Diagnóstico: Infantilismo agudo |
Ximena Peredo
El Norte, 25 Ago. 08
Hace poco enfrenté una larga espera leyendo un libro dirigido a padres de familia primerizos. Mientras esperaba mi turno, me puse a hojear un compendio de buenos consejos para formar en los hijos cierto sentido de responsabilidad y autonomía. Recomendaba, por ejemplo, que apenas los niños puedan hablar, sean interrogados sobre sus gustos: ¿vainilla o chocolate?, ¿qué playera te quieres poner hoy?
Me pareció un atinado ejercicio para trabajar desde temprano la independencia y me brindó una buena pista para entender por qué ciertas sociedades acostumbradas a gobiernos autoritarios no saben opinar.
Así como una educación represiva genera un infantilismo prolongado (adultos que se desmoronan ante una sencilla disyuntiva), así también las sociedades acostumbradas a ser ignoradas por sus gobiernos se transforman en pueblos sin ciudadanía, frágiles y temerosos.
Cuando se planteó que el debate sobre la reforma de Pemex se llevara al escrutinio público, mediante una consulta nacional, no extrañó que se opusiera fieramente el círculo más cercano a Calderón; lo que de veras me preocupó fue que los principales detractores de la idea fueran ciudadanos comunes y corrientes.
El PAN y el PRI negaron inmediatamente su "autorización" al pueblo de hablar y de opinar. Preguntar a la Nación les pareció ridículo, innecesario y hasta ofensivo. Germán Martínez, dirigente del Partido Acción Nacional, declaró que la consulta provocaría crispación, desorden, caos y violencia en el País.
La consulta tuvo esta falla de origen y, a partir de ésta, se provocaron otras como reacción en cadena. Lo lamentable fue que la consulta fuera iniciativa de una coalición de partidos -el Frente Amplio Progresista- cuya postura es sumamente clara en el debate.
Lo ideal hubiera sido, sin duda, que el Poder Legislativo impulsara este ejercicio democrático sin precedentes en nuestra memoria. Sin embargo, y aunque mermado en su origen, el ejercicio sigue siendo una experiencia formativa importante para la construcción de autonomía y responsabilidad popular.
Ayer se llevó a cabo esta consulta en Nuevo León. Yo tuve participación como parte del consejo ciudadano que observó el proceso y puedo decir, una vez que la jornada ha concluido, que si bien el ejercicio tuvo sus errores, más por desorganización que por alevosía, ninguno de éstos opaca la experiencia de los aproximadamente 5 mil ciudadanos (con 50 casillas computadas) que acudieron a las mesas receptoras a presentarle su opinión al resto.
Sin embargo, es importante mencionar que después de esta experiencia temo más claramente por la indefensión del país ante la vendimia que el Gobierno está proyectando. La izquierda no está preparada para hacerle frente. Los partidos que se erigen como defensores de la soberanía petrolera -PRD, PT y Convergencia- deben solucionar las informalidades internas, sus vicios, atrasos, sus neurosis autoritarias, para participar en un movimiento sincero.
Lo que está en juego con la reforma petrolera es un cambio de personalidad para el País. México va a ser un país muy distinto si el Congreso de la Unión aprueba la reforma petrolera de Felipe Calderón: más miserable, más frágil. Su propuesta es privatizadora. Aunque el Gobierno federal ha montado un operativo mediático para confundir al grueso de la población, la confusión se evapora apenas uno lee la propuesta.
El debate petrolero nos provoca muchas revisiones, ¿cómo nos gusta que nos traten los gobiernos: como niños o como adultos?
El Norte, 25 Ago. 08
Hace poco enfrenté una larga espera leyendo un libro dirigido a padres de familia primerizos. Mientras esperaba mi turno, me puse a hojear un compendio de buenos consejos para formar en los hijos cierto sentido de responsabilidad y autonomía. Recomendaba, por ejemplo, que apenas los niños puedan hablar, sean interrogados sobre sus gustos: ¿vainilla o chocolate?, ¿qué playera te quieres poner hoy?
Me pareció un atinado ejercicio para trabajar desde temprano la independencia y me brindó una buena pista para entender por qué ciertas sociedades acostumbradas a gobiernos autoritarios no saben opinar.
Así como una educación represiva genera un infantilismo prolongado (adultos que se desmoronan ante una sencilla disyuntiva), así también las sociedades acostumbradas a ser ignoradas por sus gobiernos se transforman en pueblos sin ciudadanía, frágiles y temerosos.
Cuando se planteó que el debate sobre la reforma de Pemex se llevara al escrutinio público, mediante una consulta nacional, no extrañó que se opusiera fieramente el círculo más cercano a Calderón; lo que de veras me preocupó fue que los principales detractores de la idea fueran ciudadanos comunes y corrientes.
El PAN y el PRI negaron inmediatamente su "autorización" al pueblo de hablar y de opinar. Preguntar a la Nación les pareció ridículo, innecesario y hasta ofensivo. Germán Martínez, dirigente del Partido Acción Nacional, declaró que la consulta provocaría crispación, desorden, caos y violencia en el País.
La consulta tuvo esta falla de origen y, a partir de ésta, se provocaron otras como reacción en cadena. Lo lamentable fue que la consulta fuera iniciativa de una coalición de partidos -el Frente Amplio Progresista- cuya postura es sumamente clara en el debate.
Lo ideal hubiera sido, sin duda, que el Poder Legislativo impulsara este ejercicio democrático sin precedentes en nuestra memoria. Sin embargo, y aunque mermado en su origen, el ejercicio sigue siendo una experiencia formativa importante para la construcción de autonomía y responsabilidad popular.
Ayer se llevó a cabo esta consulta en Nuevo León. Yo tuve participación como parte del consejo ciudadano que observó el proceso y puedo decir, una vez que la jornada ha concluido, que si bien el ejercicio tuvo sus errores, más por desorganización que por alevosía, ninguno de éstos opaca la experiencia de los aproximadamente 5 mil ciudadanos (con 50 casillas computadas) que acudieron a las mesas receptoras a presentarle su opinión al resto.
Sin embargo, es importante mencionar que después de esta experiencia temo más claramente por la indefensión del país ante la vendimia que el Gobierno está proyectando. La izquierda no está preparada para hacerle frente. Los partidos que se erigen como defensores de la soberanía petrolera -PRD, PT y Convergencia- deben solucionar las informalidades internas, sus vicios, atrasos, sus neurosis autoritarias, para participar en un movimiento sincero.
Lo que está en juego con la reforma petrolera es un cambio de personalidad para el País. México va a ser un país muy distinto si el Congreso de la Unión aprueba la reforma petrolera de Felipe Calderón: más miserable, más frágil. Su propuesta es privatizadora. Aunque el Gobierno federal ha montado un operativo mediático para confundir al grueso de la población, la confusión se evapora apenas uno lee la propuesta.
El debate petrolero nos provoca muchas revisiones, ¿cómo nos gusta que nos traten los gobiernos: como niños o como adultos?
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