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nos llega esta información:Mi renuncia al PRD.
Rosa Albina Garavito Elías.
No siempre fue así. Durante varios años llevé mi militancia perredista con gran orgullo. Durante el gobierno de Carlos Salinas, la defensa del respeto al voto fue la más subversiva de las luchas. Gracias al PRD que supo dirigir de manera firme el movimiento democrático, fue que en 1996 se pudo arrancar de manos del Estado el control de los procesos electorales. Ello abrió espacios de gobierno para el PRD, y también desató la ambición electoral que llevó a convertir la política de izquierda en una mercancía más. Llegó el desastre de las elecciones internas de 1999 y su cauda de impunidad. Mi orgullo perredista empezó a esfumarse. Cuando en el 2000 se conquistó la alternancia política, sostuve que era un triunfo del PRD; pero ese presidencialismo que invade a la izquierda mexicana lo vio como una derrota. En el 2002, en lugar de reconocer a los pueblos indígenas como sujetos de pleno derecho, los senadores perredistas adoptaron el racismo paternalista del PRI y del PAN. Las consecuencias de tanta miopía y tanta ambición electoral no tardaron en exhibirse en los videoescándalos.
Durante esos años, en más de una ocasión escribí mi renuncia al PRD. Motivos hubo siempre de sobra, todos ellos aderezados por el sentimiento de vergüenza ajena. Sin embargo, siempre fue mayor la voluntad de contribuír a rescatar ese espacio que nació como el más grande esfuerzo unitario de la izquierda del país. Fue así como todavía participé en dos congresos nacionales más; uno de ellos en plena lucha contra el desafuero de AMLO. Y en el último intento por incidir en el rumbo del PRD, acepté la invitación a participar como candidata a la secretaría general en fórmula con Ramírez Cuéllar. Celebro mi decisión porque desde nuestro comité de campaña se elaboraron las propuestas que podrían regresar el partido a la sociedad. Por supuesto, todas ellas ignoradas por los dos polos en pugna.
Mientras el PRD ha perdido autoridad moral para ser el referente de izquierda, la derecha de dos cabezas, el PRI y el PAN, sigue cavando la inviabilidad del país con sus políticas de concentración de la riqueza, de privatización, de expropiación del salario, de empobrecimiento. He sostenido que para detener este proyecto depredador (en cuyo ciclo sólo faltan la reforma energética y laboral), y dar un nuevo rumbo al país, no son suficientes los líderes carismáticos que terminan siempre en caudillos, tampoco la movilización social. Se requiere de una sólida y confiable organización de izquierda, moderna y democrática. El PRD no lo es, no quiso serlo, o sencillamente no pudo serlo. Dudo que estemos presenciando su fractura inminente. De lo que estoy segura es que somos testigos de su extinción como referente de izquierda. Así que en realidad estoy renunciando a continuar en una organización fantasma de la izquierda.
Salir de un mundo fantasmagórico es siempre una buena decisión. Enfrentar la realidad sin las cadenas de la ilusión –como decía Marx- es mucho más promisorio. Si fuera kantiana, le pediría a la militancia perredista que siguiera mis pasos y se desafiliara en masa. Pero soy más realista que Kant. No es un imperativo categórico el que resolverá la ausencia de una organización de izquierda, democrática y moderna. Surgirá del movimiento social. Ojalá no tarde mucho. Esquivo como es, no hay que cejar en perseguir al viejo topo de la historia. Por ahora tratando de entender, tratando de ejercer el arma de la crítica.
Profesora-investigadora de
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