martes, octubre 02, 2007

La utopía extraviada

Alberto Aziz Nassif2 de octubre de 2007

El pasado 21 de septiembre Felipe Calderón pronunció un discurso que ha llamado la atención pública por su tono, por su contenido y por la modulación de espontaneidad que expresó en esas palabras ante un grupo de “300 líderes”. La referencia al liderazgo es por supuesto una construcción discutible de la revista que organizó el evento, Líderes Mexicanos, pero eso no es lo importante.

A simple vista se puede ver que Calderón sacó al panista que lleva dentro desde su infancia, ese personaje político que podía combinar sin grandes conflictos un cierto idealismo político, motivación frente a la adversidad, carácter para luchar por algún cambio relevante y, sobre todo, una visión de valores sobre la vida pública. El panismo opositor que mantuvo en la arena política a pequeños grupos de militantes sin ganar espacios, pero siempre con la convicción de estar haciendo lo correcto. Entre el discurso de Calderón y la realidad no sólo hay largas mediaciones, distancias enormes, abiertas contradicciones, sino, por supuesto, muchos matices necesarios.

Una pregunta no retórica es por qué razón Calderón habló en ese tono en estos momentos del país. No basta saber qué quiso decir y cuáles fueron sus posibles auditorios, además del que estaba en ese momento presente.

Cuando invertimos el clásico axioma de saber lo que alguien dice por su contenido y ubicamos al sujeto hablante en el lugar social y político que ocupa dentro de la estructura de poder, tenemos un método para saber por qué habla de esa forma. Además, hay que entender que en este caso hubo una calidad diferente a la forma en la que Calderón habla cotidianamente. Es un político articulado, pero está muy lejos de ser un orador que entusiasme y que pueda ser carismático.

Por ello también llamó la atención, porque pareció salirse del guión y, por lo que hemos visto en estos meses de gobierno, Calderón es un político que no se sale del guión, no se tropieza como su antecesor, pero tampoco comunica más allá de informar.

Calderón ha tenido que navegar contra la corriente para llegar a Los Pinos, primero adentro de su partido para ganar la candidatura y luego para ganar una elección presidencial de forma milimétrica, que lo llevó a un grave conflicto postelectoral y a una Presidencia con una legitimidad fuertemente cuestionada por una parte importante de la sociedad. De cualquier forma, Calderón sabe que el precio que está pagando todos los días tiene que ver, en buena medida, por la forma en la que llegó, por las alianzas que hizo y por la ruta que escogió.

Los primeros meses de gobierno han sido complicados, sin llegar a tener una crisis severa. Sin embargo, existen muchos flancos problemáticos y varios frentes conflictivos abiertos: desde variables económicas de inflación que pueden salirse de control fácilmente; un panorama de seguridad pública amenazado y en riesgo permanente de incrementar su nivel de violencia; enfrentamientos cotidianos entre el Estado y el crimen organizado, particularmente con los cárteles del narcotráfico; un supuesto resurgimiento de una guerrilla que provoca enormes daños materiales y económicos en la principal empresa pública del país, con lo que se impacta el desarrollo de varias regiones; hasta un clima de polarización que todavía mantiene en tensión al país.

Al mismo tiempo, se han logrado algunos acuerdos productivos y se han generado ciertos consensos importantes entre Ejecutivo y Legislativo. Del nuevo equilibrio entre poderes destaca el contrapeso que ha ejercido la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

El balance nos muestra a una clase política que aún se encuentra dividida por lo que pasó entre 2005 y 2006, sin dejar de lado la presencia contundente de monopolios que inhiben el desarrollo y una amplísima red de intereses legítimos e ilegítimos, que tensan las cuerdas frente a una legalidad vulnerable.

En medio de todo eso, Calderón habla de sueños, valores y responsabilidades generacionales. Fue como si ese día se hubiera parado frente al espejo para preguntarse: ¿cómo conducir el timón del barco?

Quizá este discurso puede tener valor probatorio de una confesión: a Calderón le hubiera gustado gobernar desde otro lugar, más cercano a sus valores de panista, ser un político guiado por las enseñanzas de sus maestros y de los fundadores de su partido. Quizá también le hubiera gustado hacer realidad el presupuesto panista de “ganar el gobierno, sin perder el partido”.

Pero Calderón sabe que ganó el gobierno de una forma muy cuestionada y poco transparente, y que el partido se ha extraviado entre las pugnas de una derecha radicalizada y un severo pragmatismo. El PAN navega como un partido sin muchas posibilidades de ser un factor de cambio; es un partido que produce gobiernos muy similares a los gobiernos priístas. Hoy en día el panismo que domina el gobierno federal se muestra obsesivo con el control, inexperto y excluyente.

Calderón se dio el lujo de hablar sobre sus convicciones, pero tuvo que cerrar las puertas y ventanas de su realidad inmediata. Dejar de lado sus alianzas vergonzantes con el corporativismo sindical y su lideresa, con los grupos empresariales alérgicos a la regulación estatal; tuvo que olvidar momentáneamente a esos poderes fácticos a los que les ha hecho concesiones excesivas porque les debe favores.

Tuvo que dejar de mirar la corrupción que cada día crece y ubica al país como uno de los más corruptos de América Latina; dejar de ver la pobreza que no se detiene. Se vale soñar sin estar dormido, pero no se puede ser ingenuo para saber que hasta este momento no hay una ruta de gobierno, una estrategia que pueda entusiasmar al país para saber qué rumbo tomar frente a los graves problemas nacionales.

El discurso de Calderón dejó algo claro: que esos escasos “momentos de lucidez” en donde se rompe con la inercia para “pensar en algo distinto”, como una posibilidad de “transformar la historia”, eso todavía es un pendiente no sólo de los 300 líderes reunidos, sino es un pendiente de este gobierno. Cuando Calderón habla de sueños, valores y congruencia apunta hacia una utopía que ha extraviado. Mientras no haya acciones y resultados, esos discursos fuera de guión serán simples momentos pasajeros.

Investigador del CIESAS

Nota: Eso sí: Calderón tendrá que vivir cada minuto de su vida con el recuerdo de la manera sucia y tramposa como llegó al poder. Y aquí estamos los de la resistencia para no dejar que se le olvide jamás. Y sobre la mentada reunión, pues es como les gusta a los panistas: juntarse con los ganadores, con los emprendedores y exitosos, quienes "deben ser el ejemplo a seguir" y marcar el rumbo. Así los 105 millones debemos seguir los pasos de las minorías selectas que han logrado el éxito (es decir, la holgura económica, riqueza amasada sobre la penuria de los 105 millones que a pesar de ser tantos no pintamos en la conducción del país), y si no lo alcanzamos ha de ser por flojos y arrastrados. Por ellos y para ellos: Vivan las micro minorías privilegiadas que han de sacar al país del atraso y la pobreza, Mueran los renegados!

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