lunes, agosto 25, 2008

EN NUEVO LEÓN, LA CONSULTA VA.

No hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla; así, tenemos que en esta semana después de varios meses de información, discusión, debates en el senado, trabajo en las calles y sobre todo, esa magna tarea que nos echamos a cuestas como brigadistas de visitar los barrios, las colonias, casa por casa, llegó el momento de medir la disposición de la ciudadanía acerca de tomar las riendas de la vida política o seguir aceptando que otros decidan el rumbo del país.

La experiencia de tocar la puerta de las casas esperando encontrar un(a) receptor(a) dispuesto a recibir el material informativo, atender nuestra participación y responder a ella, es algo que merece ser contado. Para alguien como yo, excesivamente respetuosa del espacio de los demás, me bifurcaba el espíritu: por un lado, estaba la necesidad y la urgencia de informar por vías alternas, ya que los medios tradicionales de comunicación están cerrados para nuestra óptica del problema; por otro, la incertidumbre sobre cómo llegar a personas que tal vez sintieran invadida la intimidad de sus horas domésticas. Haciendo de tripas corazón me sumé a la actividad; casa por casa, puerta por puerta. Quienes no estábamos acostumbrados a echarnos un rollo tuvimos que aprender; lo único cierto era que no sabíamos qué íbamos a encontrar atrás de las paredes.

Pero llegó el día y con timidez o vacilación nos acercamos a las viviendas. Siempre ante la puerta ese vacío en el estómago me hizo revivir los primeros tiempos de mi oficio de maestra: el enfrentar al grupo por primera vez como a un ente desconocido y múltiple a quien tenías que observar con esmero para capturar su atención, despertar el interés, buscar el modo de descifrar la voz, la respiración, el gesto, la actitud de ese ser extraño y al principio inasible, pero como sin excepción, más temprano que lo esperado nos reconocíamos uno y otra y la relación fluía con resultados sorprendentes. Me encontré que igual que entonces en cada pupitre ahora detrás de cada reja o ventana está un humano esperando ser reconocido, tomado en cuenta.

Todo fue empezar, poco a poco las palabras iban saliendo fácilmente, confiadamente, quizá porque la inmensa mayoría de las veces encontraron receptores dispuestos. Poco a poco aquello se volvía un diálogo: los vecinos fueron aportando datos, preguntas, experiencias. La gente abierta, respetuosa, dolorida por tanta mentira, tanta injusticia, tanta desigualdad nos abría sus puertas y, más importante, sus corazones. Justo es reconocer que el trabajo de las brigadas encontró bajo el inhóspito sol de Monterrey la sombra generosa de sus pobladores.

La experiencia no pudo ser más gratificante: los zaguanes abiertos, los patios libres, las puertas francas, la sonrisa, las palabras de apoyo, la receptividad, la retroalimentación. Más espíritus dispuestos que cerrados, en proporción de, al menos, 10 a 1. ¿Cómo olvidar al anciano que te ofrece su silla mientras platicábamos, o a la señora que haciendo la comida te invita a compartirla, o al vecino que te ofrece de beber? Sin conocernos, sin habernos visto en su vida, cada uno de ellos confió en nosotros, nos tendió su mano, su atención, su respaldo y hasta su reconocimiento. Esta actividad nos ha enseñado a todos: a los vecinos porque se les ha brindado información distinta a la convencional por métodos también no convencionales; porque se han percatado que este tipo de labor y de lucha puede y debe hacerse; porque esta experiencia siembra una semilla que desde ya está germinando en su conciencia. A los brigadistas, porque han tenido que prepararse, vencer miedos, administrar su tiempo, aprender sobre el tema, leer, buscar información extra, expresar las ideas de forma más coherente y convincente; pero sobre todo aprendimos a compartir, a escuchar, a sentir el pulso del ciudadano común que aún no se anima a exigir sus derechos, que no se atreve a erigirse en actor de la historia.

El plazo de las brigadas ha vencido; ahora le toca el turno a la consulta ciudadana. Esperemos que llegado el momento la gente tome la decisión de acudir a expresar su voluntad a alguna de las diversas mesas que se instalarán en la ciudad y en el estado. La consulta va, como un ejemplo de práctica democrática, de participación ciudadana. Ahí está en espera de ser utilizada por la población. A este propósito pueden consultar la ubicación de mesas que publica en diversos medios y acudir a la que se encuentre más cercana; no olviden llevar su credencial de elector. Va también el reconocimiento de manera muy especial a los que de manera desinteresada y comprometida han colaborado para que este proceso se lleve a cabo, los que ayudaron a la conformación de las mesas y los que promueven este ejercicio desde sus respectivas zonas de influencia.

Todos lo que han participado en esta serie de actividades inéditas han ido abriendo caminos que difícilmente se cerrarán: la resistencia está implantándose en el sentir y pensar de muchos. Estas experiencias le dan a la población una perspectiva nueva: constatar que se puede influir en la marcha del país, que algo se puede hacer, y esto enseña y nos prepara para nuevas luchas. Cuestión de que nos decidamos. Este domingo 24 es momento de demostrar qué tanto estamos comprometidos con un nuevo modelo de país, donde todos tengamos cabida con el mismo peso y la misma valía. Por algo se empieza; para bien, la historia está escribiéndose.

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