fuerzas armadas de Israel a la “flotilla
de la libertad. Excepto algunos medios obcecados en seguir culpando a las víctimas, dando por buena la versión oficial del gobierno israelí, la opinión pública mundial condena y rechaza tan oprobioso acto. Otra cosa son las instituciones internacionales parapetadas bajo un lenguaje neutro donde se lavan las manos temiendo acusar a Israel de ser un Estado que practica como arma el terrorismo.
Israel lleva décadas traspasando la linea roja y violando los derechos humanos tanto en su territorio como en Gaza y Cisjordania. Sin embargo, con el asalto pirata, atacar barcos en aguas internacionales, abre un nuevo frente. Ahora no es cosa de justificar la violencia bajo la dicotomía de palestinos islamistas radicales pertenecientes a Al Qaeda. Los muertos y heridos son ciudadanos turcos y de otras nacionalidades. Ya no hay excusas. Nadie, en su sano juicio, comparte que la flota transportara armamentos para Hamas para ser usados contra la población israelí.
Salvo pruebas contundentes en contra, se sabe a ciencia cierta que la flotilla transportaba alimentos, medicinas y otros pertrechos a Gaza para hacer frente a un bloqueo inhumano. El bloqueo conlleva recortes en el servicio eléctrico, falta de agua, carencia de alimentos básicos y medicinas, falta de materiales de construcción, cemento y otros para edificar escuelas y rehabilitar sus casas tras los bombardeos del año 2009. Por esta razón la flotilla por la libertad
buscaba entregar la ayuda humanitaria a la población palestina. Podríamos decir que era un respiro en medio de un acoso y estrangulamiento al margen de todo el derecho internacional vigente. Una acción de coraje, valentía y dignidad. El abordaje en aguas internacionales debe interpretarse como parte de una estrategia militar de medio y largo plazo donde no se busca la paz ni reconocer un Estado palestino.
Mientras el lobby judío siga siendo determinante para acceder a la presidencia de Estados Unidos, Israel se siente protegido y actúa como si tuviese patente de corso. Tampoco debemos olvidar que Israel se considera, para la OTAN y Europa occidental, un aliado estratégico en la lucha antiterrorista contra Al Qaeda y el islamismo radical. Mientras sea esta la situación, se le permitirá seguir masacrando a la población palestina. Amparados en la deuda histórica del Holocausto, los muertos palestinos son considerados parte de la factura que el mundo tiene con Israel. Con este argumento, seguirá asesinando al pueblo palestino hasta su total exterminio. Es el holocausto al revés. La solución final se convierte en un argumento para quienes otrora fueron víctimas y hoy victimarios. Bajo su paraguas sionista, Israel practica genocidio, terrorismo y viola el derecho internacional.
Israel debe ser considerado un Estado terrorista, por dignidad y decencia. Y no es cosa de antisemitismo. Aquí no caben los argumentos de Hannah Arendt en Los orígenes del totalitarismo, más bien debemos considerar la visión de Zigmunt Bauman en Modernidad y Holocausto. Si no estuviésemos hablando de Israel, estoy seguro que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas hubiese condenado e impuesto sanciones políticas. Con ese gesto, la ONU facilita a Israel seguir con el exterminio del pueblo palestino. Si el abordaje en aguas internacionales se llega a producir en las cercanías de las costas somalíes estaríamos hablando de un secuestro y piratería, pidiendo explicaciones y enviando tropas para proteger los barcos en peligro. Tal vez ha llegado la hora de proceder en esta dirección. Los nuevos intentos de flotillas con ayuda humanitaria a Gaza deberían ser escoltadas por cascos azules de Naciones Unidas, única manera de evitar que la armada israelí cometa nuevamente actos de ignominia que avergüenzan y ponen en cuestión la condición humana.
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