El Norte, lunes 28 de abril de 2008
Curiosa la expresión actual de nuestros adversarios, el discurso los hace dudar y desorienta, observen la columna de Catón ante AMLO.
Aprovechar los errores.
El ajedrez tiene mucho de juego para ser una ciencia, y mucho de ciencia para ser un juego. No es posible entonces equiparar a la política con el ajedrez. Para jugar al ajedrez se necesita inteligencia; para jugar a la política se requiere solamente astucia. Hay, sin embargo, un punto de comparación entre ambos juegos: el arte de la política, como el del ajedrez, consiste en buena parte en aprovechar los errores del adversario. Calderón cometió el error de no acompañar su iniciativa sobre la reforma de Pemex con una convocatoria a un debate nacional e incluyente en el cual los diversos sectores del País interesados en el tema -partidos políticos, técnicos, intelectuales, representantes de la iniciativa privada, fuerzas vivas en general (las muertas ya pa' qué)- pudieran conocer con claridad el proyecto de reformas y discutirlo, enmendarlo, hacerle añadiduras; enriquecerlo, en suma. La equivocación presidencial es explicable: con la Secretaría de Gobernación acéfala -así está ahora, y así seguirá mientras el joven Mouriño siga en ella-, el Presidente carece de un operador político que allane el camino a sus iniciativas, favorezca el diálogo sobre ellas y llegue a acuerdos con la Oposición. Esa falla presidencial fue aprovechada por López Obrador, experto en medrar a costa de los ajenos yerros. A eso debe añadirse el hecho incuestionable de que la Presidencia de la República ha perdido autoridad moral, pues cobijó a Mouriño a pesar de los cuestionables manejos del bisoño funcionario en asuntos que tienen precisamente relación con el petróleo. Aunque ahora pretenda Calderón disminuir sus bajas, lo cierto es que en la percepción popular esta batalla fue ganada por López Obrador, al menos en el corto plazo. Independientemente de las cuestiones de estricta técnica relacionadas con el aprovechamiento del petróleo, el Congreso deberá cuidar también que la reforma energética no propicie ninguna forma de corrupción. El caso Mouriño autoriza cualquier suspicacia...
Discurso inusitado.
El Norte, 20 abril 2008.
A fin de cuentas las izquierdas siempre triunfan, y entonces se convierten en derechas. Ninguna duda cabe: al término de la batalla sobre el debate petrolero Andrés Manuel López Obrador aparece como un héroe civil, y el Gobierno de Felipe Calderón aparece como inepto y -peor aún- como sospechoso de haber urdido una maquinación que el movimiento de AMLO hizo fracasar.
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Ahora López Obrador está -otra vez- en los cuernos de la luna, y la administración calderonista anda a la altura del betún. (Así dice la gente de Tabasco, en alusión al betún con que se da lustre a los zapatos, para significar que algo anda por los suelos). .
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Una cosa me llamó la atención en el discurso de victoria que pronunció el líder de la resistencia. Fue su exhortación a rechazar rencores y odios. "...Aceptemos la afirmación del amor como la mejor forma de hacer política -dijo a sus seguidores-. Seamos el amor que todo lo da. Amar es perdonar en todo instante. Que nos mueva el amor a la Patria y la vocación humanista del amor al prójimo...". Yo mismo podría haber suscrito esos conceptos, que tienen un vago tono religioso. O alguien asesoró a López Obrador para acentuar la imagen que busca tener -difícil empresa-, de un Gandhi o un Martin Luther King, e ir esfumando en lo posible -empresa difícil- su cariz de hombre violento, o está presente ya en el movimiento de AMLO una corriente religiosa, eclesiástica, que coincide con sus planteamientos sociales en beneficio de los pobres, y que por desear el triunfo final del tabasqueño lo ayuda con sugerencias sobre el lenguaje que debe usar en sus discursos.
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En todo caso un pronunciamiento como éste, que hace énfasis en el amor, es sumamente inusitado, se aparta del tono que antes empleaba AMLO, y por lo mismo debe ser objeto de atención...
Curiosa la expresión actual de nuestros adversarios, el discurso los hace dudar y desorienta, observen la columna de Catón ante AMLO.
Aprovechar los errores.
El ajedrez tiene mucho de juego para ser una ciencia, y mucho de ciencia para ser un juego. No es posible entonces equiparar a la política con el ajedrez. Para jugar al ajedrez se necesita inteligencia; para jugar a la política se requiere solamente astucia. Hay, sin embargo, un punto de comparación entre ambos juegos: el arte de la política, como el del ajedrez, consiste en buena parte en aprovechar los errores del adversario. Calderón cometió el error de no acompañar su iniciativa sobre la reforma de Pemex con una convocatoria a un debate nacional e incluyente en el cual los diversos sectores del País interesados en el tema -partidos políticos, técnicos, intelectuales, representantes de la iniciativa privada, fuerzas vivas en general (las muertas ya pa' qué)- pudieran conocer con claridad el proyecto de reformas y discutirlo, enmendarlo, hacerle añadiduras; enriquecerlo, en suma. La equivocación presidencial es explicable: con la Secretaría de Gobernación acéfala -así está ahora, y así seguirá mientras el joven Mouriño siga en ella-, el Presidente carece de un operador político que allane el camino a sus iniciativas, favorezca el diálogo sobre ellas y llegue a acuerdos con la Oposición. Esa falla presidencial fue aprovechada por López Obrador, experto en medrar a costa de los ajenos yerros. A eso debe añadirse el hecho incuestionable de que la Presidencia de la República ha perdido autoridad moral, pues cobijó a Mouriño a pesar de los cuestionables manejos del bisoño funcionario en asuntos que tienen precisamente relación con el petróleo. Aunque ahora pretenda Calderón disminuir sus bajas, lo cierto es que en la percepción popular esta batalla fue ganada por López Obrador, al menos en el corto plazo. Independientemente de las cuestiones de estricta técnica relacionadas con el aprovechamiento del petróleo, el Congreso deberá cuidar también que la reforma energética no propicie ninguna forma de corrupción. El caso Mouriño autoriza cualquier suspicacia...
Discurso inusitado.
El Norte, 20 abril 2008.
A fin de cuentas las izquierdas siempre triunfan, y entonces se convierten en derechas. Ninguna duda cabe: al término de la batalla sobre el debate petrolero Andrés Manuel López Obrador aparece como un héroe civil, y el Gobierno de Felipe Calderón aparece como inepto y -peor aún- como sospechoso de haber urdido una maquinación que el movimiento de AMLO hizo fracasar.
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Ahora López Obrador está -otra vez- en los cuernos de la luna, y la administración calderonista anda a la altura del betún. (Así dice la gente de Tabasco, en alusión al betún con que se da lustre a los zapatos, para significar que algo anda por los suelos). .
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Una cosa me llamó la atención en el discurso de victoria que pronunció el líder de la resistencia. Fue su exhortación a rechazar rencores y odios. "...Aceptemos la afirmación del amor como la mejor forma de hacer política -dijo a sus seguidores-. Seamos el amor que todo lo da. Amar es perdonar en todo instante. Que nos mueva el amor a la Patria y la vocación humanista del amor al prójimo...". Yo mismo podría haber suscrito esos conceptos, que tienen un vago tono religioso. O alguien asesoró a López Obrador para acentuar la imagen que busca tener -difícil empresa-, de un Gandhi o un Martin Luther King, e ir esfumando en lo posible -empresa difícil- su cariz de hombre violento, o está presente ya en el movimiento de AMLO una corriente religiosa, eclesiástica, que coincide con sus planteamientos sociales en beneficio de los pobres, y que por desear el triunfo final del tabasqueño lo ayuda con sugerencias sobre el lenguaje que debe usar en sus discursos.
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En todo caso un pronunciamiento como éste, que hace énfasis en el amor, es sumamente inusitado, se aparta del tono que antes empleaba AMLO, y por lo mismo debe ser objeto de atención...
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